Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Impar,
Semana No. 14, Sábado
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Dios cuidará de vosotros y os sacará de esta tierra *
Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. * No tengáis miedo a los
que matan el cuerpo
Textos para este día:
Génesis 49,29-32;50,15-26a:
En aquellos días, Jacob dio las siguientes instrucciones a sus hijos: "Cuando me
reúna con los míos, enterradme con mis padres en la cueva del campo de Efrón, el
hitita, la cueva del campo de Macpela, frente a Mambré, en Canaán, la que compró
Abrahán a Efrón, el hitita, como sepulcro en propiedad. Allí enterraron a Abrahán y
Sara, su mujer; allí enterraron a Isaac y a Rebeca, su mujer; allí enterré yo a Lía.
El campo y la cueva fueron comprados a los hititas." Cuando Jacob terminó de dar
instrucciones a sus hijos, recogió los pies en la cama, expiró y se reunió con los
suyos.
Al ver los hermanos de José que había muerto su padre, se dijeron: "A ver si José
nos guarda rencor y quiere pagarnos el mal que le hicimos." Y mandaron decirle:
"Antes de morir tu padre nos encargó: "Esto diréis a José: Perdona a tus hermanos
su crimen y su pecado y el mal que te hicieron". Por tanto, perdona el crimen de los
siervos del Dios de tu padre." José, al oírlo, se echó a llorar. Entonces vinieron los
hermanos, se echaron al suelo ante él, y le dijeron: "Aquí nos tienes, somos tus
siervos." Pero José les respondió: "No tengáis miedo, ¿soy yo acaso Dios? Vosotros
intentasteis hacerme mal, pero Dios intentaba hacer bien, para dar vida a un
pueblo numeroso, como hoy somos. Por tanto, no temáis; yo os mantendré a
vosotros y a vuestros hijos." Y los consoló, hablándoles al corazón.
José vivió en Egipto con la familia de su padre y cumplió ciento diez años; llegó a
conocer a los hijos de Efraín, hasta la tercera generación, y también a los hijos de
Maquir, hijo de Manasés; los llevó en las rodillas. José dijo a sus hermanos: "Yo voy
a morir. Dios cuidará de vosotros y os llevará de esta tierra a la tierra que prometió
a Abrahán, Isaac y Jacob." Y los hizo jurar: "Cuando Dios cuide de vosotros,
llevaréis mis huesos de aquí." José murió a los ciento diez años de edad.
Salmo 104:
Dad gracias al Señor, invocad su nombre, / dad a conocer sus hazañas a los
pueblos. / Cantadle al son de instrumentos, / hablad de sus maravillas. R.
Gloriaos de su nombre santo, / que se alegren los que buscan al Señor. / Recurrid
al Señor y a su poder, / buscad continuamente su rostro. R.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo; / hijos de Jacob, su elegido! / El Señor es nuestro
Dios, / él gobierna toda la tierra. R.
Mateo 10,24-33:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: "Un discípulo no es más que su
maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su
maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú,
¡cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no
llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo
de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído, pregonadlo desde la
azotea.
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No,
temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de
gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo
disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis
contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los
gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de
su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo
negaré ante mi Padre del cielo."
Homilía
Temas de las lecturas: Dios cuidará de vosotros y os sacará de esta tierra *
Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. * No tengáis miedo a los
que matan el cuerpo
1. "No dejen mis huesos en Egipto"
1.1 Sin el talento y sabiduría de José, que llegó a ser administrador de las riquezas
de Egipto, su propia familia habría perecido de hambre. El vino a ser un
instrumento de la Providencia de Dios, y gracias a su intervención la promesa
hecha a Abraham pudo continuarse en la historia del pueblo elegido que a la vera
de los egipcios vino a crecer de modo asombroso. Llegaron a ser muy numerosos y
en esa fecundidad y vitalidad vino a verse como un primer cumplimiento de aquello
que Dios había dicho a Abraham, que tendría descendientes como las estrellas del
cielo.
1.2 Sin embargo, el lugar de la alianza no podía ser Egipto. La tierra que Dios dio a
Abraham no fue esa, y la prueba está en que cuando él tuvo que conseguir sepulcro
para Sara lo buscó y lo compró donde Dios le indicaba, es decir, en Canaán. Egipto,
pues, no podía ser sino una etapa, una larga pero no definitiva parada en el largo
peregrinar de la fe del pueblo creado por el poder de Dios.
1.3 En el ocaso de su vida, José comprende de modo maravilloso que su vida era
parte de ese plan pero que el plan iba más allá, hacia tierras, gentes y tiempos que
él ya no alcanzaría a ver. Como un acto de profecía, y también un modo de unirse
al destino de la promesa, él no quiere que sus huesos queden en los elegantes pero
idolátricos sepulcros egipcios. Sus huesos, imagen su de su última voluntad y de su
última posesión, tendrán que seguir peregrinando, porque sólo hay descanso allí
donde Dios cumple sus promesas.
2. Aprendiendo a vivir libres de temor
2.1 El evangelio de hoy es una catequesis preciosa sobre cómo vencer el miedo. No
cualquier miedo, sino ese que nos paraliza, que nos inutiliza, que nos impide ser
generosos, agradecidos, emprendedores.
2.2 Somos víctimas de ese miedo cuando nos escondemos en el presente para que
no nos asalte el recuerdo del mal que hicimos o no nos persigan las preguntas de
un futuro incierto. Somos sus víctimas también cuando mendigamos certezas de las
cosas que vemos sin llegar a comprender que nuestras preguntas son más grandes
que las respuestas que podemos asir.
2.3 Jesús nos muestra que podemos vencer el miedo sobre todo con un arma:
sabiendo que somos valiosos ante Dios. Su Evangelio de amor es el anuncio de lo
preciosos que somos, y sobre esa certeza la angustia se derrite como la nieve ante
el sol del verano.