Domingo XVI del tiempo Ordinario del ciclo C.
"No perdáis ahora vuestra confianza, que lleva consigo una gran recompensa.
Necesitáis paciencia en el sufrimiento para cumplir la voluntad de Dios y conseguir
así lo prometido. Pues todavía un poco, muy poco tiempo; y el que ha de venir
vendrá sin tardanza" (HEB. 10, 35-37).
¿Le permitimos a Jesús que amolde nuestra vida al cumplimiento de su voluntad
divina?
Ejercicio de lectio divina de LC. 10, 38-42.
1. Oración inicial.
Iniciemos este encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo.
R. Amén.
Mientras predicó el Evangelio en Israel, Jesús recorrió su país, visitando a sus
hermanos de raza, para invitarlos a convertirse al Evangelio. Desde que fue
ascendido al cielo, Nuestro Salvador viene a visitarnos, para hacernos la misma
invitación, y ayudarnos a recorrer, el camino de nuestro crecimiento espiritual, si la
aceptamos.
Jesús quiere morar en nuestra vida.
¿Qué ritos externos llevaremos a cabo para recibir al Señor?
¿Cuál es nuestra disposición espiritual para recibir al Mesías?
Cuando recibimos a nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo en
casa, procuramos atenderlos correctamente. Tal como disponemos nuestras casas
para recibir a nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo, vamos a
disponer nuestras almas a recibir a Jesús, a pesar de que ello no es fácil, porque
recibir a Jesús no significa tener limpia y adornada la habitación donde vamos a
recibir a un invitado, sino disponer nuestro interior, para que sea una digna morada
del Salvador de la humanidad. Esta es la razón por la que os propongo que recemos
juntos, según la siguiente oración del Salmista:
"Escucha, Yahveh, la justicia,
atiende a mi clamor,
presta oído a mi plegaria,
que no es de labios engañosos.
Mi juicio saldrá de tu presencia,
tus ojos ven lo recto.
Mi corazón tú sondas, de noche me visitas;
me pruebas al crisol sin hallar nada malo en mí;
mi boca no claudica
al modo de los hombres.
La palabra de tus labios he guardado,
por las sendas trazadas
ajustando mis pasos;
por tus veredas no vacilan mis pies.
Yo te llamo, que tú, oh Dios, me respondes,
tiende hacia mí tu oído, escucha mis palabras,
haz gala de tus gracias, tú que salvas
a los que buscan a tu diestra refugio contra los que
atacan.
Guárdame como la pupila de los ojos,
escóndeme a la sombra de tus alas" (SAL. 17, 1-8).
Desde los primeros siglos de existencia de la fundación de Cristo y sus Apóstoles,
se ha comparado a Marta y María, -las protagonistas del Evangelio que vamos a
considerar-, con los dos estilos de vida existentes en la Iglesia. Dado que Marta
aparece como una mujer muy activa, se la ha comparado con quienes sirven al
Señor por medio de sus obras, y, como María aparece sentada a los pies del Señor
según hacían los discípulos con sus maestros, se la ha equiparado a los religiosos
contemplativos, quienes viven alejados de los quehaceres mundanos, dedicados
totalmente a la oración.
No opongamos el activismo y la vida contemplativa, porque el activismo sin
oración contemplativa no es cristiano, y, la oración sin obras demostrativas de fe,
es muestra de un cristianismo que debe madurar a medida que se sacrifique
sirviendo a Dios, en sus hijos los hombres.
No interpretemos el Evangelio que vamos a considerar oponiendo la vida activa a
la vida contemplativa, porque las dos nos son necesarias a los cristianos.
Oremos por las amas de casa y las sirvientas domésticas, y tengámoslas como
ejemplos de fe y perseverancia a imitar, dado que difícilmente se les agradece lo
que hacen por sus familiares y superiores. Muchas de ellas se han sentido molestas
al conocer el pasaje evangélico que vamos a considerar, porque, al conocer la
interpretación que muchos hacen del mismo referente a que la vida contemplativa
es muy superior a la activa, han comprendido que, sus múltiples actividades,
comparadas con la actividad mental de quienes solo se dedican a orar, carecen de
importancia.
Jesús dijo de María que eligió la parte buena, la cual no le sería quitada. Oremos
para que nadie nos arrebate la fe, la esperanza ni la caridad cristianas.
Oremos:
Espíritu Santo, amor que procedes del Padre y del Hijo, y que con ellos recibes
una misma adoración y gloria: Ayúdanos a comprender que necesitamos sentirnos
amados y protegidos por Dios, y a comprender que, servir a quienes necesitan
nuestras dádivas espirituales y materiales, es la única forma que tenemos, de
demostrar que te amamos.
Espíritu Santo, aliento divino que nos das la vida: Quema nuestras impurezas con
tu fuego, y haznos imitadores de tu divina caridad.
Espíritu Santo, amor del Dios ante quien somos pequeños: Enséñanos a ser
humildes, para que podamos vivir en la presencia de Nuestro Santo Padre.
Espíritu Santo, amor del dios para quien no hay nada imposible: Haz de nuestra
tierra un paraíso de luz en que la humanidad pueda encontrar la plenitud de la
felicidad, más allá de las razones por las que los hombres sufren. Amén.
(José Portillo Pérez).
2. Leemos atentamente LC. 10, 38-42, intentando abarcar el mensaje que San
Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"Marta lo recibió en su casa. María ha escogido la parte mejor
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en
su casa.
Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor,
escuchaba su palabra.
Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo:
—«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile
que me eche una mano.»
Pero el Señor le contestó:
—«Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria.
María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán»"
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 10, 38-42.
3-1. Jesús pasa por nuestra vida, buscando a quienes lo hospeden.
"Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le
recibió en su casa" (LC. 10, 38).
Tal como Jesús recorrió los caminos de Israel predicando el Evangelio, desde que
aconteció su Ascensión, y sus Apóstoles recibieron el Espíritu Santo, recorre el
camino de nuestro crecimiento espiritual. Si podéis consultar la lectio divina que
escribí para el Domingo XIV del tiempo Ordinario del presente ciclo C de la Liturgia
de la Iglesia, podréis recordar las instrucciones que Jesús nos da, para que
recorramos el camino de la salvación de la humanidad y nuestra, como buenos
evangelizadores.
Aunque sabemos por otros relatos evangélicos que el pueblo donde vivían Marta
y sus hermanos María y Lázaro se llamaba Betania, San Lucas no nos da a conocer
el nombre de dicho pueblo. En este hecho se esconde un simbolismo importante.
Aquí el pueblo puede significar una comunidad cerrada a aceptar el modo de pensar
y las costumbres de quienes no pertenecen a la misma. Jesús acostumbra a buscar
predicadores en un mundo que en ciertas ocasiones rechaza su Palabra, con la
intención de concederle la vida eterna.
Oremos para no ser habitantes de comunidades cerradas a abrirse a quienes no
son sus integrantes, porque todos tenemos la misión de mejorar la sociedad en que
vivimos, independientemente de que seamos cristianos.
Marta recibió a Jesús en su casa. Ello pudo suceder porque ya conocía a Jesús,
como también lo conocerían sus hermanos.
Si leemos el Evangelio que estamos considerando, nos percatamos de que ni
Lázaro, ni los Doce, entraron en la casa de Betania. Ello sucede porque San Lucas
fue discípulo de San Pablo, quien se caracterizó por su deseo de no marginar a las
mujeres, tal como lo hacían sus hermanos de raza. En este sentido, Marta puede
ser vista como representante de la mentalidad judía, pues, los hermanos de raza de
Jesús, creían que era inútil enseñarles la Palabra de Dios a las mujeres, porque
pensaban que las mismas solo eran como esclavas, que tenían la doble misión de
criar a sus hijos, y de llevar a cabo las actividades domésticas. María puede
representar la mentalidad paulina, por estar sentada a los pies del Maestro, tal
como lo hacían los discípulos con sus instructores espirituales.
3-2. María.
"Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor,
escuchaba su palabra" (LC. 10, 39).
Para comprender la actitud de María, y no criticarla por la supuesta falta de
consideración que tuvo con Marta, debemos recordar que, dado que había dos
mujeres en la casa, una de ellas debía dedicarse a disponer todo lo necesario para
recibir a Jesús, y, la otra, a distraer al Señor, para que el Maestro no se sintiera
desamparado. Al tener este hecho en cuenta, la protesta de Marta, solo se justifica,
por el deseo que tenía San Lucas, de que, las mujeres cristianas, tuvieran la misma
consideración que tenían, los hombres que eran discípulos de Jesús.
El hecho de que María estuviera sentada a los pies de Jesús, nos hace tener una
idea, de la grandeza de su humildad. Ello nos incita a meditar sobre cómo
escuchamos y acogemos la Palabra del Señor. De hecho, si María hubiera
escuchado la Palabra del Señor, y no la hubiera aplicado a su vida de cristiana
comprometida con el servicio a Dios en sus hijos los hombres, sus horas de oración
y meditación, no le hubieran servido de nada. Las lecturas religiosas y las oraciones
producen fuertes emociones, pero, para conocer la grandeza de nuestra fe,
tenemos que servir a Dios en sus hijos los hombres, en atención a las siguientes
palabras de San Juan, Apóstol y Evangelista:
"Si alguno dice: «Amo a Dios»,
y aborrece a su hermano,
es un mentiroso;
pues quien no ama a su hermano, a quien ve,
no puede amar a Dios a quien no ve" (1 JN. 4, 20).
3-3. Marta.
"Mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues,
dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile,
pues, que me ayude»" (LC. 10, 40).
Dado que Marta probablemente era la mayor de las dos hermanas, y los judíos
consideraban más responsables a las personas cuanto más años tenían, se
responsabilizó de disponer todo lo necesario, para preparar un banquete, para
recibir a Jesús. Quizás Marta escuchaba parte de la conversación que mantenía el
Señor con su hermana, pero ella tenía el deber de dedicarse al servicio, tal como
les correspondía, a las mujeres judías.
Teniendo en cuenta la confrontación entre la mentalidad judía y la mentalidad
paulina heredada por San Lucas, Marta no protestó para que su hermana la
ayudara, porque, al ser la mayor, le correspondía a ella recibir a su invitado, pues,
habiendo sido ella quien se ofreció a recibir al Mesías, no estaba bien que fuera
María la que se hubiera encargado del servicio. La protesta de Marta debió estar
encaminada a hacer que Jesús hiciera que María ocupara el papel de una mujer, y
no actuara como un discípulo, porque no era hombre.
Marta representa a quienes se dicen cristianos, pero, en vez de cumplir la
voluntad de Dios, lo sirven a su manera. Tales cristianos leen la Biblia sin
comprometerse a estudiarla, asisten a las celebraciones religiosas sin ahondar en
las enseñanzas que reciben en las mismas, y nunca tienen tiempo para dedicarse a
adorar al Señor y a crecer espiritualmente, porque sus actividades no se lo
permiten. En ciertas ocasiones, por su falta de fe e instrucción religiosa, tal como
hizo Marta en el Evangelio de hoy, en vez de cumplir la voluntad de dios, quieren
someter a Dios, al cumplimiento de sus deseos.
3-4. La agitación de Marta.
"Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas
cosas" (LC. 10, 41).
Las amas de casa que se han resignado a realizar sus actividades domésticas sin
que nadie se lo agradezca, y han recibido la enseñanza de que su valía personal se
deriva del desempeño de su trabajo, se preguntarán. ¿Cómo es posible que Jesús
no quisiera que Marta se preocupara por atenderlo debidamente? ¿Acaso no
comprendía Jesús la preocupación de Marta? ¡Se nota que en el fondo era hombre!.
Cuando la mayoría de la gente quiere alcanzar un logro, debe acostumbrarse a
las preocupaciones y a la agitación. En tiempos de crisis económica, los
desempleados se desesperan, y, quienes trabajan, temen perder su fuente de
ingresos. Recuerdo que, en el entorno en que me criaron mis padres, la honradez
de las mujeres dependía, en parte, del desempeño de sus labores domésticas. Hay
quienes dicen que la sociedad consumista nos enseña a valorarnos por lo que
tenemos en vez de juzgarnos por lo que somos, pero, antes de que surgiera el
llamado estado del bienestar social, ya existían concepciones absurdas y dañinas.
3-5. Lo realmente necesario.
"Y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte
buena, que no le será quitada»" (LC. 10, 42).
¿Son pocas las cosas necesarias en este mundo? Tal como hemos configurado el
mundo y nuestra vida, son muchas las necesidades ineludibles que existen, así
como también existen otras, que nos hemos creado. Jesús nos enseña que en el
mundo solo necesitamos una cosa importante, pues, cuando la tenemos, se nos
enseña a satisfacer las demás necesidades que nos surgen o nos creamos, desde la
óptica de Dios.
La cosa imprescindible que necesitamos urgentemente, es escuchar la Palabra de
Dios, y aplicarla a nuestra vida. Si escuchamos la Palabra de Dios, y no la
aplicamos a nuestro crecimiento espiritual, nos engañamos si nos consideramos,
buenos discípulos de Jesús. Si ignoramos la Palabra del Señor, no podremos vivir
cumpliendo la voluntad divina, y, por ello, nos será imposible alcanzar, la plenitud
de la felicidad.
A diferencia de Marta, María eligió la parte buena, que jamás le fue quitada.
Cuando Jesús concluya la plena instauración de su Reino entre nosotros, la
preocupación y la agitación características del mundo de las desigualdades sociales,
desaparecerán, pero, la alegría de formar parte de la familia de dios, y de haberlo
servido en sus hijos los hombres, producirá un gozo inmenso, que nadie podrá
arrebatar.
3-6. Seamos activistas contemplativos, y contemplativos activos.
Marta recibió al Señor con la intención de atenderlo, y, por causa de la
consideración que tenían las mujeres en su tiempo, no se dio cuenta de que Jesús
no se hospedó en su casa para ser alimentado, sino para alimentar su espíritu.
Marta se dejó arrastrar por sus obligaciones y la presión psicológica con que debió
ser educada para que realizara sus actividades con la mayor perfección posible,
pero el Señor no quería la perfección de sus actividades, sino darle a conocer su
Palabra, y examinar su espíritu, para curar las heridas que debía conservar, por el
hecho de vivir, en una sociedad tremendamente machista.
Pensemos cómo se sentirían de felices los padres y abuelos a quienes sus hijos y
nietos les dijeran en Navidad que les agradecen sus regalos, pero que los aman a
ellos, más que los bienes que reciben. Todos los años recibo cartas en Navidad de
lectores muy tristes porque sus hijos y nietos los desprecian, por su pobreza, su
ancianidad, o sus enfermedades.
No culpemos a Marta por descuidar a Jesús, por causa de sus múltiples
actividades, y pensemos que los cristianos activistas podemos hacer lo mismo,
haciendo mil cosas que son necesarias, pero descuidando lo más importante, que
es escuchar la Palabra de Dios, rezar para comprenderla, y aplicarla a nuestras
vidas, pues puede suceder que estemos sirviendo a Dios, no al modo de Jesús,
sino, a nuestra manera.
Oremos para que los cristianos activistas no convirtamos nuestro servicio a dios
en un autoservicio. Hay quienes no se deleitan orando y hacen mil cosas para no
pensar en sus problemas. Es necesario que nuestros hermanos que tienen esa
dificultad aprendan a orar, para que así puedan experimentar el consuelo divino.
Jesús no condenó a Marta por su deseo de servirlo, pues le pidió que fijara sus
prioridades, según la importancia de las mismas. Los cristianos tenemos necesidad
de escuchar la Palabra de Dios y aplicarla a nuestras vidas, para ser seguidores de
Jesús, no a nuestro modo, sino a la manera de Nuestro Salvador.
Por ser mujer, María también debió ser educada como Marta, aunque, quizás por
ser la hermana menor, le tocó distraer a Jesús, en vez de disponer todo lo
necesario, para recibir a su huésped. María sabía del ajetreo de su hermana, pero
necesitaba sentirse fuerte para ser una buena discípula de Jesús, y por eso se sentó
a los pies del Maestro, para ser instruida. Las mujeres no tenían derecho a ser
formadas espiritualmente, pero Jesús era un Maestro excepcional.
Cuando Lázaro murió, Marta la activa, demostró tener una fe más grande, que
María la contemplativa. Recordemos lo que Marta le dijo a Jesús, mientras María se
quedó en su casa llorando.
"Dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi
hermano. Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá" (JN.
11, 21-22).
Dado que Jesús no resucitó a Lázaro inmediatamente, Marta corrió a buscar a
María, para que la ayudara a convencer al Mesías, para que hiciera lo que deseaba.
Marta no recibió una instrucción religiosa como la de su hermana, pero, tal como
las amas de casa pueden realizar diferentes actividades de varias maneras, buscó
diferentes formas de conseguir que el Mesías resucitara a su hermano. Cuando el
activismo cristiano es impulsado por la fe, se convierte en perfecto testigo del
Señor Resucitado.
De María podemos recordar que fue una de las mujeres que sostuvo la obra
evangelizadora de Jesús con su dinero y que estuvo junto a la cruz del Señor.
Aunque no pudo disminuir los padecimientos del Mesías, se hizo presente ante el
Señor, para demostrarle que, aunque no podía hacer nada por Él, lo amaba. La fe,
la impotencia y las lágrimas de María, la hicieron digna de ser la primera en ver a
Jesús Resucitado según San Juan Evangelista, y la primera misionera enviada a
evangelizar, no a cualquiera, sino a los que fueron constituidos Apóstoles.
Tal como María derramó un perfume muy caro sobre el Señor, derramemos sobre
Jesús el perfume de una contemplación activa, y de una actividad contemplativa.
Dios es superior a nosotros, y los hombres somos hermanos. No categoricemos la
importancia de las dos formas de vida, porque nos son igualmente necesarias, para
crecer espiritualmente.
3-7. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos,
individualmente.
3-8. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico
y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de
asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en LC. 10, 38-42 a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
¿Cómo percibimos que Jesús nos ayuda a recorrer el camino de nuestro
crecimiento espiritual?
¿Por qué San Lucas no indicó en su Evangelio el nombre del pueblo en que
habitaban Marta y María?
¿Por qué se empeña Jesús en purificar y santificar a quienes lo rechazan?
¿Por qué necesitamos caracterizarnos por la apertura mental para poder construir
un mundo mejor con la ayuda de quienes no comparten nuestras creencias?
¿Por qué Lázaro y los Doce no aparecen en el Evangelio de hoy siendo servidos
por Marta?
¿Por qué podemos ver a Marta como representante de los judíos que reducían a
sus madres, mujeres e hijas a la esclavitud, y les negaban la instrucción religiosa?
¿Por qué se sentó María a los pies de Jesús?
3-2.
¿Tuvo María una falta de consideración para con su hermana al no ayudarla a
disponer todo lo necesario para servir convenientemente a Jesús? ¿Por qué?
¿Por qué destacó San Lucas la protesta de Marta?
¿Cómo escuchamos y acogemos la Palabra de Dios?
¿Por qué no fructifican nuestras lecturas, meditaciones, celebraciones cultuales y
oraciones, si no se complementan con obras caritativas?
¿Por qué podemos conocer la grandeza de nuestra fe únicamente teniendo en
cuenta la calidad y calidez de nuestras obras caritativas?
3-3.
¿Por qué se encargó Marta de disponer todo lo necesario para recibir a Jesús?
¿Por qué estaba Marta más pendiente al cumplimiento de sus múltiples deberes
que a la conversación que mantuvieron Jesús y María?
¿Protestó Marta para que su hermana la ayudara, o porque consideraba que
Jesús perdía su tiempo al inculcarle una enseñanza que solo podía serles
transmitida a los hombres?
¿A quiénes representa Marta?
¿Podemos considerarnos cristianos y servir a Dios a nuestra manera, adaptándolo
al cumplimiento de nuestros deseos, en vez de cumplir su voluntad?
¿Por qué carecen de tiempo ciertos cristianos para adorar al Señor y servirlo en
sus prójimos los hombres?
3-4.
¿Le restó Jesús importancia a la preocupación que tenía Marta por servirlo
adecuadamente?
¿Por qué nos es imposible vivir a la inmensa mayoría de habitantes del mundo sin
sucumbir a la preocupación y a la agitación?
¿Por qué somos juzgados por el poder, las riquezas y el prestigio que tenemos, y
no por la conducta que observamos?
¿Influye en nuestros juicios de valoración el hecho de vivir en un mundo
consumista, o las concepciones marginales son anteriores a la existencia del estado
del bienestar social?
3-5.
¿Son pocas las cosas necesarias en este mundo?
¿Por qué existe una cosa de cuya posesión depende el hecho de que podamos
afirmar que somos cristianos sin engañar a nadie ni mentirnos a nosotros mismos?
¿Por qué es importante esa única cosa necesaria?
¿Qué es esa cosa necesaria que necesitamos conseguir urgentemente los
cristianos?
¿Qué debemos hacer con esa cosa? ¿Por qué?
¿En qué sentido nos engañamos si escuchamos la Palabra de Dios y no la
aplicamos a nuestra vida?
¿Por qué depende el hecho de que alcancemos la plenitud de la felicidad de que
escuchemos la Palabra de Dios y la apliquemos a nuestra vida?
¿Qué le fue quitado a Marta cuando falleció?
¿Cuál es la parte buena que escogen las almas contemplativas que jamás les será
quitada?
3-6.
¿Con qué intención recibió Marta a Jesús en su casa?
¿Por qué no se dio cuenta Marta de que Jesús no se hospedó en su casa para ser
alimentado, sino para alimentar su espíritu?
¿Quería Jesús que Marta lo sirviera perfectamente, o hacer de ella una de sus
discípulas, y curar sus heridas psíquicas?
¿En qué sentido podemos parecernos los cristianos activistas a Marta?
¿Cómo podemos convertir el servicio a Dios en autoservicio?
¿Por qué debemos aprender a ser contemplativos los activistas?
¿Condenó Jesús a Marta por su deseo de servirlo?
¿Por qué le tocó a María distraer a Jesús en vez de servirlo?
¿Por qué instruyó Jesús a María, si la formación espiritual no estaba destinada a
las mujeres?
¿Cómo demostró Marta cuando murió Lázaro que su fe era más grande que la fe
de María?
¿Cómo pudo Marta tener más fe que María, si recibió menos instrucción religiosa
que su hermana?
Marta recurrió a María para que la ayudara a convencer a Jesús de que resucitara
a Lázaro. ¿Qué enseñanza obtenemos a partir de este hecho tan significativo?
¿Qué ocurre cuando el activismo cristiano es impulsado por la fe?
¿Qué le demostró María a Jesús cuando permaneció ante la cruz en que fue
crucificado el Señor?
¿Por qué recibió María de Jesús la orden de hacer que los Doce recuperaran su fe
perdida, si su formación espiritual era inferior a la de los Apóstoles, y no era
hombre?
¿Cómo podemos perfumar al Señor con nuestra contemplación activa, y nuestra
actividad contemplativa?
5. Lectura relacionada.
Leamos y meditemos JN. 11, 1-55. 12, 1-8.
6. Contemplación.
Contemplemos a Jesús entrando en el pueblo en que vivían María y su hermana.
Quienes predicamos el Evangelio, aprendemos a convivir con quienes no comparten
nuestras creencias, si somos receptivos. El hecho de ver cómo la gente busca la
felicidad recorriendo múltiples caminos, resulta ser muy edificante. Al mismo
tiempo que predicamos el Evangelio, no solo para evangelizar a quienes lo acepten,
pues también lo hacemos para no perder la fe, corregimos nuestros errores, al
mismo tiempo que quienes nos rodean, hacen lo propio. Si no viviéramos en un
mundo carente de fe, no seríamos conscientes de nuestra necesidad, de
enriquecernos espiritualmente. Es así como, al intentar enriquecer a otros, nos
enriquecemos nosotros, por causa de la necesidad de nuestros oyentes y lectores,
de conocer a Dios.
Contemplemos a Marta recibiendo a Jesús en su casa, y contemplémonos
nosotros, siendo absorbidos por una mentalidad que nos incita a juzgarnos, no por
la conducta que observamos, sino por el poder, las riquezas y el prestigio que nos
caracterizan.
María escuchaba la Palabra del Señor, sentada a los pies de Jesús. El activismo y
la vida contemplativa, no solo se oponen porque hemos considerado la segunda
manera de vivir superior a la primera, sino porque, aunque nos consideremos
cristianos, estamos tan absorbidos por nuestras ocupaciones y preocupaciones, que
no tenemos tiempo para crecer espiritualmente, ni para servir a Dios, en nuestros
prójimos los hombres.
Solo una cosa nos es necesaria, para satisfacer nuestras carencias, desde la
óptica de Dios.
Solo una cosa nos es necesaria, para evitar crearnos necesidades esclavizadoras.
Solo una cosa nos es necesaria, para escoger la mejor parte que no nos será
quitada, porque las preocupaciones y el agobio desaparecerán cuando nuestra
tierra sea el Reino de Dios, y, el gozo de formar parte de la familia divina, y de
servir a Nuestro Padre común en sus hijos los hombres, permanecerá para siempre.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 10, 38-42.
Comprometámonos a leer los Evangelios correspondientes a las celebraciones
eucarísticas de la próxima semana, y, si ello nos aporta enseñanzas, sigámoslo
haciendo indefinidamente.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Señor Jesús: Sentada a tus pies, escuchando tu Palabra, y meditándola
pausadamente, María alimentó su espíritu, y su fe se hizo grande. Gracias a ello,
María te perfumó con la fragancia de una fe que la llevó a permanecer junto a tu
cruz y a ser la primera en verte como vencedor de la muerte. Ayúdame a alimentar
mi espíritu con tu Palabra. Enséñame a meditar tus enseñanzas, y a aplicarlas a mi
vida, y, para que no me deje arrastrar por un activismo febril que me produzca un
gran cansancio y me haga perder la fe, enséñame a rezar, como lo hiciste con tus
discípulos.
9. Oración final.
Leemos FLP. 2, 6-11, pensando cómo Jesús, a partir de su contemplación activa,
y de su actividad contemplativa, se entregó a sus enemigos, para demostrarnos
que somos amados, por el Dios Uno y Trino.
Nota: He utilizado en esta meditación el leccionario de la Misa y la Biblia de
Jerusalén.
José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en
joseportilloperez@gmail.com