XV Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Jueves
Padre Julio González Carretti O.C.D
a.- Ex. 3, 13-20: Revelación del Nombre divino.
b.- Mt. 11, 28-30: Soy manso y humilde de corazón.
En este evangelio encontramos una invitación al descanso a todos los pobres y
hambrientos, la gente sencilla, los apenados y enfermos. Uno podría preguntarse:
¿De qué estamos cansados? En los tiempos de Jesús el yugo se refería a la
observancia estricta de la Ley mosaica que el pueblo ya no soportaba tantas
prescripciones que ya ni las conocían ni observaban; Ley que había sido dada para
la salvación y la vida (cfr. Ez. 20,13). Por eso, los maestros fariseos y escribas,
consideraban como malditos de Dios al pueblo ignorante (cfr. Hb. 15,10). El
descanso al que invita Jesús, es a sentirse aliviados del peso de la Ley de Moisés,
su absolutismo, y acoger el yugo suave de su doctrina, que consiste primeramente
en la acción del Espíritu Santo en lo interior del creyente, poniendo la fuerza
necesaria para cumplir los mandamientos, las bienaventuranzas, y lo más
importante el amor a Dios y al prójimo. El yugo de Cristo, es suave y ligero, porque
viene al hombre con humildad, desde su misterio de haberse hecho uno como
nosotros (cfr. Flp. 2,5); lo acoge para que descanse en ÉL y le invita a la
mansedumbre para que desde esta experiencia comience el camino de una
intimidad divina que lo haga un discípulo y revelador del amor de Dios en su vida
para el prójimo (cfr. 1Jn. 5,3). La ley de Cristo, es yugo llevadero porque nace de la
alegría y de la confianza en Dios; Jesús es más exigente, como vemos en las
bienaventuranzas, que los rabinos judíos, pero la diferencia está en que es Maestro
manso y humilde, y no despótico (cfr. Zac. 9, 9). Esa religión y moral, basada en
normas y leyes, sin alegría, desgraciadamente todavía se vive en la Iglesia de hoy
porque muchos cristianos, lo entienden como un mero cumplimiento. La religión
fundada por Jesucristo está basada en el evangelio, anuncio alegre de la salvación,
libertad y gozo, amor a Dios y al prójimo. Creemos y seguimos a Jesús, creemos en
su palabra y en los valores que encarnó y predicó; exige una respuesta de amor.
Como bautizados, el Espíritu Santo ora en nuestro interior, como hijos con el Hijo al
Padre. ¡Padre nuestro! Esta relación de filiación divina posibilita la respuesta a la
voluntad de ese Padre Dios que nos ama y une a su Hijo e ingresar en la vida
eterna.
La Santa Madre Teresa, exige cultivar esta virtud para ser verdadero cristiano
orante y contemplativo; conocer la propia verdad o realidad a la luz de la verdad de
Dios. “Una vez estaba yo considerando por qué raz￳n era nuestro Se￱or tan amigo
de esta virtud que la humildad, y púsome delante esto: que es porque es suma
Verdad, y la humildad es andar en verdad” (6 M 10,7).