XV Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Viernes
Padre Julio González Carretti O.C.D
a.- Ex. 11,10; 12, 1-14: La institución de la Pascua.
b.- Mt. 12, 1 -8: El Hijo del Hombre es Señor del sábado.
Nos encontramos con Jesús en uno de los enfrentamientos con los fariseos y
escribas, en su afán de liberar al hombre de la esclavitud de la religión judía. Lo
peor es que lo hacían en nombre de Yahvé y de su ley. El sábado se santificaba con
el descanso de todo tipo de trabajo, y se pasó de una ley humanitaria, a una
institución sagrada, pero no al servicio del hombre, sino más bien, para ser servida
por el hombre. Jesús proclama que el sábado fue hecho para el hombre, y no al
revés (cfr. Mc. 2, 27); palabras que sonaron a blasfemia. Se había llegado a medir
los pasos que el piadoso judío debía caminar para no faltar al descanso del sábado
(cfr. Hb. 1, 12). ¿Arrancar espigas y comerse los granos mientras se va de camino,
se puede considerar un trabajo? ¿Era lícito o no hacerlo en sábado? (v. 2). La ley
había establecido que se podía hacer, lo que los fariseos inculpan a Jesús por
haberlo consentido y no haberlo impedido en sábado: Si entras en el sembrado de
tu amigo, podrás cortar espigas y desgranarlas con la mano, mas no echar en ellas
la hoz” (Dt.23, 25). Según la estricta interpretación el hecho de arrancar las
espigas y frotarlas, era considerado un trabajo en sábado, por lo tanto, prohibido.
Jesús, les va a demostrar a los fariseos cómo se quebrantó el sábado en el pasado.
Jesús responde recordando lo acontecido con David, testimonio al que se podía
apelar, que comió él y los suyos los panes reservados para los sacerdotes en el
templo, aunque este texto, no señala que fuera en sábado. David en esa ocasión
huía de Saúl, hizo que Abimelek, le diera el pan ofrecido a Dios, que comían sólo los
sacerdotes; David prefirió dar de comer a sus soldados no hizo caso de esa
disposición y favoreció la vida de sus soldados (cfr. 1Sam. 21,2-7). Se resalta aquí
la libertad de David y de Jesús. Con ello establece Jesús que el sábado no es un
absoluto: primero está la necesidad humana, el hambre en este caso, antes que la
ley del sábado, como hizo David y sus hombres. Todo anima a Jesús a presentarse
como el Señor del sábado. Sólo el que viene del cielo, el Mesías, puede violar el
sábado; si David comió los panes consagrados, cuanto más podía hacer el
descendiente de David. El culto que los sacerdotes tributaban a Dios en sábado, era
trabajo, considerado como el segundo argumento de Jesús contra la interpretación
de los fariseos (v.5-6). Ellos debían inmolar las víctimas, recoger los dones y la
purificación de las vasijas; todo eso estaba mandado y establecido. ¿Los sacerdotes
lo hacen y no incurren en falta? ¡Cuánto más tiene que estar presente la libertad,
cuando aquí hay uno más grande que el templo! (v.6). Palabra fuerte, considerando
que no hay, mayor santuario en Israel, que el templo de Jerusalén, que garantiza la
presencia de Dios. Palabras que reaparecerán en el juicio contra Jesús (cfr. Jn.
26,61; Hch.7,47-50). En los tiempos mesiánicos, el templo asegura la proximidad
de Dios, porque en Jesús de Nazaret, está Dios presente en forma visible; es el
Emmanuel, Dios con nosotros. Esa dignidad es inmensamente mayor que la
edificación, la casa, el templo, construido sólo de Piedra y metales preciosos. Jesús
es más que el templo, que David; sólo Dios era más grande que el templo. La
acción de David, que era menos que el templo, quiso reparar o cubrir una
necesidad humana de él y su gente; ahora bien, Jesús que es más que todo eso, les
pide a sus adversarios que mediten qué significa: “Misericordia quiero y no
sacrificio” (Os. 6, 6). Coloca una escala de valores que hace valer como argumento:
Dios quiere el corazón, la obediencia la confianza, en definitiva la fe y la justicia del
hombre al servicio de su economía de salvación. Los sacrificios si el hombre los
ofrece, también los acepta, pero sin exonerarnos de la misericordia, por cumplir
escrupulosamente las prescripciones litúrgicas. No es una objeción al templo, al
culto o a los sacrificios. Más importante que el sábado y los sacrificios del templo,
es la misericordia con el necesitado, con el hambriento en este caso, y esto sí es
voluntad de Dios. Jesús nos invita a adorar a Dios en espíritu y en verdad (cfr. Jn.
4, 24), es el alborear de un tiempo nuevo, los del Mesías. Llevar el culto dominical
a la vida y la vida al culto cosa de hacerlo más humano y divino. Lejos de nosotros,
caer en ritualismos vacíos, que no aseguran la salvación; sólo quien hace la
voluntad de Dios y obedece a Jesús, encuentra salvación. La celebración
eucarística, nos dona su Palabra, su Cuerpo y Sangre para tener vida eterna hoy.
Teresa de Jesús, en la Humanidad de Cristo, descubrió el camino para ir a Dios, en
un tiempo, como ahora, en ciertas corrientes espirituales, la Humanidad de Cristo
era considerada un impedimento para los orantes avanzados. La Santa luchó contra
estas teorías: Jesús es camino siempre hacia el Padre. “Veía que aunque era Dios,
era Hombre, que no se espanta de las flaquezas de los hombres” (V 37,5).