XV Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Viernes
Jesús, Señor del sábado, quiere nuestro bien
“Un sábado de aquéllos, Jesús atravesaba un sembrado; los
discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a
comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron: -«Mira, tus discípulos
están haciendo una cosa que no está permitida en sábado.» Les
replicó: -«¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus
hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de
los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a
sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la
Ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin
incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el
templo. Si comprendierais lo que significa "quiero misericordia y no
sacrificio", no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo
del hombre es señor del sábado»” (Mateo 12.1-8).
1. El diálogo entre Cristo y el fariseo, en torno a la observancia
del sábado, es importante . A partir de pequeños acontecimientos de la
vida corriente, vas formando a tus apóstoles, Jesús: -“Por aquel
entonces, un sábado, iba Jesús por los sembrados; los discípulos
sintieron hambre y empezaron a arrancar espigas y a comer ”. Comer
algo que se toma con la mano, está permitido entre los judíos.
Los apóstoles han violado una de las reglas de la Mischna sobre el
Sabbath sobre las actividades prohibidas en ese día. Tú, Jesús, les haces
ver que la ley que prohíbe arrancar las espigas en sábado no es más que un
documento de comentaristas de la ley; por el contrario, la misma ley
autoriza claramente a comer el pan sagrado cuando se tiene hambre (1
Sam 21,2-7).
-“ Tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado ”. Lo
primero que indicas, Señor, es que David viola un día una disposición
litúrgica porque tenía hambre. Y lo apruebas, mostrando que conservar la
vida tiene, para Dios, más importancia que las leyes cultuales.
También dices que los sacerdotes encargados del servicio del Templo,
hacen toda clase de trabajos corporales el día del sábado, para preparar los
sacrificios o limpiar los utensilios del culto.
Y con el Profeta Oseas, que hemos leído estos días, recuerdas que
Dios nos dice: " Quiero amor y no sacrificios " (Os 9,13), mostrando la
verdadera jerarquía de valores: ¡lo que Dios quiere es nuestro corazón!
«Prefiero las virtudes a las austeridades, dice con otras palabras Yavé al
pueblo escogido, que se engaña con ciertas formalidades externas.
-Por eso, hemos de cultivar la penitencia y la mortificación,
como muestras verdaderas de amor a Dios y al prójimo » (J. Escrivá,
Surco 992). Podemos concretar algunos sacrificios en el trabajo cuidando
las cosas pequeñas, en la cordialidad en el trato o en la comida, etc.
Pero vas más lejos, afirmando que tú eres "Señor del sábado" y
"más importante que el templo ". Tienes plenos poderes. Eres "Hijo del
hombre" y el "Señor del sábado" , Dios legislador que nos muestra la
auténtica Ley, el Mesías esperado que modificase la legislación (Maertens-
Frisque).
-“ Hay aquí alguien que es mayor que el templo” . En el Templo
no habita Dios, pero en ti, Jesús, Dios se hace carne. No derogas la Ley del
Sábado, sino que la interpretas desde el interior, y le insuflas un soplo
nuevo (Noel Quesson). El día de la creación, con la nueva creación que es
tu Resurrección, Jesús, pasará a ser el día del Señor –“diez dominus”,
domingo- aunque en algunas lenguas sigue llamándose el “día del Sol”,
pues tú eres la luz que nos iluminas. Así, el "primer día de la semana", el
domingo, pasa a ser el día de la Eucaristía.
El sábado, que estaba pensado para liberar al hombre, lo convertían
algunos maestros en una imposición agobiante. Lo mismo podría pasar con
nuestra interpretación del descanso dominical, por ejemplo, que ahora el
Código de Derecho Canónico interpreta bastante más ampliamente que
antes: « se abstendrán de aquellos trabajos y actividades que
impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor
o disfrutar del debido descanso («relaxationem») de la mente y del
cuerpo » (CIC 1247).
Jesús, nos enseñas a ser humanos y comprensivos, y nos das tu
consigna: no es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre.
Pones ahí el acento de que el bien del hombre es el camino de la Ley, y en
el fondo, “ el pecado ofende a Dios lo que perjudica al hombre ” (Santo
Tomás de Aquino); si algo es bueno para el hombre, no es pecado pues la
Ley va dirigida a nuestro bien. Esto significa que las leyes han de estar
puestas para bien de las personas, y no poner en nombre de Dios cosas que
perjudican la persona. Serán en todo caso apreciaciones humanas, que han
de ir dirigidas a ese fin y si no se pueden cambiar.
Todo rito, como la asistencia a la santa Misa, debe ir acompañados
por la unión interior contigo, Jesús: « El sacrificio exterior para ser
auténtico, debe ser expresión del sacrificio espiritual. “Mi sacrificio
es un espíritu contrito ...”. Los profetas de la Antigua Alianza denunciaron
con frecuencia los sacrificios hechos sin participación interior o sin relación
con el amor al prójimo. Jesús recuerda las palabras del profeta Oseas:
“Misericordia quiero, que no sacrificio”. El único sacrificio perfecto es el
que ofreció Cristo en la cruz en ofrenda total al amor del Padre y por
nuestra salvación. Uniéndonos a su sacrificio, podemos hacer de
nuestra vida un sacrificio para Dios» (CEC 2100).
2. Vemos a Moisés, que con la ayuda de Dios, condujo en la salida de
Egipto. Empieza el éxodo. No leemos todos los pasos de esta historia. Por
ejemplo, las plagas con que Dios fue castigando a Egipto para que dejara
salir a los judíos (plagas que, en principio, podían ser fenómenos naturales
catastróficos, que los judíos interpretaron como castigo de Dios): sólo
leemos la décima y última, la muerte de los primogénitos de las familias
egipcias, o la muerte del primogénito del Faraón, que llenó de consternación
a todo Egipto. La pascua probablemente era en su origen una fiesta de
pastores que en primavera, cuando nacen los corderos y se inicia la
trashumancia hacia los pastos de verano, ofrecían el sacrificio de una res
recién nacida, y con su sangre realizaban un rito especial para impetrar la
preservación y fecundidad de los rebaños, pero desde ahora quedará
cargada de un significado y una fecundidad profundas, cada rito se carga de
sentido: la cena de despedida está descrita con los ritos que luego se harían
usuales: la reunión familiar, el sacrificio del cordero con cuya sangre
marcan las puertas, la cena a toda prisa, con panes ácimos, sin acabar de
fermentar...
Todo es imagen de Jesús, que atravesó las aguas de la muerte para
entrar en la nueva existencia, a la que, como nuevo Moisés, nos conduce a
todos sus seguidores. De esta Pascua -acontecimiento irrepetible, su muerte
y resurrección-, se nos hizo partícipes ya el día de nuestro Bautismo (Rm
6,3-4). En la misa, celebramos al Cordero cuya Carne nos alimenta, cuya
Sangre nos salva. He ahí la ceremonia ritual de la «cena pascual» por la
cual, de generación en generación, los judíos conmemoraron su Liberación.
Los simbolismos son muy expresivos. Al meditarlos HOY nosotros, los que
creemos en Cristo, no olvidemos: - de una parte que Jesús, como fiel judío,
vivió esos ritos cada año, al celebrar la Pascua... - de otra parte que Jesús
transformó esos ritos introduciendo su propio sacrificio eucarístico. En
efecto, toda liberación humana es el signo y el anuncio de la única
liberación definitiva, la «resurrección» que nos libra de las opresiones más
temibles: el pecado y la muerte.
-“ El primero de los meses... el décimo cuarto día del mes ”...
Nuestra vida de Fe se inscribe en un calendario, en el tiempo, día tras día,
año tras año. ¿Tengo el sentido de ese itinerario por el que Dios me
conduce?
-“ Un cordero por casa... y si la familia fuese demasiado
reducida invitará al vecino más cercano ”... Rito comunitario vivido «en
familia» y «en vecindad»... La Fe no puede vivirse en solitario, sino con los
hermanos.
-“ Una vez degollado el cordero tomarán la sangre y untarán
con ella las dos jambas y el dintel de la casa ”... Signo de la sangre,
símbolo de la vida, portador de la energía vital. « Esta es la copa de mi
sangre, la sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada
por vosotros y por todo el mundo para la remisión de los pecados
-“ La sangre será vuestra señal en las casas. Cuando yo la vea
pasaré de largo y no habrá para vosotros plaga exterminadora
cuando yo hiera el país de Egipto”. ¡La sangre que protege del mal!
Jesús se presentó como el «Cordero verdadero» (Jn 13,1;18,28), que por
su sacrificio sangriento aporta la liberación total y decisiva... que por el don
de su vida nos libra de la influencia del pecado... que nos arrastra a
seguirlo, peregrinos en camino, hacia la verdadera Tierra Prometida, cerca
de Dios. ¿Soy consciente de ese carácter «pascual», liberador, de cada
misa? ¿Aporto al Señor todos mis esfuerzos para liberarme y para liberar a
mis hermanos? ¿Pienso que estoy en camino? ¿Cuál es la finalidad de mi
vida?
-“ Comerán la carne aquella misma noche ”... No se trata de un
rito exterior. Hay que asimilarlo, nutrirse verdaderamente de él. La
liberación no es, en primer lugar, un «recuerdo» del pasado, es un
acontecimiento actual que me concierne personalmente y en el que me he
de comprometer. Hay que comer. No basta con «asistir» a la misa. Hay que
comulgar en ella. Ritualmente comiendo el Cuerpo del Señor y realmente
comprometiéndome en la liberación de todo mal.
-“ Con panes sin levadura... De pie, ceñida la cintura, calzadas
las sandalias, el bastón en la mano... comeréis de prisa ”. Sí, es una
comida antes de partir. No nos reunimos por reunirnos, sino para partir
hacia... Cada misa me devuelve a mi vida cotidiana, a mis trabajos y
compromisos. ¿Hay un enlace entre mi vida y los ritos? (Noel Quesson).
3. Esta celebración, repetida cada año, será para Israel un memorial,
« un día memorable para vosotros, y lo celebraréis como fiesta en
honor del Señor para siempre ». Pascua significa “alegría”, “alegría
festiva”, “salto ritual o festivo”, y su misma raíz equivale a “pasar por
encima de” (1 R 18,21.26; Is 31,5), de ahí que sirva tanto como castigo-
azote como salvación-protección, claramente aquí significa “ el paso del
Señor ”: « mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles », dice el
salmo de hoy. Pero su amor y su poder divino hacen lo que parecía
imposible. Y dice S. Agustín: “¿Quién te dio la copa de salvaci￳n, de suerte
que tomándola e invocando el nombre del Señor, le retribuyas por todo lo
que a ti te retribuyó? Quién sino Aquel que dice: ¿ Podéis beber el cáliz que
yo te de beber? ¿Quién te otorgó imitar sus padecimientos sino Aquel que
primeramente padeció por ti? Por tanto, preciosa es delante del Señor la
muerte de sus santos . La compró con su sangre, que primeramente
derramó por la salud de sus siervos, para que sus siervos no dudasen en
derramarla por el Nombre del Se￱or”.
Llucià Pou Sabaté