XVI Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo C. (Año Impar)
Martes
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Miq. 7, 14-15. 18-20: Arrojará a lo hondo del mar todos nuestros
delitos.
b.- Mt. 12, 46-50: Estos son mi madre y mis hermanos.
El evangelio de hoy, presenta a Jesús, hablando a la multitud, y alguien le
comunica que su familia quiere hablar con ÉL. Hace una pregunta antes de dar
paso al diálogo: “﾿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” (v.48). Todos
conocían a sus parientes, con esta pregunta tampoco se piensa que se distancie de
ellos, o que no los estime o esté separado de ellos. El evangelista señala que Jesús
extendió la mano hacia sus discípulos, signo de pertenencia, toma de posesión y
de bendición, y a éstos dice: “He aquí a mi madre y mis hermanos” (v. 49). Una
característica del discípulo es hacer la voluntad del Padre, por ello, ingresa en la
familia de Jesús, es su hermano, hermana, madre. Los vínculos de sangre, estirpe,
familia, pueblo no son decisivos para el reino de Dios. Por sobre todos ellos está la
llamada del Dios viviente, el Evangelio de Jesús, es como espada que enfrenta en la
familia a padres e hijos, pero además esta palabra debe procurar una mayor unión
con Jesús y estar por sobre los lazos familiares (cfr. Mt.10,34-37). Su vida está
marcada por la entrega total a la voluntad del Padre (cfr. Hb. 10,5). Para ser
pariente de Jesús, ser verdadero discípulo suyo, primero hay que seguirle,
escucharle, aprender de Él, recorrer el camino del sacrificio y renuncia que ÉL hizo
durante su vida terrena (cfr. Mt. 12, 48-50; 16, 24; Jn. 15,14; Mt. 11, 29; 10, 38-
39; Mt. 16, 23). Que la voluntad de Dios sea ley suprema, es muy significativo en
el mensaje de Jesús, porque decide la verdadera adhesión a Dios. No puede el judío
apelar a la voluntad de Dios contra las exigencias de Jesús, lo mismo el cristiano,
no está exento del cumplimiento activo del querer del Padre, si confiesa a Cristo
como su Señor. (cfr. Mt. 7, 31-33). Si el discípulo esta en dependencia de su
maestro o no está sobre él, ahora se añade que el discípulo es pariente del Señor
en sentido espiritual. Entrar en la familia de Jesús, supone intimidad, acogida,
diálogo, intereses comunes, metas; se trata de profundos acuerdos de corazones
que laten al unísono, más rico y dinámico que los lazos simplemente de parentesco.
Las relaciones de los discípulos con su Maestro, desemboca en acuerdos entre los
discípulos entre sí. El reino de Dios establece una compenetración espiritual, vivida
en la fe, que sobrepasa los lazos familiares terrenos, sin que disminuya su valor.
Este nuevo relacionarse de los cristianos, miembros de la Iglesia, es un anticipo de
la vida eterna, comenzando por los que han hecho una opción radical por Cristo y
los nuevos que se acercan a conocer e integrarse en la familia del Señor
Resucitado, cuya Madre, María los acoge como verdaderos hijos y hermanos de
Jesús. La Iglesia es la familia de Jesús, porque la voluntad del Padre, es nuestro
alimento y así vivir para el Padre (cfr. Jn. 6, 57).
Luego de su conversión Teresa de Jesús, no quiere otra cosa hacer la voluntad de
Dios en su vida. Amar a Dios tanto como es amada, de ahí el origen de este deseo,
se siente amada y quiere corresponder plenamente, no reservándose nada para sí.
Hay que imitar a Dios que ama sin esperar nada, nada a cambio; es su esencia
amar sin límites, infinitamente. Amor del Hijo por su Padre, que en secreto le
comunica su querer, así hace con el alma cristiana. “ᄀOh buen Jesús! ᄀQué claro
habéis mostrado ser una cosa con el Padre y que vuestra voluntad es la suya y la
suya vuestra!” (CV 27,4).