XVI Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo C. (Año Impar)
Viernes
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Jr. 3, 14-17: Os daré pastores conforme a mi corazón.
b.- Mt. 13, 18-23: El que escucha la palabra y la entiende, ése dará fruto.
En este evangelio encontramos la explicación de la parábola que sólo se da a los
que la entienden. Esta explicación es un ejemplo de cómo es acogido el discurso de
Jesús por el creyente, la Iglesia y cómo es aplicado a la propia experiencia de Dios
de cada discípulo. Es una declaración para los que están dentro, comentario de la
comunidad acerca de sí misma y del resultado de la actividad misional. Estas
categorías, representan cuatro formas de ser cristianos en la Iglesia, donde todos
han recibido el anuncio del Evangelio, pero la respuesta difiere de unos a otros.
Incluso, se puede afirmar, que la han recibido con fe, pero ha faltado
perseverancia. Los tres primeros tipos, (el camino, el pedregal y las zarzas) oyen la
Palabra de Dios, pero no escuchan las exigencias que deben estar por sobre los
sentimientos, la veleidad frente a la prueba, los trabajos de la vida y el poder de las
riquezas. El camino, primer grupo de personas, representa a quien oye la palabra
de Dios sin entenderla, porque tiene endurecido el corazón, viene el maligno y roba
lo sembrado; oyó el sonido, pero no se abrí al contenido de la palabra de Dios, y
por tanto al mismo Dios (v. 19); el pedregal, representa a un segundo grupo de
personas, que aceptan la palabra con presteza y alegría, pero frente a la dificultad,
y falta de perseverancia, sucumbe por carecer de profundidad, es decir, de raíz; no
se mantiene firmes en sus convicciones, se cansan, se escandalizan, y recusan (v.
21); las zarzas y abrojos, representan a un tercer grupo de hombres, que son
absorbidos por las preocupaciones de la vida, por el consumismo, ídolo de nuestro
tiempo, hasta que ahoga la palabra de Dios. Son los que no saben defenderla
contra los ofrecimientos seductores de la vida. Las riquezas y preocupaciones
impiden el crecimiento de la palabra en la vida del creyente, hasta hacerla estéril.
Aquí hubo una fe auténtica, pero que no conformó la vida del discípulo; el Evangelio
exige la vida entera, y total disposición (v.22; cfr. Mt.6, 24-25). Finalmente,
tenemos la tierra buena, que es representada por los que escuchan y entienden, y
aceptan con generosidad la palabra de Dios que han escuchado de parte de
Jesucristo. Estos oyen y entienden, no sólo al principio, sino que sobre todo en las
tribulaciones y trabajos, en el gozo y la paz, frente a fuerzas contrarias o que
pretenden distraernos en el camino. Este es el cristiano, que comprende
plenamente la palabra y persona de Cristo Jesús; comprende que Dios quiere ser el
Señor de su vida, siempre y en todas partes, que ser discípulo es compromiso para
toda la vida en profundidad y vuelo de altura, anchura de miras evangelizadoras y
apertura a lo interior para que se le provea ubérrimamente con dones de Dios, con
lo que lleva frutos exquisitos de justicia y caridad. Según la medida de su
conocimiento y comprensión se les da el ciento por uno, el sesenta y treinta por
uno (v. 23). Frutos de justicia, santidad, verdad y amor que se van entrelazados,
con un fuerte compromiso de vida teologal y de oración. La Iglesia agradece los
dones con que el Espíritu la enriquece y fortalece y la hace resplandecer de belleza
en sus hijos, los Santos canonizados y los de a pie.
Teresa de Jesús, asume la palabra de Dios desde su condición de cristiana y
contemplativa que ve como esa voluntad divina que va transformando la existencia
diaria. “Siempre yo he sido aficionada, y me han recogido más las palabras de los
Evangelios que libros muy concertados” (CV 21,4).