XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Marta y María, modelos de amor y servicio
«Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer llamada
Marta le recibió en su casa. Tenía ésta una hermana llamada María
que, sentada también a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Pero Marta andaba afanada con los múltiples quehaceres de la casa
y poniéndose delante dijo: «Señor, ¿nada te importa que mi
hermana me deje sola en el trabajo de la casa? Dile, pues, que me
ayude». Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, tú te preocupas
y te inquietas por muchas cosas. En verdad una sola cosa es
necesaria. Así, pues, María ha escogido la mejor parte, que no le
será arrebatada». (Lucas 10, 38-42).
1. Marta y María acogen a Jesús. Marta se enfada pidiendo que María le
ayude. Jesús le dice: “ Marta, te preocupas de muchas cosas, cuando una
sola es necesaria. María eligió la mejor parte que no le será quitada” . La
clasificación entre vida activa y contemplativa, a partir de eso, hizo
incomprensible este texto, mostrando una supuesta descalificación de la
vida activa puesta en boca de Jesús. Incluso santa Teresa dice con su
habitual gracejo, que, si todos hiciésemos como María, Jesús se quedaría
sin comer. Es obvio que el sentido tiene que ser otro que tenga más
coherencia con el resto del evangelio.
Además, ¿es que no fue activa la vida de Jesús? ¿No son palabras suyas
que los zorros tienen madriguera fija y los pájaros nido, pero que él estaba
siempre en marcha de un sitio para otro?
Ironizaba S. Agustín: “Si fuera así, cesen los hombres de socorrer a los
necesitados, elijan para sí la mejor parte, que no les será quitada.
Dedíquense a la palabra divina, anhelen ardientemente la dulzura de la
doctrina, conságrense a la ciencia salvadora; despreocúpense de si hay un
peregrino en la aldea, de si alguien necesita pan o vestido; desentiéndanse
de visitar a los enfermos, de redimir al cautivo, de enterrar a los muertos;
descansen de las obras de misericordia y aplíquense a la única ciencia. Si
ésa es la mejor parte, ¿por qué no nos dedicamos a ella todos, dado que
tenemos al Señor por defensor al respecto? Aquí no existe temor alguno de
ofender su justicia, puesto que sus palabras nos apoyan”. Las cosas son
buenas, pues “ Dios hizo todas las cosas y eran muy buenas” (Gn 1,31).
Presenta las dos maneras de afrontar la hospitalidad con Jesús haciendo
referencia a la vida presente y la futura: “Estas dos mujeres, ambas amigas
del Señor, ambas dignas de su amor, ambas discípulas suyas, son figura de
dos vidas, la presente y la futura; una laboriosa y otra ociosa; una infeliz y
otra dichosa; una temporal y otra eterna. Quienes lo habéis visto y
comprendido habéis comprendido algo en verdad grande que deben ver y
conocer quienes aún no lo han visto ni conocido. Esas dos vidas son las que
os he descrito, en cuanto me ha sido posible. Vosotros reflexionad ahora,
sin prisas sobre ellas...” María escoge lo mejor, según aquello: “ Mi bien es
estar unida a Dios (Sal 72,28).
Te vemos, Jesús, que tienes amigos, raíces… Marta se esfuerza en
preparar una comida especial (algo más complicada de lo normal) porque
hay huésped, lo que supone que no puede estar charlando con Jesús a
pesar de lo mucho que le gustaría. Si María ayudase, acabarían antes y se
podrían sentar todos para conversar. Jesús se da cuenta y le dice a Marta
que no se líe, que haga cualquier cosa para comer, porque lo importante, lo
mejor y lo más agradable es relacionarse en un ambiente de plena amistad.
Él no ha ido allí para sofisticaciones, sino para estar con sus amigos.
Hogar no es donde vivo, sino donde me comprenden. No se descansa en
una silla, sino en un amigo. El nombre de Betania tiene desde entonces
para los cristianos el significado de lugar de amigos.
El ritmo vertiginoso de nuestra sociedad es el de quien bebe mucho, pero
sin saborear. Vemos, hablamos y oímos tan de prisa que el gozo de vivir se
nos escapa. Nos hemos convertido en turistas superficiales de nuestra
propia existencia. No vivimos, nos viven.
No disfrutamos de la vida que Dios nos da. En los ambientes de Iglesia se
muestran serias reticencias a la palabra placer. Se identifica el contenido del
término con abuso o desviación. Sin embargo, el disfrutar sanamente de la
vida ilumina los rostros, serena el mundo interior de las personas, da
optimismo y ánimo, permite maravillarse y, casi siempre hace barruntar el
misterio. Los místicos y contemplativos de todos los tiempos saben mucho
de esto (Eucaristía 1989).
El sueco W. Stinissen ha hablado de «una neurosis fundamental» del
hombre contemporáneo, que tiene su origen en la «represión de Dios».
Según él, se trata de «una neurosis más profunda, que resulta de la pérdida
de contacto, por parte del hombre, con el nivel trascendente de su ser, y
que le precipita en un abismo de absurdo y soledad». Ninguna terapia
psicológica puede curar esta «neurosis fundamental», pues está causada
por el hecho de encontrarnos fuera de nuestro ser auténtico. Podremos
lograr que nuestra vida sea más agradable en un aspecto u otro, pero el
problema más profundo no habrá sido resuelto. San Agustín lo expresó hace
mucho tiempo en frase bien conocida: «Nos has hecho para ti, y nuestro
corazón no descansará hasta que descanse en ti.»
El hombre actual necesita aprender el arte de escuchar. Necesitamos
hacer silencio, curarnos de tanta prisa, detenernos despacio en nuestro
interior, sincerarnos con nosotros mismos, sentir la vida a nuestro
alrededor, sintonizar con las personas, escuchar la llamada silenciosa de
Dios. No se trata de buscar el silencio por el silencio, sino de reencontrarnos
a nosotros mismos, enraizarnos más sinceramente en nuestro ser, y, sobre
todo, escuchar al que es la fuente de la vida. Dedicar un tiempo de nuestras
vacaciones a estar sencillamente en silencio, a la escucha de nuestra vida y
a la escucha de la ternura de Dios, puede resultar insoportable al comienzo,
pero puede ser una experiencia de renacimiento gozoso (J. Pagola).
Del amor -y del verdadero amor- E. Fromm señala: «Se considera
"pasivo" a un hombre que está sentado, inmóvil y contemplativo, sin otra
finalidad que experimentarse a sí mismo y su unicidad con el mundo porque
no "hace" nada. En realidad, esa actitud de concentrada meditación es la
actividad más elevada, una actividad del alma, y sólo es posible bajo la
condición de libertad e independencia interiores (…) Sin duda, ser capaz de
concentrarse significa poder estar solo con uno mismo -y esa habilidad es
precisamente una condición para la capacidad de amar-. Paradójicamente,
la capacidad de estar solo es la condición indispensable para la capacidad
de amar».
J. L. Martín Descalzo en el Testamento del pájaro solitario narra una
experiencia de niño cuando su madre le llevó un día a una catedral:
«Recuerdo que mi madre apretaba mi mano, como abrazando mi alma y me
decía: "Mira, aquí está Dios", y que tenía temblor su voz cuando lo
mencionaba. Y yo buscaba al Dios desconocido en los altares, sobre la
vidriera en que jugaba el sol a ser fuego y cristal. Y ella añadía: "No le
busques fuera, cierra los ojos, oye su latido. Tú eres, hijo, la mejor
catedral"». ¿Tendremos tiempo, en estas semanas de descanso y en
nuestra vida, para cerrar los ojos y oír el latido de un Dios, que llevamos
dentro, como en una catedral o en una ermita, «más íntimo que mi mayor
intimidad»? (Javier Gafo).
El hombre no puede actuar correctamente, si antes no ha escuchado la
palabra de Dios; eso es precisamente lo que se puede reconocer incluso en
el episodio de Abrahán en el encinar de Mambré, pues la historia había
comenzado con la escucha obediente de la palabra de Dios. Ya en la Antigua
Alianza todo comienza con el "Escucha, Israel". La acción debe después
corresponder a esa escucha; a ninguna ortopraxis le está permitido
imaginar que puede sustituir a la ortodoxia o producirla a partir de sí
misma. La praxis de María se demostrará como la correcta en el último
convite de Betania, cuando unge a Jesús para su sepultura; su acción será
defendida por el Señor contra todos los ataques y propuesta como modelo
para toda la historia de la Iglesia (H. von Balthasar).
2. « No pases de largo junto a tu siervo ». La hospitalidad es una ley
suprema en los pueblos sencillos, y Abrahán la practica de la manera más
generosa y solemne con los tres caminantes extranjeros, como se narra en
la primera lectura. Prepara un banquete para ellos, como si barruntara que
en estos extranjeros le visitaba un poder supraterrenal. Aunque son tres,
Abrahán les habla en singular. Dios se le aparece en una pluralidad para él
incomprensible (posteriormente, cuando Dios va a Sodoma, se habla de dos
ángeles: Gn 19,1). El comportamiento de Abrahán con respecto a Dios es
aquí el preludio de la promesa divina de que Sara tendrá un hijo antes de
un año (H. von Balthasar).
3. « Cristo es para vosotros la esperanza de la gloria ». También en la
Iglesia la palabra de la predicación debe preceder a la praxis, como muestra
la segunda lectura. « ¿Cómo van a creer si no oyen hablar de él?, y
¿cómo van a oír sin alguien que proclame? » La obra suprema de Dios,
la entrega de su Hijo por nosotros, es la quintaesencia de la palabra que
nos dirige. Y percibir la palabra de este Hijo como acción de Dios significa
entrar en esa acción. Por eso el apóstol puede atreverse a escribir estas
palabras: « Así completo en mi carne [lo que falta a] los dolores de
Cristo ». En la medida en que Cristo como cabeza ha sufrido por todo su
cuerpo, a este sufrimiento no le falta nada; pero en la medida en que Cristo
es «cabeza y cuerpo», el cuerpo debe participar en la pasión de Cristo. La
«comunión en Cristo», en la que el apóstol quiere introducir mediante su
predicación a todos los hombres, incluidos los paganos, exige algo más que
la distancia entre el que habla y el que escucha, exige la acción común (H.
von Balthasar).
Aconsejaba S. Josemaría participar en las escenas del Evangelio “como un
personaje más. Así (…) os ensimismaréis como María, pendiente de las
palabras de Jesús o, como Marta, os atreveréis a manifestarle sinceramente
vuestras inquietudes hasta la más pequeñas” ( Amigos de Dios 222).
Llucià Pou Sabaté