Comentario al evangelio del Lunes 22 de Julio del 2013
Hay realidades que nos acompañan durante todo el año, pero no siempre se perciben igual; en
determinados momentos se hacen especialmente visibles, aunque estén siempre ahí. Algo de eso pasa
con los santos, con aquellos hermanos y hermanas que han recorrido ya el camino de la fe y, tras hacer
suyo el Evangelio, comparten la gloria del Padre. Siempre están ahí, caminando a nuestro lado y
velando por nosotros, aunque haya fechas del año en que tomemos conciencia de su presencia de un
modo singular.
En este año litúrgico 2013 esta semana (la decimosexta del tiempo ordinario) se presenta llena de
santos y además (¡que me perdonen otros!) de santos de primera. Nuestra lectura continua de la Palabra
se va a ver interrumpida, y hasta quizá algún día oigamos proclamar lecturas que no esperamos, pero la
incomodidad merece la pena. Este Año de la Fe es una buena ocasión para profundizar en el lugar de
los santos en nuestra vida. Una lectura afectuosa de la constitución Lumen gentium puede ayudarnos:
en estos discípulos del Señor el Padre nos revela su rostro y muestra caminos seguros que llevan a él.
Nosotros, peregrinos, podemos acogernos a su intercesión, protección y socorro. Si la presencia del
Espíritu nos garantiza que nunca caminamos solos, la cercanía de los santos lo confirma claramente. La
Eucaristía es, además, el lugar por excelencia para que, junto a María, nos encontremos con ellos.
Y para iniciar la semana nuestra primera compañera es ni más ni menos María Magdalena, llamada
apóstol de los apóstoles. Las dos lecturas de la eucaristía insisten en el amor; el Cantar de los Cantares
resalta sobre todo la búsqueda apasionada de la que dan fe el salmo y el texto evangélico. También las
oraciones de la liturgia nos invitan a fijarnos en la “gran ofrenda de amor” de “la que se entregó a
Jesús para siempre”: María, contágianos tu amor por Jesús. Enséñanos a buscarle sin desfallecer, a
no dejar jamás de anunciarle y de transmitir la alegría que Él siembra entre nosotros. Magdalena,
ayúdanos a no despreciar nunca a nadie. Y mucho menos a los que parecen amar con exceso.
P. D. Evidentemente, la Jornada Mundial de la Juventud pide un lugar especial en nuestra oración.
Tengámosla presente toda la semana. María Magdalena: intercede para que la JMJ sea una
experiencia verdaderamente pascual.
Pedro Belderrain, cmf