DOMINGO XX. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C
Lc. 12, 49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!
Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.
En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos
contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el
padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la
nuera y la nuera contra la suegra.
CUENTO: CAMBIAR EL MUNDO CON PEQUEÑAS COSAS
La escuela de Elena era un lugar especial. Todos disfrutaban aprendiendo y
jugando con Elisa, su encantadora maestra. Pero un día la señorita Elisa se
puso muy enferma, y Elena fue a verla con sus papás al hospital. Era un
edificio triste y gris, y Elena encontró a su maestra igual de triste. Pensó
que podría alegrarla con unas flores, pero no tenía dinero para comprarlas.
Entonces Elena recordó lo que habían aprendido sobre las plantas, y buscó
un trocito de tierra. Lo encontró en la escuela, junto a la escalera, en la
esquina donde solían buscar escarabajos. Y allí removió la tierra y la
preparó. Luego su mamá le entregó unas semillas, y Elena las plantó en
unos hoyos que había hecho. Después volvió a tapar las semillas, y regó la
tierra con agua.
El resto fue esperar. Sabía que solo tenía que ser paciente, y seguir
regando las semillas cada día al entrar y salir de la escuela.
Semanas después empezaron a salir de la tierra unas plantitas verdes. Al
principio eran enanas, pero luego crecieron hasta hacerse enormes. De ellas
nacieron muchas flores, y cada día Elena escogía una para llevársela a su
maestra enferma.
Las flores llevaron esperanza y alegría a la señorita Elisa. Esta se recuperó
de su enfermedad y pudo volver a la escuela. Allí encontró, junto a la
escalera, el pequeño jardín que había plantado Elena. Le gustó tanto, que
desde entonces cuidaron juntas el jardín. Y cada vez que faltaba un niño a
la escuela por estar enfermo, tomaban una flor para llevársela y alegrarle el
día.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Por los caminos de Galilea Jesús se esforzaba por contagiar el « fuego » que
ardía en su corazón. En la tradición cristiana han quedado huellas diversas
de su deseo. Lucas lo recoge así: « He venido a prender fuego en el mundo.
¡Ojalá estuviera ya ardiendo! ». Un evangelio apócrifo más tardío recuerda
otra frase cuyo eco puede ser de Jesús: « El que está cerca de mí, está
cerca del fuego. El que está lejos de mí, está lejos del reino ».
Jesús desea que el fuego que lleva dentro prenda de verdad, que no lo
apague nadie sino que se extienda por toda la tierra y que el mundo entero
se abrase. Quien se aproxima a Jesús con los ojos abiertos y el corazón
encendido, va descubriendo que el « fuego » que arde en su interior es la
pasión por Dios y la compasión por los que sufren. Esto es lo que le mueve,
le motiva y le hace vivir buscando el reino de Dios y su justicia hasta la
muerte.
Esta pasión por Dios y por los pobres viene de Jesús y sólo se enciende en
sus seguidores al contacto de su evangelio y de su espíritu renovador. Va
más allá de lo convencional. Poco tiene que ver con la rutina del buen orden
y la frialdad de lo normativo. Sin este fuego, la vida cristiana termina
extinguiéndose.
El gran pecado de los cristianos será siempre dejar que este fuego de Jesús
se vaya apagando. ¿Para qué sirve una Iglesia de cristianos instalados
cómodamente en la vida, sin pasión alguna por Dios y sin compasión por los
que sufren, cada vez más incapaces de atraer, dar luz u ofrecer calor?
Las palabras de Jesús nos invitan a dejarnos encender por su Espíritu sin
perdernos en cuestiones secundarias y periféricas. A no sustituir el amor
por la doctrina religiosa, a no olvidar al Dios vivo con nuestras
preocupaciones por una «ortodoxia verbal» que no enciende la fe en los
corazones.
Quien no se ha dejado quemar por Jesús no conoce todavía el poder
transformador que quiso introducir él en la tierra. Puede practicar
correctamente una religión, pero no ha descubierto todavía lo más
apasionante del Evangelio. ( José Antonio Pagola)