“Atender al Señor y escuchar su palabra”
Lc 10,38-42
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
LA “MEJOR PARTE”
Intentemos profundizar en los principales mensajes que nos comunican la primera
lectura y el evangelio y tratemos de actualizarlos. Se trata de relatos de
hospitalidad, y entre ellos hay diferencias y semejanzas. Una diferencia que se
aprecia a simple vista es que los huéspedes aprueban el servicio de Abrahán: “Haz
como has dicho” (Gn 18,5); el de Marta, sin embargo, se atrae una reprensión. La
semejanza es que en ambos casos el huésped no sólo recibe, sino que aporta
también un don: promete un hijo a Abrahán y Sara, y ofrece su palabra en Betania.
Recibir al Señor Jesús en nuestra casa no significa sólo prestarle muchos servicios,
sino también —antes que nada— dejarle hablar y recibir el don de su Palabra.
La hospitalidad tiene que ser ofrecida también en nombre de Jesús a los hombres
con quienes él se identifica: “Fui forastero y me hospedasteis” (Mt 25,35), “No
olvidéis la hospitalidad” (Heb 13,2). Hay que dar la oportunidad no sólo de dar, sino
también de recibir. ¿Qué ocasiones tenemos?
Las dos hermanas han sido consideradas como dos tipos de vida: activa y
contemplativa. En realidad, son más bien ejemplos concretos que ilustran el tercer
y cuarto tipos de terrenos de la parábola del sembrador. La “preocupación” y la
“agitación” de Marta recuerdan “la semilla que cayó entre cardos”, o sea, “los que
escuchan el mensaje, pero luego se ven atrapados por las preocupaciones, los
riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a la madurez” (cf Lc 8,14). La “mejor
parte” de María nos recuerda, en cambio, “la semilla que cayó en tierra buena”, o
sea, “a los que, después de escuchar el mensaje con corazón noble y generoso, lo
retienen y dan fruto por su constancia” (Lc 8,15). ¿Dónde se sitúa nuestro modo de
vivir, en el tercero o en el cuarto tipo de terreno?
ORACION
Si al actualizar los dos mensajes precedentes —el de la mano que da y el del oído
que recibe— descubrimos en nosotros la actitud buena, demos gracias al Padre.
Pidamos perdón, sin embargo, por posibles faltas de generosidad o por no haber
tratado al huésped como a una persona que debe ser acogida con benevolencia
cordial. ¿Cómo hospedamos en nosotros al Señor, que se hace presente a través de
su palabra, en la eucaristía y en los hermanos? De las conclusiones de este examen
de conciencia brotará una imploración de perdón, si somos deficientes, de
invocación al Espíritu Santo, “dulce huésped del alma”, para que nos haga capaces
de acoger, o una oración de acción de gracias y de alabanza si nos asemejamos a
Abrahán y a María.