Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo C, Tiempo Ordinario,
Domingo de la Semana No. 17
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: No se enfade mi Señor, si sigo hablando * Cuando te
invoqué, Señor, me escuchaste. * Os dio vida en Cristo, perdonándoos todos los
pecados * Pedid y se os dará
Textos para este día:
Génesis 18, 20-32:
En aquellos días, el Señor dijo: "La acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte,
y su pecado es grave; voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la
acusación; y si no, lo sabré."
Los hombres se volvieron y se dirigieron a Sodoma, mientras el Señor seguía en
compañía de Abrahán.
Entonces Abrahán se acercó y dijo a Dios: "¿Es que vas a destruir al inocente con el
culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás
al lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti hacer tal cosa!,
matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la
del culpable; ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo, ¿no hará justicia?"
El Señor contestó: "Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes,
perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos."
Abrahán respondió: "Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y
ceniza. Si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por
cinco, toda la ciudad?"
Respondió el Señor: "No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco."
Abrahán insistió: "Quizá no se encuentren más que cuarenta."
Le respondió: "En atención a los cuarenta, no lo haré."
Abrahán siguió: "Que no se enfade mi Señor, si sigo hablando. ¿Y si se encuentran
treinta?"
Él respondió: "No lo haré, si encuentro allí treinta."
Insistió Abrahán: "Me he atrevido a hablar a mi Señor. ¿Y si se encuentran sólo
veinte?"
Respondió el Señor: "En atención a los veinte, no la destruiré."
Abrahán continuo: "Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se
encuentran diez?"
Contestó el Señor: "En atención a los diez, no la destruiré."
Salmo 137:
Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me
postraré hacia tu santuario. R.
Daré gracias a tu nombre, por tu misericordia y tu lealtad. Cuando te invoqué, me
escuchaste, acreciste el valor en mi alma. R.
El Señor es sublime, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio. Cuando
camino entre peligros, me conservas la vida; extiendes tu brazo contra la ira de mi
enemigo. R.
Y tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu
misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. R.
Colosenses 2, 12-14:
Hermanos: Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo, y habéis resucitado con
él, porque habéis creído en la fuerza de Dios que lo resucitó de entre los muertos.
Estabais muertos por vuestros pecados, porque no estabais circuncidados; pero
Dios os dio vida en él, perdonándoos todos los pecados.
Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas y era contrario a nosotros;
lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz.
Lucas 11, 1-13:
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus
discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos."
Él les dijo: "Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino,
danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque
también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en
la tentación.""
Y les dijo: "Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche
para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de
viaje y no tengo nada que ofrecerle."
Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis
niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos."
Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser
amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así os digo a vosotros:
Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide
recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un
escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos,
¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?"
Homilía
Temas de las lecturas: No se enfade mi Señor, si sigo hablando * Cuando te
invoqué, Señor, me escuchaste. * Os dio vida en Cristo, perdonándoos todos los
pecados * Pedid y se os dará
1. Cuánto Puede la Oración
1.1 Como suele suceder los domingos, hay un tema común entre la primera lectura
y el evangelio, mientras que la segunda lectura abre un tema distinto. En este caso,
el tema común es la oración y cuánto puede lograrse a través de ella.
1.2 Aunque, si miramos más detenidamente, la enseñanza de hoy alude a esa
forma de oración que todos conocemos y seguramente hemos practicado
muchísimas veces: la oración de petición. Además, tanto en el texto del Génesis
como en la lectura de San Lucas aparece un hecho: lo que se pide resulta difícil o
incómodo. Esto es interesante porque de seguro nosotros mismos hemos sentido
más de una vez que lo que pedimos escapa la lógica fría de los hechos y por ello es
incómodo o difícil pedirlo. Pero bueno, ¡precisamente por eso es una oración de
súplica, porque no parece que las cosas vayan a darse como por sí solas!
2. Rogando a favor de los Inocentes
2.1 En el Génesis vemos a Abraham intercediendo a favor de los que, siendo
inocentes, se hallan en medio de un pueblo corrupto y vil. Las ciudades de Sodoma
y Gomorra han amontonado su propia destrucción, pero Abraham no quiere que en
la catástrofe que habrá de llegar perezcan juntos los culpables con los honrados.
Por eso ruega, apelando a la justicia de Dios, de un modo humilde pero persistente.
De su ejemplo aprendemos esas dos cualidades que son muy propias de la oración
cristiana: humildad y perseverancia.
2.2 También aprendemos que la oración es diálogo. Su esencia no es un estado de
la mente o una sensación en el corazón. Es más que un sentimiento y mucho más
que una cierta actividad neurológica en el cerebro. Esto lo digo porque hay quienes
hoy quieren "estudiar" la oración mirando los fenómenos, sobre todo neuronales,
que la acompañan. Entonces estudian el funcionamiento cerebral en monjes
budistas o en cristianos absortos en alabanza.
2.3 Ello puede tener algún valor pero nunca nos guiará al núcleo mismo del
misterio maravilloso de la oración. Orar es dialogar: implica un encuentro real con
Aquel que nos ama y por tanto una especie de actividad. No es pura pasividad, en
sentido de "mente en blanco" o de "Nirvana" budista. Sobre esto nos ilustra muy
bien el Evangelio.
3. Rogando porque somos Hijos
3.1 Si en el texto de la primera lectura Abraham ruega fundándose en la justicia, y
desde ahí argumenta que Dios nunca destruirá al inocente con el culpable, en el
evangelio encontramos otro aspecto, otra razón para nuestro ruego: le hablamos a
Dios porque somos sus hijos. En la oración se devela y a la vez se hace efectivo el
misterio de nuestra condición de hijos, que Cristo predicó y que también hizo
posible con su sacrificio redentor, que hizo posible el don del Espíritu Santo para
nosotros.
3.2 El fundamento último de nuestra oración no es entonces que queremos un
mundo mejor, porque eso lo puede querer cualquier ser dotado de razón; no es
tampoco que merecemos una vida distinta o ser exentos de tales o cuales dolores o
problemas. Ni es tampoco porque seamos buenos o libres de culpa. Oramos porque
somos hijos. Oramos porque el Espíritu del Hijo ora en nosotros. Y por eso oramos
con perseverancia, sencillez, confianza y sobre todo con inmenso amor,
convencidos como estamos de que Dios sabe qué es lo mejor para nosotros y
puede y quiere otorgárnoslo.