EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Mateo 13,24-30.
Y les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que
sembró buena semilla en su campo;
pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y
se fue.
Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña.
Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías
sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'.
El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres
que vayamos a arrancarla?'.
'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar
también el trigo.
Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores:
Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el
trigo en mi granero'".
Comentario del Evangelio por:
Concilio Vaticano II
Constitución dogmática “Lumen Gentium” § 33
"Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha"
Los laicos congregados en el Pueblo de Dios e integrados en el único Cuerpo de
Cristo bajo una sola Cabeza, cualesquiera que sean, están llamados, a fuer de
miembros vivos, a contribuir con todas sus fuerzas, las recibidas por el beneficio del
Creador y las otorgadas por la gracia del Redentor, al crecimiento de la Iglesia y a
su continua santificación. Ahora bien, el apostolado de los laicos es participación en
la misma misión salvífica de la Iglesia, apostolado al que todos están destinados
por el Señor mismo en virtud del bautismo y de la confirmación. Y los sacramentos,
especialmente la sagrada Eucaristía, comunican y alimentan aquel amor hacia Dios
y hacia los hombres que es el alma de todo apostolado. Los laicos están
especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares
y circunstancias en que sólo puede llegar a ser “sal de la tierra” (Mt 5,13) a través
de ellos. Así, todo laico, en virtud de los dones que le han sido otorgados, se
convierte en testigo y simultáneamente en vivo instrumento de la misión de la
misma Iglesia en la medida del don de Cristo (Ef 4,7)… Así, pues, incumbe a todos
los laicos la preclara empresa de colaborar para que el divino designio de salvación
alcance más y más a todos los hombres de todos los tiempos y en todas las partes
de la tierra. De consiguiente, ábraseles por doquier el camino para que, conforme a
sus posibilidades y según las necesidades de los tiempos, también ellos participen
celosamente en la obra salvífica de la Iglesia.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”