Domingo XX del tiempo Ordinario del ciclo C.
"Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era
justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu
Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de
haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los
padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le
tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, puedes, según tu palabra,
dejar que tu siervo se vaya en paz;
porque han visto mis ojos tu salvación,
la que has preparado a la vista de todos los pueblos,
luz para iluminar a los gentiles
y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les
bendijo y dijo a María, su madre:
«Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de
contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden
al descubierto las intenciones de muchos corazones»" (LC. 2, 25-35).
El fuego purificador y el espíritu de la discordia.
Ejercicio de lectio divina de LC. 12, 49-53.
1. Oración inicial.
Iniciemos este encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo.
R. Amén.
Orar es disponernos a acoger la Palabra de Dios, pues la misma nos hará tener
una visión de nuestras dificultades que nos las hará más fáciles de sobrellevar, y
nos ayudará a cumplir la voluntad divina, siendo buenos seguidores de Jesús.
Orar es no permitir que nuestras ocupaciones y preocupaciones nos impidan
meditar y asimilar la Palabra de Dios, porque la misma influirá en nuestra vida, y
nos hará recorrer el camino de la purificación, y la santificación.
Orar es comprender que el hecho de superarnos a nosotros mismos no es fácil, y
por ello debemos desear que el fuego del Señor Jesús consuma los pensamientos
que nos impiden superarnos, y la tentación de ignorar la voluntad divina.
Orar es permitir que el fuego del Señor extinga cuanto hay en nosotros que nos
separa de Dios, y de nuestros prójimos los hombres.
Orar es tener el deseo de que la realización de nuestra misión cristiana sea rápida
y eficaz como el fuego capaz de producir un gran desastre en pocos minutos, pero,
a la inversa, es decir, haciendo el bien.
Orar es dejar que el fuego del Señor Jesús arda en nuestra vida y en el mundo, y
no ceder a la tentación de extinguirlo, aceptando solamente los aspectos de nuestra
fe, que no perjudican nuestros propósitos humanos.
Aunque la Iglesia nos enseña que el Bautismo es el Sacramento mediante el que
nos hacemos cristianos, muchos son los que lo han reducido a la categoría de un
formalismo social. En el Evangelio que vamos a considerar en el presente trabajo,
Jesús nos presenta el bautismo del cumplimiento de su misión. Aunque no vamos a
ser martirizados como el Mesías, debemos vivir el bautismo de nuestra superación
personal, aunque ello no sea fácil, por suponernos dificultades, y sufrimientos.
A pesar de que Jesús vivió como pacificador, vino al mundo a traernos un
mensaje, que extinguió la paz de mucha gente. La vivencia de la auténtica fe
cristiana nos atrae dificultades, a medida que nos hace enfrentar la oposición
familiar, y, en ciertas circunstancias, la social. Aunque podemos meditar sobre
cómo el mundo puede dificultarnos la vivencia de la fe que profesamos, también
puede darse el caso inverso, porque puede suceder que no les permitamos a ciertos
colectivos hacer lo que desean, porque ello se opone a nuestras creencias.
En el caso de que tengamos que hacer frente a algún tipo de oposición, ojalá ello
suceda porque no se entienden nuestras creencias, y no porque andemos
persiguiendo fines que se opongan al cumplimiento de la voluntad de Dios.
Oremos:
Espíritu Santo, amor que procedes del Padre y del Hijo, y que con ellos recibes
una misma adoración y gloria: Ayúdanos a comprender que necesitamos sentirnos
amados y protegidos por Dios, y a comprender que, servir a quienes necesitan
nuestras dádivas espirituales y materiales, es la única forma que tenemos, de
demostrar que te amamos.
Espíritu Santo, aliento divino que nos das la vida: Quema nuestras impurezas con
tu fuego, y haznos imitadores de tu divina caridad.
Espíritu Santo, amor del Dios ante quien somos pequeños: Enséñanos a ser
humildes, para que podamos vivir en la presencia de Nuestro Santo Padre.
Espíritu Santo, amor del dios para quien no hay nada imposible: Haz de nuestra
tierra un paraíso de luz en que la humanidad pueda encontrar la plenitud de la
felicidad, más allá de las razones por las que los hombres sufren. Amén.
(José Portillo Pérez).
2. Leamos atentamente LC. 12, 49-53, intentando abarcar el mensaje que San
Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"No he venido a traer paz, sino división
U Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo
que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.
En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres;
estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la
hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la
suegra»".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 12, 49-53.
3-1. El fuego purificador.
"«He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera
encendido!" (LC. 12, 49).
Dado que el fuego tiene diferentes significados en la Biblia, se les han dado
diferentes interpretaciones, a las palabras de Jesús, que estamos considerando.
Algunos expositores bíblicos se han pronunciado afirmando que tales palabras de
Jesús, hacen referencia al Espíritu Santo, cuya acción es semejante a la de un
fuego capaz de consumir los pecados del mundo, y de santificar a quienes acepten
a Dios, después de haberlos purificado. Esta enseñanza, aunque contradice el texto
lucano que estamos considerando, dado que Jesús iba a Jerusalén, a consumar la
redención de sus creyentes, por medio de su Pasión, muerte y Resurrección, es
digna de ser tenida en cuenta, por cuanto describe la acción del Espíritu Santo, en
los hijos de Dios.
Otros exégetas piensan que las citadas palabras de Jesús, hacen referencia, al
llamado Juicio Universal -o de las naciones-. Esta enseñanza, aunque también
contradice el texto lucano que estamos considerando, también es útil, porque
aguardamos el día en que Jesús vendrá nuevamente a la tierra, no a ser
martirizado nuevamente, sino a juzgar a la humanidad.
Si las dos consideraciones anteriores referentes al texto de LC. 12, 49 que
estamos considerando son útiles, pienso que Jesús hizo referencia en el citado
versículo lucano, a su Pasión y muerte, pues, el Señor temía las torturas que debía
padecer, pero, a pesar de ello, tenía un gran deseo de pasar por la experiencia de
su bautismo de fuego, porque esa es la manera que el Dios Uno y Trino escogió, de
demostrarnos su amor.
3-2. El bautismo de sangre de Jesús, y nuestra experiencia de las dificultades y el
padecimiento mental y físico.
"Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se
cumpla!" (LC. 12, 50).
Aunque Jesús deseaba que su fuego divino estuviera incendiando el mundo,
estaba angustiado, por cuanto, Él mismo, tenía que ser víctima de las llamas que
quería arrojar sobre la humanidad. En cuanto a nosotros, hacemos bien en
reconocer que en ciertas ocasiones queremos evitar ese fuego, porque nos gusta
más gozar, que esforzarnos en superarnos. Tal es el caso de algunos jóvenes que
desaprovechan la oportunidad de estudiar, y se dedican a divertirse. Existen otros
casos en que deseamos evitar que arda el fuego de Jesús, porque, el hecho de
profesar nuestra fe, nos hace afrontar dificultades, que queremos evitar, a toda
costa.
No vamos a ser martirizados como le sucedió a Jesús, pero, en ciertas
circunstancias, nos falta valor, para dejar que, el fuego del Señor, arda en nuestra
vida, y nos ayude a superarnos, a nosotros mismos.
El fuego de Jesús es arrojado al mundo constantemente y no deja de arder, por
más que nuestra débil fe, intente extinguirlo. A modo de ejemplo, los líderes
religiosos y quienes estamos al frente de medios de comunicación, corremos el
riesgo de adaptar nuestro mensaje a quienes sufraguen generosamente nuestros
gastos, aunque ello nos suponga dejar de predicar en favor de los predilectos del
Señor, -los que sufren por cualquier causa-, pero, a pesar de ello, el fuego del
Señor sigue ardiendo, y lo vemos en la necesidad de dádivas espirituales y
materiales, que padece la mayor parte, de la humanidad.
En cuanto es purificador, el fuego del Señor, angustia a quienes se dejan alcanzar
por sus llamas. De esto saben mucho los religiosos que han sufrido la oposición de
sus familiares porque no querían que se consagraran al Señor, y quienes han sido
maltratados y asesinados, por haber sido seguidores de Jesús. Es curioso
comprobar que, donde los cristianos no somos perseguidos, vivimos una fe
vacilante y light, pero, donde se derrama la sangre de los mártires, se arraiga la fe,
con una fuerza admirable.
El fuego de Jesús hace que los estudiantes lleven a cabo sus mejores esfuerzos,
para que puedan trabajar en el futuro.
El fuego de Jesús hace posible que los trabajadores lleven a cabo sus mejores
esfuerzos, motivados por el tesoro de satisfacer las necesidades de sus familiares.
El fuego de Jesús hace posible que muchos enfermos sobrevivan a sus
enfermedades sin perder la fe que los caracteriza, por más que, ante los ojos de los
no creyentes, y de quienes tienen una fe poco formada, aparentan haber sido
abandonados por Dios.
El fuego de Jesús nos mantiene activos a muchos predicadores religiosos y laicos,
pues actuamos como corredores, con los ojos fijos en la meta que queremos
alcanzar, la cual no es otra, que la plena instauración del Reino de Dios, en la
tierra.
3-3. El espíritu de la discordia.
"«¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división.
Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y
dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la
madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera
contra la suegra»" (LC. 12, 51-53).
¿Es el Evangelio predicado por Jesús un mensaje consistente en extinguir la paz
del mundo?
Si el Evangelio no nos ayuda a vivir en paz, ¿de qué nos sirve ser cristianos?
¿En qué sentido les ha sido arrebatada la paz a los cristianos que, en los últimos
veinte siglos, han padecido, por causa de haberse proclamado, seguidores de
Jesús?
Para responder adecuadamente estas y otras preguntas, lo primero que debemos
saber, es que, el concepto de paz que tenemos, no está relacionado, con el
concepto de paz, que Jesús les enseñó, a sus seguidores. Para la mayoría de la
gente, -entre la que se incluyen millones de cristianos-, la paz se reduce a la
ausencia de conflictos, pero, para Jesús, la paz es tener la seguridad de cumplir la
voluntad de Dios, aunque ello suponga el hecho de padecer.
¿Por qué son tercos muchos cristianos para consagrarse al seguimiento de Jesús,
aunque ello les suponga perder el afecto de sus familiares? Cambiemos esta
pregunta, para demostrar que, el seguimiento de Jesús, no es una cuestión de
fanatismo, sino una de las muchas opciones vitales que podemos tomar, aunque
ello disguste a nuestros familiares. Supongamos el caso de un joven que quiere
militar en un partido político izquierdista, y sufre la oposición de sus familiares,
porque son contrarios al proceder de aquellos a quienes su hijo quiere vincularse,
porque cree que es posible crear una sociedad, en la que sus miembros no puedan
ser marginados, por tener una clase social análoga.
Dado que Jesús les predicó a los judíos, y no procuró mantener una buena
relación con los dirigentes religiosos de los tales, sino que se limitó a denunciar su
apoyo a la explotación de los pobres por parte de los ricos que a cambio de su
silencio les daban mucho dinero, aquellos de los oyentes del Señor que se hicieron
cristianos, soportaron una doble oposición, familiar, y social. Quienes fueron
expulsados de las sinagogas, quedaron desamparados en el mundo, pues ni sus
propios familiares los consideraban dignos de dirigirles la palabra.
¿Por qué arrojó Jesús su fuego en el mundo, si sabía que mucha gente inocente
iba a sufrir por ello?
¿Por qué arrojó Jesús su fuego sobre el mundo, si sabía que muchos de sus
seguidores iban a morir en el Coliseo romano devorados por animales salvajes?
¿Por qué arrojó Jesús su fuego sobre el mundo, si, por ser Dios, sabía que varias
décadas después de que Él predicara el Evangelio, Nerón iba a incendiar Roma, e
iba a culpar a los cristianos por ello?
¿Por qué arrojó Jesús su fuego en el mundo, si, por ser Dios, sabía que, entre sus
seguidores, surgirían quienes mandaran matar, en nombre de Dios?
Podemos responder estas y otras preguntas, después de resolver, la siguiente
cuestión:
¿Debía permanecer Jesús indiferente ante el sufrimiento del mundo, y ante los
abusos cometidos por muchos poderosos de la tierra?
¿De qué nos hubiera servido que Dios hubiera resuelto el problema del mal
mágicamente, para probablemente haberlo vuelto hacer surgir en el futuro, por no
haber podido participar en la erradicación del mismo, aprendiendo lo que significa
al mismo tiempo?
Por sí mismo, el Evangelio no tiene por qué extinguir la paz del mundo. En ciertos
casos sucede que, independientemente de que seamos cristianos, no sabemos -o
no queremos- respetar a quienes no piensan lo mismo que nosotros, y por ello
surgen conflictos. Independientemente de que seamos cristianos, muchos tenemos
que aprender a ser tolerantes. Yo puedo estar o no estar de acuerdo con la manera
de vivir de cierto colectivo de gente, pero no puedo imponerle mi manera de pensar
a nadie.
Si la aplicación de la Palabra de Dios a nuestra vida no nos hace experimentar la
paz predicada por Jesús, ello sucede porque no la hemos captado perfectamente, y
porque apenas tenemos fe en Dios.
A quienes han padecido por ser cristianos, se les ha arrebatado la paz que
tenemos quienes no vivimos situaciones conflictivas, pero no se les ha arrebatado
la paz de Jesús, consistente en la satisfacción, de cumplir la voluntad de Dios.
3-4. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos,
individualmente.
3-5. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico
y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de
asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en LC. 12, 49-53 a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
¿Por qué es útil el hecho de que algunos expositores bíblicos hayan afirmado que
el fuego del que Jesús nos habla en el Evangelio que estamos considerando es el
Espíritu Santo?
¿En qué consiste la obra que el Espíritu Santo lleva a cabo en los seguidores de
Jesús?
¿Para qué se dirigía Jesús a Jerusalén?
¿Por qué es útil el pensamiento de quienes piensan que el texto de LC. 12, 49
hace referencia al Juicio Universal -o de las naciones-?
¿Qué hará Jesús cuando acontezca su Parusía?
¿Por qué se refiere el texto de LC. 12, 49-50 a la Pasión y muerte de Jesús?
¿Por qué tenía el Señor un gran deseo de pasar por la experiencia de su bautismo
de fuego?
3-2.
¿Por qué estaba Jesús angustiado por el hecho de que ardiera el mundo después
de que arrojara su fuego divino sobre la humanidad?
¿¿En qué ocasiones queremos extinguir el fuego de Jesús?
A nivel personal, ¿en qué ocasiones intentamos extinguir las llamas del fuego de
Jesús? ¿Por qué?
¿Nos beneficiará a largo plazo el hecho de actuar como cristianos mediocres, en
el caso de que procedamos como tales?
¿Por qué nos sentimos tentados a impedir que el fuego del Señor arda en nuestra
vida, para que podamos superarnos a nosotros mismos?
¿Cómo podemos intentar evitar que arda el fuego del Señor en el mundo los
líderes religiosos y los dirigentes de medios de comunicación?
¿Hemos dejado de cumplir nuestra misión de cristianos cediendo al soborno o con
tal de no hacerles frente a dificultades que sabíamos que no podríamos evitar si
hubiéramos actuado como hijos de Dios?
¿Cuál es el signo más eficaz que nos demuestra que el fuego del Señor sigue
ardiendo en el mundo, y buscando quemar las impurezas de los hijos de Dios?
¿Por qué nos causa angustia el hecho de dejarnos abrasar por el fuego del Señor
en ciertas circunstancias?
¿Por qué vivimos una fe vacilante y light la mayoría de los cristianos que vivimos
en países en que se nos permite profesar nuestra fe libremente, y, donde se
derrama la sangre de los mártires, se arraiga la fe, con una fuerza admirable?
Al considerar la interpretación de los exégetas bíblicos que se han pronunciado
afirmando que el citado fuego de Jesús es el Espíritu Santo, ¿cómo se manifiesta el
citado Abogado en nuestra vida?
¿Cómo se manifiesta el fuego de Jesús en los estudiantes?
¿Cómo se manifiesta el fuego de Jesús en los trabajadores?
¿Cómo se manifiesta el fuego de Jesús en los enfermos?
¿Cómo nos mantiene activos el fuego de Jesús a muchos predicadores religiosos y
laicos?
¿Cuál es la meta que queremos alcanzar los evangelizadores?
3-3.
¿Es el Evangelio predicado por Jesús un mensaje consistente en extinguir la paz
del mundo?
Si el Evangelio no nos ayuda a vivir en paz, ¿de qué nos sirve ser cristianos?
¿En qué sentido les ha sido arrebatada la paz a los cristianos que, en los últimos
veinte siglos, han padecido, por causa de haberse proclamado, seguidores de
Jesús?
¿Cuál es el concepto de la paz que mantienen muchos cristianos y no cristianos?
¿Cuál es el concepto de la paz de Jesús?
¿En qué se diferencian ambos significados de la paz?
¿Por qué son tercos muchos cristianos para consagrarse al seguimiento de Jesús,
aunque ello les suponga perder el afecto de sus familiares?
¿Es el seguimiento de Jesús un acto de fanáticos, o se trata de una de las muchas
opciones vitales que podemos tomar, aunque no les guste a nuestros familiares?
Piensa en varios ejemplos de oposición familiar, que no estén relacionados con la
profesión de nuestra fe, tales como el caso de una joven que sufrió la oposición de
sus padres, porque quiso estudiar psicología para ayudar a los marginados, y sus
progenitores querían que tuviera un trabajo mejor remunerado, dado que pensaban
que no la habían educado para que se relacionara con gente marginal.
¿Por qué no procuró Jesús mantener una buena relación con los líderes religiosos
de los judíos?
¿Por qué sufrieron una doble oposición familiar y social los cristianos judíos del
siglo I?
¿Por qué arrojó Jesús su fuego en el mundo, si sabía que mucha gente inocente
iba a sufrir por ello?
¿Por qué arrojó Jesús su fuego sobre el mundo, si sabía que muchos de sus
seguidores iban a morir en el Coliseo romano devorados por animales salvajes?
¿Por qué arrojó Jesús su fuego sobre el mundo, si, por ser Dios, sabía que varias
décadas después de que Él predicara el Evangelio, Nerón iba a incendiar Roma, e
iba a culpar a los cristianos por ello?
¿Por qué arrojó Jesús su fuego en el mundo, si, por ser Dios, sabía que, entre sus
seguidores, surgirían quienes mandaran matar, en nombre de Dios?
¿Debía permanecer Jesús indiferente ante el sufrimiento del mundo, y ante los
abusos cometidos por muchos poderosos de la tierra?
¿De qué nos hubiera servido que Dios hubiera resuelto el problema del mal
mágicamente, para probablemente haberlo vuelto hacer surgir en el futuro, por no
haber podido participar en la erradicación del mismo, aprendiendo lo que significa
al mismo tiempo?
¿Atenta el Evangelio contra la paz de los creyentes y de quienes no comparten
nuestras creencias?
¿Significa el hecho de que los cristianos respetemos la conducta de quienes no
comparten nuestra manera de pensar que estamos de acuerdo con el proceder de
los tales?
¿Por qué puede sucedernos que la aplicación de la Palabra de Dios a nuestra vida
no nos haga experimentar la paz de Jesús?
¿Qué paz se les ha arrebatado a quienes han padecido por ser cristianos?
¿Qué paz ha caracterizado -y aún caracteriza- a los mártires de la fe?
5. Lectura relacionada.
Leamos el capítulo 3 de 1 COR., pensando en cómo podemos extinguir las
divisiones de nuestras familias, nuestras comunidades de fe, y la sociedad en que
vivimos, y en cómo actuaremos, porque queremos ser, buenos cristianos, y para
ello tenemos que permitir, que, el fuego de Jesús, arda en nuestras vidas, y hacer
que arda en nuestro entorno social, y en las comunidades cristianas, en que
profesamos nuestra fe.
6. Contemplación.
El Espíritu Santo actúa como un fuego capaz de quemar nuestras impurezas y de
hacer resaltar las cualidades con que nos ha dotado.
Necesitamos que el fuego del Espíritu Santo consuma nuestras impurezas y nos
haga hombres y mujeres de fe viva, para que seamos encontrados por el Señor
como santos intachables, cuando acontezca el Juicio Universal.
El fuego de Jesús nos ayuda a vencer nuestros defectos, por medio del ejercicio
de los dones y virtudes, que hemos recibido, del Espíritu Santo.
No cedamos a la tentación de querer apagar el fuego de Jesús. No permitamos
que la pereza ni el miedo que nos impiden vencer dificultades, apaguen el fuego de
Jesús.
El fuego de Jesús nos angustia mientras consume nuestras impurezas, pero no lo
despreciemos por ello, porque tiene la misión de hacer que, la santidad, caracterice
nuestra existencia.
Tal como Jesús resucitó después de padecer y morir, la vivencia y superación de
nuestros problemas, contribuirá a purificarnos y santificarnos.
Contemplémonos sintiendo que no tenemos paz, porque no nos hemos formado
convenientemente, para hacer que el mundo comprenda, el concepto de la paz de
Jesús.
Saben algo de la paz de Jesús, los trabajadores que vencen graves dificultades
sin abandonar sus actividades, porque caminan hacia la meta, de la extinción de las
carencias, de sus familiares.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 12, 49-53.
Si nos es posible, comprometámonos a reconciliarnos con algún familiar, amigo,
compañero de trabajo, o hermano en la fe, con quien hayamos interrumpido
nuestras relaciones. Demostremos con ello que el Evangelio es un mensaje
pacificador, y, si no nos es posible lograr la reconciliación, que no sea por nuestra
causa.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Señor Jesús:
Porque aunque celebro los Sacramentos, leo la Biblia y oro, no me siento capaz
de hacer lo que sé que me estás pidiendo desde hace muchos años, ayúdame a
lograr que tu fuego arda en mi vida.
Porque me consume el trabajo y me agotan las actividades en beneficio de
quienes sufren y no encuentro el tiempo que necesito para meditar tu Palabra y
fortalecerme orando, ayúdame a lograr que tu fuego arda en mi vida.
Porque no sé cómo solventar mis desavenencias con familiares, amigos,
compañeros de trabajo o hermanos en la fe, y en el caso de poder hacerlo, quizás
me sucede que el orgullo no me deja dar el paso definitivo, ayúdame a lograr que
tu fuego arda en mi vida.
Porque soy débil y no me siento capaz de resolver los problemas que me hacen
sufrir, ayúdame a lograr que tu fuego arda en mi vida.
Porque me faltan fe, perseverancia y coraje para cumplir tu voluntad, ya que
temo que ello me hará víctima de la oposición, y si no hago lo que quieres siento
que me falta algo muy importante, ayúdame a lograr que tu fuego arda en mi vida.
Porque necesito tener fe en que el Espíritu Santo actuará como fuego consumidor
de mis imperfecciones y hará de mí un buen cristiano a pesar de que me falta
mucho para que ello sea una realidad notable, ayúdame a lograr que tu fuego arda
en mi vida.
Porque sé que debo hacer cosas que no estoy haciendo por miedo a ser víctima
de la oposición familiar y social para que tu fuego arda en mi vida y en mi entorno
familiar y social, ayúdame a lograr que tu fuego arda en mi vida.
Así lo espero, y me comprometo a lograrlo, en cuanto ello me sea posible, y
fortalezcas mi fe.
9. Oración final.
Leamos y meditemos el Salmo 19, alabando a Dios, y pensando cómo podremos
conseguir que, el fuego de Jesús, arda en nuestra vida, y en nuestro entorno
familiar y social.
Nota: He utilizado en esta meditación el leccionario de la Misa y la Biblia de
Jerusalén.
José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en
joseportilloperez@gmail.com