“Pidan y se les dará”
Lc 11, 1-13
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
“ME HE ATREVIDO A HABLAR A MI SEÑOR”.
Hagamos nuestro el mensaje principal de la primera lectura y del evangelio. Se
trata de una invitación a la oración, animada por una confianza filial en el Padre,
que “es más grande que nuestro coraz￳n” (1 Jn 3,20) y mucho más bueno que
cualquier padre de esta tierra (Lc 11,13). El punto de partida de esta oración es la
condici￳n desesperada de Sodoma o una situaci￳n de necesidad: “No tengo nada”
(Lc 11,6).
A partir de aquí podemos seguir dos caminos: o abandonar todo a su destino o
mostrar que creemos en la amistad de Alguien que puede ayudarnos y atrevemos a
pedirle esa ayuda. El amigo va a molestar a su amigo a media noche, y Abrahán se
dirige a Dios con audacia:
“Me he atrevido a hablar a mi Se￱or”. Ambos interceden con insistencia y obtienen
lo que han pedido, demostrando la verdad de este dicho: “Mucho puede la oraci￳n
insistente del justo” (Sant 5,16). Cuando vemos a nuestro alrededor situaciones
difíciles, ¿reaccionamos con resignación — (la puerta está cerrada, Lc 11,7) — o
con la esperanza audaz y paciente de quien cree en el amor del Padre?
ORACION
La escuela de oración de los Padres de la Iglesia consistía en la explicación de la
“oratio dominica”, o sea, del “Padre nuestro” ense￱ado por el Se￱or. Las dos
primeras peticiones están relacionadas con el nombre y el reino del Padre; las otras
son invocaciones en favor nuestro, y todas ellas están basadas, precisamente, en la
fe y en el amor al Padre. Probemos a recitarlas una a una, lentamente, invocando al
Espíritu Santo, para que nos introduzca en su verdad profunda.
Las peticiones confiadas de los hijos están ilustradas por la segunda parábola del
evangelio. La primera parábola y la primera lectura nos enseñan, en cambio, la
oración de petición por los otros, la intercesión, con el espíritu que vemos en el Sal
122,8: “Por mis hermanos y compa￱eros voy a decir: ¡La paz contigo!”. O como,
adoptando un horizonte universal, decía Pablo a Timoteo (1 Tim 2,1): “Te
recomiendo ante todo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas, acciones de
gracias por todos los hombres”. En las lecturas de hoy faltan la acci￳n de gracias y
la alabanza; está desarrollada, en cambio, la súplica, y precisamente en favor de
otros. Es la oraci￳n como acto de amor. Probemos a pedir “pan”, “cosas buenas” —
más aún, el don mismo del Espíritu Santo— para nuestros familiares, amigos y...
enemigos, y para quienes se hayan encomendado a nuestras oraciones.