XVII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Martes
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Ex.33, 7-11; 34,5-9.28: El Señor hablaba con Moisés cara a cara.
b.- Mt. 13, 36-43: Explicación de la parábola del trigo y la cizaña.
Esta explicación, corresponde en realidad a la lectura, que hizo la primitiva
comunidad, y que Mateo nos comparte. La primera parte, corresponde a saber
quién es quién en la parábola, explicaci￳n que da el propio Jesús. “El respondi￳: «El
que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la
buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el
enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores
son los ángeles.” (vv. 37-39). Luego, se explica, el destino contrapuesto entre la
ciza￱a y el trigo. “De la misma manera, pues, que se recoge la ciza￱a y se la
quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus
ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de
iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de
dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que
tenga oídos, que oiga.” (vv. 40-43). Se trata de la suerte del justo y el pecador en
el Juicio final, que se describe con tonos apocalípticos: el horno encendido, llanto y
rechinar de dientes. Si bien sabemos de la coexistencia de buenos y malos, justos y
pecadores en la Iglesia, el acento de esta explicación se pone en el final, en el día
de la siega, día de Juicio. Los justos irán al Reino del Padre, los pecadores al horno
encendido. De todo lo cual se concluye, que no hay que abusar de la paciencia de
Dios, porque el final del tiempo, nos encontraremos con su Juicio. Ante la
impaciencia y desaliento de muchos, es necesario que el Reino de Dios, lo
hagámoslo nuestro cada día, y el dinamismo que genera ya está en marcha para
obrar de acuerdo a los valores del Reino. Porque eso significa que la semilla está
dando frutos en nuestra existencia cristiana. El Reino es de Dios, no nuestro, por lo
tanto los frutos son del Señor, nosotros no buscamos, ni protagonismo, ni el éxito,
el valor de todo lo que hagamos lo pone el Espíritu Santo. El crecimiento le
corresponde a Dios, lo mismo que la extensión y la intensidad, lo nuestro es,
trabajar por ÉL.
Teresa de Jesús, para los que comienzan oración, nos invita a dejarlo todo por el
Reino de Dios. “Por esto y por otras muchas cosas avisé yo en el primer modo de
oración, en la primera agua, que es gran negocio comenzar las almas oración,
comenzándose a desasir de todo género de tormentos, y entrar determinadas a
sólo ayudar a llevar su cruz a Cristo, como buenos caballeros, que sin sueldo
quieren servir a su Rey, pues le tienen tan seguro. Los ojos en el verdadero y
perpetuo reino que pretendemos ganar. Es muy gran cosa traer esto delante, en
especial en los principios; que después tanto se ve claro, que antes es menester
olvidarlo para vivir, que procurarlo traer a la memoria lo poco que dura todo y
c￳mo no es todo nada y en lo nonada que se ha de estimar el descanso.” (V 15,11).