EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
jueves 01 Agosto 2013
Jueves de la decimoséptima semana del tiempo ordinario
Libro del Exodo 40,16-21.34-38.
Moisés realizó exactamente todo lo que el Señor le había ordenado.
En el segundo año, el primer día del primer mes, se procedió a la erección de la
Morada.
Para ello, Moisés asentó sus bases, colocó sus bastidores, dispuso sus travesaños y
levantó sus columnas.
Después extendió la carpa por encima de la Morada, y sobre ella colocó la cobertura
de la carpa, como el Señor se lo había ordenado.
En seguida tomó las tablas del Testimonio y las puso en el arca; sujetó las andas en
el arca, y sobre ella colocó la tapa.
Entonces condujo el arca hasta el interior de la Morada, colgó el velo que la
protegía y así cubrió el Arca del Testimonio, conforme a la orden que el Señor le
había dado.
Entonces la nube cubrió la Carpa del Encuentro y la gloria del Señor llenó la
Morada.
Moisés no podía entrar en la Carpa del Encuentro, porque la nube se había
instalado sobre ella y la gloria del Señor llenaba la Morada.
En todas las etapas del camino, cuando la nube se alzaba, alejándose de la Morada,
los israelitas levantaban el campamento.
Pero si la nube no se alzaba, ellos no se movían, hasta que la nube volvía a hacerlo.
Porque durante el día, la nube del Señor estaba sobre la Morada, y durante la
noche, un fuego brillaba en ella, a la vista de todo el pueblo de Israel. Esto sucedía
en todas las etapas del camino.
Salmo 84(83),3.4.5-6a.8a.11.
Mi alma suspira y hasta languidece
por los atrios del Señor;
mi corazón y mi carne
gritan de alegría al Dios que vive.
Hasta el pajarillo encuentra casa,
y la alondra un nido, donde dejar sus polluelos:
cerca de tus altares, Señor Sabaot,
¡oh mi Rey y mi Dios!
Felices los que habitan en tu casa,
se quedarán allí para alabarte.
Dichosos los hombres cuya fuerza eres tú
y que gustan de subir hasta ti.
Vale por mil un día en tus atrios,
y prefiero quedarme en el umbral,
delante de la casa de mi Dios
antes que compartir la casa del malvado.
Evangelio según San Mateo 13,47-53.
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge
toda clase de peces.
Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo
bueno en canastas y tiran lo que no sirve.
Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de
entre los justos,
para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron.
Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se
parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".
Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí
Comentario del Evangelio por:
Benedicto XVI, papa de 2005 a 2013
Encíclica « Spe Salvi », 45-46
«En la rivera»
Con la muerte, la opción de vida hecha por el hombre se hace definitiva –su vida
está delante del Juez. La opción que a lo largo de la vida ha ido tomando una forma
concreta, puede tener diversas características. Puede haber personas que han
destruido totalmente en ellas el deseo de la verdad y la disponibilidad para el amor,
personas en las cuales todo se ha hecho mentira, personas que han vivido para el
odio y que en ellas mismas han pisoteado el amor. Es una terrible perspectiva pero
ciertos personajes de nuestra historia dejan entrever, de manera espantosa, la
existencia de perfiles de esta clase. En semejantes individuos ya no habría posible
remedio para nada y la destrucción del bien sería irrevocable: esto es lo que se
quiere indicar con la palabra «infierno».
Por otra parte, puede haber personas muy puras, que se han dejado penetrar
enteramente por Dios y que, por consiguiente, están totalmente abiertas al
prójimo; personas que ya desde ahora han dejado que su ser esté totalmente
orientado a Dios y el mero hecho de ir hacia él es tan sólo el cumplimiento de lo
que ya son.
Sin embargo, y según nuestras experiencias, ni un caso ni otro son los normales
en la existencia humana. En la mayoría de los hombres –como lo podemos
suponer- una última apertura interior a la verdad, al amor, a Dios, permanece
presente en lo más profundo de su ser. Pero en las opciones concretas de la vida,
su opción ha quedado desde siempre recubierta con nuevos pactos con el mal...
¿Qué ocurre con estos individuos cuando se presentan ante el Juez? ¿Acaso todas
las cosas sucias que han ido acumulando a lo largo de su vida, de repente se
volverán insignificantes?... En la primera carta a los Corintios, san Pablo nos da una
idea del diferente impacto que será el juicio de Dios sobre el hombre según su
estado... «Encima del cimiento ya puesto se puede edificar con oro, plata, piedras
preciosas o con madera, heno o paja: lo que ha hecho cada uno saldrá a la luz; el
día del juicio lo manifestará; porque ese día despuntará con fuego, y el fuego
pondrá a prueba la calidad de cada construcción. Aquél, cuya obra, construida
sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa. Más aquél, cuya obra quede
abrasada, sufrirá el daño. El, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a
través del fuego» (3,12-15).
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”