Nunca cambies camino real por vereda
Domingo 19 ordinario 1013 11 de agosto C
Cuentan que un rey fue advertido a tiempo de una tormenta que amenazaba
destruir todo su reino. Como pudo metió en un baúl cuanta riqueza pudo conseguir,
lo subió en un camello y emprendió la huida acompañado de sus más cercanos
colaboradores. Había que marchar de prisa y en el camino, por la premura del
tiempo y los bastonazos que le arrimaban, el camello tropezó y cayó, regando por
el suelo lo que contenía el baúl, monedas de oro y plata, joyas, prendedores y
collares. El rey no detuvo su paso, acompañado por un sirviente, siguió su camino y
salvó su vida. En cambio, los otros sirvientes, empeñados en arrebatarle a los otros
todo lo que había caído del baúl, murieron enterrados en la tormenta de arena que
ya les habían pronosticado. Triste lección, de la que Cristo advierte claramente,
a￱adiendo lo que espera a los que confían en él: “no temas, reba￱ito mío, porque
tu Padre ha tenido a bien darte el Reino. Vendan sus bienes y den limosnas.
Consíganse unas bolsas que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que
no se acaba, allá donde no llega el ladrón ni carcome la polilla. ¡Qué clarividencia la
de Cristo! Ofrece un reino, y nosotros seguimos peleando y dando puñetazos por
defender las riquezas y las posesiones que al fin y al cabo se quedarán sin que
podamos gozar de algo que ocupa tremendamente nuestra atención de los
hombres.
El papa en estos días de su viaje a Brasil para participar en la Jornada Mundial de la
Juventud, ha advertido hasta el cansancio de la necesidad de trabajar y trabajar
para ganarnos ese Reino de los cielos, en la inteligencia de que ese reino comienza
y se establece aquí entre nosotros. Es particularmente importante el mensaje que
dirigi￳ en el barrio pobre de Varginha: “Las personas más sencillas, pueden dar al
mundo una valiosa lección de solidaridad, esta palabra solidaridad es a menudo
olvidada y omitida, porque es incómoda, parece casi una palabrota. Me gustaría
hacer un llamamiento a quienes tienen más recursos, a los poderes públicos y a
todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social: que no
se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario. Nadie puede
permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo. Que
cada uno, según sus posibilidades y responsabilidades, ofrezca su contribución para
poner fin a tantas injusticias sociales. No es la cultura del egoísmo, del
individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva
a un mundo más habitable, ¡no lo es! Sino la cultura de la solidaridad: no ver en el
otro un competidor o un número, sino un hermano y todos nosotros somos
hermanos.
Pero hay una palabra del Papa que ilustra admirablemente lo que Cristo nos ha
dicho. Cuando el Papa ofrece la ayuda de la Iglesia ante las desigualdades sociales
y econ￳micas que claman al cielo, dice: “queridos amigo, ciertamente en necesario
dar pan a quien tiene hambre: es un acto de justicia. Pero hay también un hambre
más profunda, el hambre de una felicidad que sólo Dios puede saciar. ¡Hambre de
dignidad! No hay una verdadera promoción del bien común, ni un verdadero
desarrollo del hombre, cuando se ignoran los pilares fundamentales que sostienen
una nación, sus bienes inmateriales: la vida, que es un don de Dios,, un valor que
siempre se ha de tutelar y promover: la familia, fundamento de la convivencia y
remedio contra la desintegración social: la educación integral, que no se reduce a
una simple transmisión de información con el objetivo de producir ganancias, : la
salud, que debe buscar el bienestar integral de la persona, incluyendo la dimensión
espiritual, esencial para el equilibrio humano y una sana convivencia: la seguridad,
en la convicción de que la violencia solo se puede vencer partiendo del cambio del
corazón humano.
Cristo agrega que donde está tu tesoro ahí está tu corazón, y ahora debemos
propugnar porque nuestros tesoros sean esos que el Papa señala como metas que
tenemos que alcanzar: la dignidad del hombre, la defensa clara de la vida, una
nueva vida para nuestras familias, una educación integrar donde no se vean
excluidos los grandes valores del Reino, la salud para todos los hombres, no solo
para los que gozan ya de seguridad social, y precisamente la seguridad, que no
vendrá de un mayor armamento o de un nuevo cuerpo policial y militar sino de un
saneamiento del corazón humano.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
alberami@prodigy.net.mx