Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo C, Tiempo Ordinario,
Domingo de la Semana No. 18
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: ¿Qué saca el hombre de todos los trabajos? * Señor, tú
has sido nuestro refugio de generación en generación. * Buscad los bienes de allá
arriba, donde está Cristo * Lo que has acumulado, ¿de quién será?
Textos para este día:
Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23:
¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es vanidad!
Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto,
y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado.
También esto es vanidad y grave desgracia.
Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo
fatigan bajo el sol?
De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente.
También esto es vanidad.
Salmo 89:
Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: "Retornad, hijos de Adán." Mil años en tu
presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna. R.
Los siembras año por año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva
por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. R.
Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos. R.
Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.
R.
Colosenses 3, 1-5. 9-11:
Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba,
donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no
a los de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando
aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente
con él, en gloria.
En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación,
la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría.
No sigáis engañándoos unos a otros.
Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo, que se va
renovando como imagen de su Creador, hasta llegar a conocerlo.
En este orden nuevo no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e
incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres, porque Cristo es la síntesis de
todo y está en todos.
Lucas 12, 13-21:
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: "Maestro, dile a mi hermano que
reparta conmigo la herencia."
Él le contestó: "Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?"
Y dijo a la gente: "Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande
sobrado, su vida no depende de sus bienes."
Y les propuso una parábola: "Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a
echar cálculos:
¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha."
Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes,
y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí
mismo: hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come,
bebe y date buena vida."
Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado,
¿de quién será? "
Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios."
Homilía
Temas de las lecturas: ¿Qué saca el hombre de todos los trabajos? * Señor, tú
has sido nuestro refugio de generación en generación. * Buscad los bienes de allá
arriba, donde está Cristo * Lo que has acumulado, ¿de quién será?
1. El Sentido de la Vida
1.1 Hay preguntas que nosotros las escribimos en nuestro propio lenguaje pero que
ciertamente no han empezado a existir cuando nosotros las hemos empezado a
decir. El libro del Eclesiastés, por ejemplo, contiene expresiones como las que
hemos oído hoy, que tienen un sabor marcadamente "existencialista," si queremos
usar esa expresión.
1.2 De fondo, el tema permanente es que la vida requiere renuncias, esfuerzos,
padecimientos, y por ello es inevitable preguntarse, en el lenguaje que sea, con
más o menos filosofía, si eso, si todo eso, merece la pena. La respuesta de la
primera lectura es que no; la respuesta del evangelio de hoy es que se engañan los
que piensan que una gran abundancia es compensación justa a una largo esfuerzo.
1.3 Nosotros, lo mismo que los hombres del siglo I o del siglo XIII, preguntamos a
nuestra propia manera por el sentido de la vida. No siempre de un modo explícito,
es decir, como un tema planteado y abordado; pero sí nos lo preguntamos. El joven
que anda aburrido a pesar de que parece tenerlo todo y vivir en un país próspero,
la madre de familia que un día se ve hastiada de su rutina y ve con pavor que la
amargura se le entra en el alma, el profesor que no sabe si ha valido la pena su
vida de esfuerzos y desvelos, el abuelo que se queda mirando el horizonte,
esperando la visita que nunca llega... Todos ellos, en su propio modo, están
preguntándose si ha valido la pena lo que han sufrido y soñado. Es una pregunta
que sencillamente no podemos esquivar; para huir de ella tendríamos que huir de
nosotros mismos.
2. La Falsa Solución: Abundancia
2.1 Hay gente que parece no tener que preguntarse más. Son los que la están
pasando bien. Están bien provistos y se sienten a salvo, resguardados por sus
bienes, su poder, sus ideas brillantes y su lenguaje hábil. La respuesta a la gran
pregunta es fácil para ellos: "la vida es para gozarla"; "el mundo es de los
avispados." Obran con desenvoltura porque no tienen que pensar en restricciones;
y sin embargo, están restringidos al presente y no se dan cuenta que las
circunstancias del día de hoy no son eternas.
2.2 Por eso Jesús califica de "necedad" la actitud de los que se fían de sus muchos
bienes, como ese rico del evangelio. Uno puede eludir la pregunta por el sentido de
la vida encerrándose en la prisión del presente y el hoy, pero hasta esa prisión llega
la luz de otra pregunta, la que oímos en el texto: "¿Para quién serán todos tus
bienes?" En el fondo esa pregunta contiene una afirmación: si alguien se va a hacer
rico con tus riquezas, ¿no es verdad que estás trabajando para él?
2.3 Nuestra condición de seres temporales y finitos nos obliga a buscar en otra
dirección. La solución no es encadenarse al aquí y el ahora ni tampoco dedicarnos a
cuidar como perros los bienes que pasan, convirtiéndonos más en sus siervos que
en sus señores. La temporalidad y la finitud se vencen buscando lo que es
permanente e infinito, es decir, buscando en nosotros lo más duradero y propio
(aquí llamado, el alma) y sobre todo buscando a Dios, único y real fundamento de
cuanto existe y de nosotros mismos.