XVIII Semana del Tiempo Ordinario. (Año Impar)
Miércoles
Lecturas bíblicas
a.- Nm.13, 2-3. 26; 14,1. 26-30.34-35: Despreciaron una tierra envidiable.
b.- Mt. 15-21-28: Mujer, que grande es tu fe.
Este es el evangelio de la cananea o sirofenicia (cfr. Mc. 15, 21-28), con ello se
quiere afirmar que era pagana, no judía. En el AT., Tiro y Sidón como Cananea,
eran consideradas como tierra de paganos. Vemos un crescendo en la escena que
nos presenta Mateo: Jesús no contesta a la primera interpelación de la mujer, luego
Él, delimita su misión sólo a los judíos, y finalmente, se establece la dura distinción
entre los hijos y los perros, es decir, los paganos. En el fondo, quiere presentar a
Jesús frente al mundo de los paganos, si bien Jesús vino por los judíos y con ellos
quiso realizar su obra de salvación, con esta mujer, hace una gran excepción. La
única razón que nos da Mateo, es la gran fe que esta mujer profesa en Jesús y su
poder sanador. Se establece entonces un principio básico, que si los paganos tienen
fe, pueden gozar de los mismos privilegios que los judíos. Ante esto Jesús alaba su
fe: “Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas. Y desde aquel momento
qued￳ curada su hija.” (v. 28). Se repite lo mismo que había sucedido con el
centurión romano (cfr. Mt. 8, 5-10). Se da entonces un nuevo criterio, para
pertenecer al nuevo pueblo de Dios que nace entorno a Jesús: tener fe en ÉL. La
Iglesia aplicó este principio hasta hoy, comenzando por Pablo al crear nuevas
comunidades (cfr. Rm.1-5). La cananea se dirige a Jesús con el título de “hijo de
David”, “Se￱or” y el “ten piedad de mí” que resuena con constancia en los Salmos y
en la liturgia cristiana (vv. 23.25) La oración de la cananea, es más que una
oración de petición, es una oración que nace de la fe en Dios, en Jesús que lo
encarna, en que puede hacer lo que se le pide y una confianza grande en que lo
hará (v.28). La fe recibe lo que quiere porque lo que quiere es voluntad de Dios. El
diálogo de la cananea y Jesús, es una muestra de aquello de pedir, buscar y llamar,
como parte de todo un proceso dinámico de fe y amor en Jesucristo el Señor, en
que pobreza y humildad juegan un rol fundamental (cfr. Lc.11,9-10). La oración es
lucha perseverante con Dios, teniendo la palabra de Dios como garante: recibirán,
hallarán, se les abrirá (cfr. Mt. 7,7). La oración hecha con fe, abre puertas y
corazones entre los hombres y particularmente las manos y el corazón de Dios. En
la celebración de la Liturgia de las Horas, Laúdes y Vísperas, la Iglesia, cual esposa
amante, implora de su Esposo Cristo, las gracias que sus hijos y la humanidad
entera necesita, luego de adorar, bendecir y agradecer a Dios todo cuanto ha
recibido, como parte de su historia de salvación.
Teresa de Jesús, constata que Jesús encontró leyendo los evangelios, más en las
mujeres que en los discípulos. Velada crítica al machismo de la época. “Pues no sois
Vos, Criador mío, desagradecido para que piense yo daréis menos de lo que os
suplican, sino mucho más; ni aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andábais por
el mundo, las mujeres, antes las favorecisteis siempre con mucha piedad y
hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en los hombres, pues estaba vuestra
sacratísima Madre, en cuyos méritos merecemos y por tener su hábito, … Se￱or, de
vuestra bondad y justicia que sois justo juez y no como los jueces del mundo, que
como son hijos de Adán, y, en fin, todos varones, no hay de mujer que no tengan
por sospechosa” (CE 4,1).