XVIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Viernes
No tengáis miedo
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro del Eclesiástico 51, 1-8
Te alabo, mi Dios y salvador, te doy gracias, Dios de mí padre.
Contaré tu fama, refugio de mi vida, porque me has salvado de la muerte,
detuviste mi cuerpo ante la fosa, libraste mis pies de las garras del abismo, me
salvaste del látigo de la lengua calumniosa y de los labios que se pervierten con
la mentira, estuviste conmigo frente a mis rivales.
Me auxiliaste con tu gran misericordia: del lazo de los que acechan mi traspié,
del poder de los que me persiguen a muerte; me salvaste de múltiples peligros:
del cerco apretado de las llamas, del incendio de un fuego que no ardía, del
vientre de un océano sin agua, de labios mentirosos e insinceros, de las flechas
de una lengua traidora.
Cuando estaba ya para morir y casi en lo profundo del abismo, me volvía a todas
partes, y nadie me auxiliaba, buscaba un protector, y no lo había. Recordé la
compasión del Señor y su misericordia eterna, que libra a los que se acogen a él
y los rescata de todo mal.
Salmo: Sal 30 R. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. R.
A tus manos encomiendo mi espíritu;
tú, el Dios leal, me librarás.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mí aflicción. R.
Líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia. R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 28-33
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
-«No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.
No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un
par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin
que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza
tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros
y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me
pondré de su parte ante mí Padre del cielo, Y si uno me niega ante los hombres,
yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»
II. Compartimos la Palabra
(En la fiesta de Santa Teresa B. de la Cruz se pueden elegir entre varias
lecturas. En años anteriores pueden encontrar comentarios a otras lecturas
ofrecidas para este día: 2010 2011 )
La misericordia de Dios es grande
Nos encontramos delante de una preciosa oración de acción de gracias. Nuestra
oración ayudará a que Dios nos libre de todos nuestros peligros, pecados, por
eso es algo primordial darle gracias a Dios.
Esta oración es todo un recorrido por el Antiguo Testamento. Es nuestra propia
vida que está llena de angustias, nos sentimos perseguidos, el mal nos rodea
por todas partes.
La mentira, el engaño, la opresión, pasa por nuestro lado para hacernos caer,
para llevarnos a la misma muerte.
Pero la misericordia de Dios es grande y Él no nos dejará caer, no va a permitir
la muerte entre nosotros, por eso nos acercamos a él para Alabarle, para
Adorarle, para Bendecirle, darle gracias por librarnos de ese mal que daña
nuestros cuerpos, nuestra mente, nuestro amor.
Ya nos lo decía nuestro Santo Padre Francisco en su homilía en Aparecida: “El
dragón, el mal existe en nuestra historia, pero no es el más fuerte. El más fuerte
es Dios, y Dios es nuestra esperanza”.
A Dios le debemos nuestra esperanza, sin ella nuestra vida estará llena de vacío,
de tristeza, de soledad. Pero Él con su amor nos libra de todo ello destruye a ese
dragón que con su fuego quiere quemar nuestra vida, destruirla.
Son esos momentos de dificultad donde siempre encontraremos su apoyo y
solamente su fuerza mantendrá firme y viva nuestra esperanza, nuestra paz,
nuestro equilibrio.
Si Él es capaz de cuidar de los pajarillos del cielo. ¿No va a cuidar de
nosotros, que somos más importantes para Él?
“No tengáis miedo” Así comienza nuestro evangelio de hoy. Palabras alentadoras
y llenas de esperanza para estos tiempos que estamos viviendo, para nuestra
propia vida.
No nos quiere decir que vivamos en miedo tal cual es, sino la forma de vivir
nuestra relación con Dios.
El pecado, el mal se mete en nuestras vidas llenandolas de miedo y
apartandonos del amor de Dios. Por eso nuestro amor hacia Dios debe ser más
fuerte, estar por encima de todo lo terreno, ya sean las cosas materiales e
incluso por encima del amor a personas.
En la vida se cruzan muchas dificultades que nos hacen caer, perder el norte,
sufrir. Llevamos nuestra propia cruz, pero ¿cómo la llevamos? Sin confianza, con
dolor, con sufrimiento, sin esperanza ninguna, con el miedo del que nos persigue
y desea nuestra muerte.
Pero Jesús nos insiste: “no tengáis miedo”. Nos pide confianza en Él, pues si Él
es capaz de cuidar de los pajarillos del cielo, ¿no va a cuidar de nosotros, que
somos más importantes para Él? Esa es la confianza a la que debemos
agarrarnos sabiéndonos cuidados por el mismo Dios.
El pecado quizá pueda matar nuestro cuerpo, pero jamás podrá tocar nuestra
alma.
Quiero volver a las palabras de la homilía de Santo Padre Francisco en Aparecida
Brasil ya que no dejan de resonar como el mejor de los consejos que para
vencer ese miedo: “Nuestras vidas sean luces de esperanza para este mundo.
Dios nunca deja que nos hundamos… Dejarnos sorprender por Dios, siendo
hombres y mujeres de esperanza, sabiendo que él está en medio de las
dificultades… Y vivir con alegría. Enamorarnos verdaderamente de Cristo”.
Así vivió Edith Stein, y su vida así nos lo refleja desde este evangelio. Vivió una
auténtica relación con Dios, lo buscó, y una vez que lo encontró permaneció en
Él.
Ella venció todos sus miedos en la cruz de Jesús. Y nos lo deja dicho con sus
palabras:”La esencia del cristiano no es el saber, si no el Amor. Dios es Amor.
Por ello ser sostenidos por Dios, es estar encendidos en el Amor”.
Monasterio Sta. María la Real - MM. Dominicas
Bormujos (Sevilla)
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