Domingo 18º del Tiempo Ordinario Ciclo C
Lecturas bíblicas:
Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23
Col. 3, 1-5.9-11
Lc. 12, 13-21
Buscar el Reino de Dios
frente a la cultura de lo provisorio
Uno de los mensajes que el Papa Francisco dio en la reciente Jornada Mundial de la Juventud en
Río de Janeiro fue éste: “vayan contracorriente de la cultura de lo provisional”. Vivimos en una
cultura de lo provisorio, lo que “tiene fecha de vencimiento”, lo caduco, lo perecedero, lo relativo.
O más bien, una cultura que pretende imponernos como no perecedero lo perecedero, como
trascendente lo provisional, como absoluto lo relativo. Es el relativismo actual, que pretende
quitarnos todo punto de referencia firme, sólido. Por eso el Papa dice “vayan contracorriente”, o
sea: resistan, no se sometan, rebélense.
Esta cultura de lo provisional nos dice “apuesten por estos valores”, eso es lo que verdaderamente
importa, y nos engaña diciéndonos que lo que creemos y confesamos por la fe es ilusorio.
Así, esta cultura de lo provisional rompe la escala de valores con la que hemos sido formados los
cristianos. Los creyentes optamos por “lo único necesario” (Lc. 10, 42) y pedimos al Padre que
venga el Reino de Dios (Lc. 11, 2). Debemos buscar el Reino de Dios, y todo lo demás se nos dará
por añadidura (Lc. 12, 31), viene de regalo, está incluido en el “combo”. Eso es lo que
primeramente importa. Ése el tesoro inagotable en los cielos en donde debemos poner nuestro
corazón (Lc. 12, 33-34), como proclamaremos el próximo domingo.
La cultura de lo provisional nos engaña cuando nos vende que los bienes perecederos pueden
hacernos felices. En el fondo, sabe que estas cosas pasan, y por eso nos dice: vive el momento
presente, disfrútalo lo más que puedas, porque es la única migaja de felicidad a la que podrás
aspirar. Esta cultura hedonista no es creyente en Dios, ni en el más allá de la muerte del hombre, y
por eso, cuando a alguno le toca sufrir, hasta admite con coherencia el suicidio. No apuesta por
Dios ni por el hombre. No cree en Dios ni cree en el hombre.
En la primera lectura de la liturgia de este domingo, los fragmentos del Eclesiastés, libro sapiencial
del antiguo testamento escrito hacia el siglo III° antes de Cristo, nos presentan la vaciedad de todo
lo de esta vida. “ᄀVanidad de vanidades! ¡Todo es vanidad!” (1,2), así comienza el libro del Cohélet
(el predicador). Es vanidad, “como atrapar vientos” (2, 26). Es vanidad la fatiga del trabajo del
hombre que al morir debe dejar todo el fruto de su esfuerzo a sus herederos que nada aportaron.
El texto suena un tanto pesimista. En otro versículo que no leímos hoy (2, 24), el autor inspirado
propone como compensación de felicidad para el hombre la comida y la bebida y lo que pueda
disfrutar en medio de las fatigas de su trabajo.
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Leído a la luz de la revelación divina del nuevo testamento, el mensaje sobre la auténtica felicidad
apostando por el reino de Dios completa lo acá dicho pero queda firme esto: los bienes de este
mundo pasan, pero no todo es sufrimiento en esta vida.
La parábola de Jesús (Lc. 12, 16-21) parece estar elaborada sobre el trasfondo del Eclesiastés:
¿para qué acumular bienes y dedicarte a banquetes y descanso, si cuando mueres debes
dejárselos a otros? Pero acá se destaca la novedad de la enseñanza de Jesús: no atesores riquezas
para vos (para uno mismo), según tu propio interés egoísta, hazte rico a los ojos de Dios .
Hacerse rico o acumular tesoros delante de los ojos de Dios significa, de acuerdo al contexto
inmediato en el evangelio de Lucas (12, 22-33), dos cosas:
1. En primer lugar, no vivir preocupados, ansiosos, inquietos por lo que vamos a comer,
beber o con qué nos vestiremos, sino confiar en la Providencia de Dios , ponerse en sus
manos, sin temor. Buscando primero el reino de Dios , lo demás (comida, bebida, vestido)
se nos dará por añadidura. Lo recordábamos el domingo pasado en el “Padre Nuestro”,
por el que pedimos, sin inquietarnos por el futuro, “danos hoy el pan nuestro de cada día ”.
2. En segundo término, hacerse ricos delante de la mirada de Dios, conseguir un tesoro
inagotable en el cielo, implica compartir, ser solidarios . Sobre esto trataremos el próximo
domingo. Pero ya en este fragmento del evangelio, Jesús nos enseña que el dinero, los
bienes materiales, no deben dividirnos entre hermanos, como los hermanos peleados por
una herencia que apelan al juicio de Jesús (todo hombre es mi hermano). Al compartir, te
haces más rico delante de los ojos de Dios.
Pero es la 2° lectura del día la que completa esta enseñanza. Hoy terminamos de leer la selección
de textos de la carta paulina a los colosenses. “Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen
los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto
en las cosas celestiales y no en las de la tierra . Porque ustedes están muertos, y su vida está desde
ahora oculta con Cristo en Dios.” La dimensión escatológica de la vida del cristiano nos lleva a
apostar primeramente por los valores eternos, religiosos, a buscar eso único necesario, a primero
buscar el reino de Dios .
Los bienes terrenales tienen un valor relativo, y es lícito que el hombre disfrute de ellos sólo si los
ordena hacia el reino de Dios y si los comparte fraternalmente. La creación de Dios es algo bueno y
ha sido confiada al hombre por el Creador. La muerte , la propia y la ajena, nos permite mirar y nos
da perspectiva para evaluar, o revaluar, las cosas terrenales desde un balcón que nos garantiza
una justa apreciación de los bienes temporales que no caiga ni en la devaluación espiritualista y
maniquea ni en la sobrevaluación hedonista y utilitaria. ¿Será por ello que hoy la cultura de lo
provisorio acalla el significado antropológico de la muerte, maquilla o disimula la muerte? Decía el
Papa Francisco en los primeros días de su pontificado: “la mortaja no tiene bolsillos” .
Buscar el reino de Dios, nuestro auténtico tesoro, lo único necesario que puede garantizarnos esa
seguridad que las cosas de este mundo no pueden darnos . Los méritos por nuestras buenas obras
son el capital, esas acciones y valores, esa “cuenta bancaria” a nombre nuestro que no está
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expuesta a la inflación o los reveses de malas inversiones o negocios, la de las obras buenas al
servicio de nuestros hermanos.
Nos dice el Papa Francisco, que viene de participar en Río de Janeiro de la Jornada Mundial de la
Juventud, a propósito de este domingo:
“Hoy en la Liturgia resuena la palabra provocadora de Eclesiastés: "vanidad de vanidades... todo es
vanidad" (1, 2). Los jóvenes son particularmente sensibles al vacío de significado y de los valores
que a menudo les rodean . Y lamentablemente pagan las consecuencias . Sin embargo, el encuentro
con Jesús vivo, en su gran familia que es la Iglesia, llena el corazón de alegría, porque lo llenan de
verdadera vida, de un bien profundo, que no pasa y no se marchita ... Pero esta experiencia debe
afrontar la vanidad cotidiana, el veneno del vacío que se insinúa en nuestras sociedades basadas
en el beneficio y en el haber, que engañan a los jóvenes con el consumismo . El Evangelio de este
domingo nos llama la atención precisamente sobre lo absurdo de basar la propia felicidad en el
haber La verdadera riqueza es el amor de Dios, compartido con los hermanos . Ese amor que viene
de Dios y hace que lo compartamos y nos ayudamos entre nosotros. Quién experimenta esto no
teme a la muerte , y recibe la paz del corazón.” 1
Pbro. Hernán Quijano Guesalaga
Sábado 3 y domingo 4 de agosto de 2013
iglesia parroquial Sagrado Corazón de Jesús
y Capilla San Sebastián, Paraná, Argentina
1 Francisco, meditación a la hora del Ángelus, Plaza San pedro, domingo 4 de agosto de 2013.
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