EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
lunes 05 Agosto 2013
Lunes de la decimoctava semana del tiempo ordinario
Libro de los Números 11,4b-15.
La turba de los advenedizos que se habían mezclado con el pueblo se dejó llevar de
la gula, y los israelitas se sentaron a llorar a gritos, diciendo: "¡Si al menos
tuviéramos carne para comer!
¡Cómo recordamos los pescados que comíamos gratis en Egipto, y los pepinos, los
melones, los puerros, las cebollas y los ajos!
¡Ahora nuestras gargantas están resecas! ¡Estamos privados de todo, y nuestros
ojos no ven nada más que el maná!".
El maná se parecía a la semilla de cilantro y su color era semejante al del bedelio.
El pueblo tenía que ir a buscarlo; una vez recogido, lo trituraban con piedras de
moler o lo machacaban en un mortero, lo cocían en una olla, y lo preparaban en
forma de galletas. Su sabor era como el de un pastel apetitoso.
De noche, cuando el rocío caía sobre el campamento, también caía el maná.
Moisés oyó llorar al pueblo, que se había agrupado por familias, cada uno a la
entrada de su carpa. El Señor se llenó de una gran indignación, pero Moisés,
vivamente contrariado,
le dijo: "¿Por qué tratas tan duramente a tu servidor? ¿Por qué no has tenido
compasión de mí, y me has cargado con el peso de todo este pueblo?
¿Acaso he sido yo el que concibió a todo este pueblo, o el que lo dio a luz, para que
me digas: "Llévalo en tu regazo, como la nodriza lleva a un niño de pecho, hasta la
tierra que juraste dar a sus padres?"
¿De dónde voy a sacar carne para dar de comer a todos los que están llorando a mi
lado y me dicen: "Danos carne para comer? "
Yo solo no puedo soportar el peso de todo este pueblo: mis fuerzas no dan para
tanto.
Si me vas a seguir tratando de ese modo, mátame de una vez. Así me veré libre de
mis males".
Salmo 81(80),12-13.14-15.16-17.
Pero mi pueblo no me quiso oír,
e Israel no me obedeció.
Los dejé, pues, que siguieran sus caprichos
y caminaran según su parecer.
«Ah, si mi pueblo me escuchara,
si Israel fuera por mis caminos,
sometería en un instante a sus enemigos,
volvería mi mano contra sus opresores.
Los enemigos del Señor le adularían
y su espanto jamás terminaría.
Pero a él, con flor de trigo lo alimentaría
y con miel de la roca lo saciaría».
Evangelio según San Mateo 14,13-21.
Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a
solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie.
Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella,
curó a los enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar desierto y ya
se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse
alimentos".
Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes
mismos".
Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados".
"Tráiganmelos aquí", les dijo.
Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco
panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición,
partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce
canastas.
Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los
niños.
Comentario del Evangelio por :
Beato Juan Pablo II (1920-2005), papa
Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, 3-5
"Y tomando el pan.... pronuncia la bendición, y los da a sus discipulos"
Del misterio pascual nace la Iglesia. Precisamente por eso la Eucaristía, que es el
sacramento por excelencia del misterio pascual, está en el centro de la vida
eclesial... En la celebración eucarística, los ojos del alma se dirigen al Triduo
pascual: a lo que ocurrió la tarde del Jueves Santo, durante la Última Cena y
después de ella...La agonía de Getsemaní es la introducción a la agonía sobre la
Cruz del Viernes santo. La hora santa, la hora de la redención del mundo...hora de
la glorificación. Todo sacerdote que celebra la Misa revive en espíritu, al mismo
tiempo que la comunidad cristiana que participa, en el mismo lugar y en la misma
hora...
« Mysterium fidei! – ¡Misterio de la fe! ». Cuando el sacerdote pronuncia o canta
estas palabras, los presentes aclaman: « Anunciamos tu muerte, proclamamos tu
resurrección, ¡ven Señor Jesús! ». Con éstas o parecidas palabras, la Iglesia, a la
vez que se refiere a Cristo en el misterio de su Pasión, revela también su propio
misterio: Ecclesia de Eucharistia. Si con el don del Espíritu Santo en Pentecostés la
Iglesia nace y se encamina por las vías del mundo, un momento decisivo de su
formación es ciertamente la institución de la Eucaristía en el Cenáculo. Su
fundamento y su hontanar es todo el Triduum paschale, pero éste está como
incluido, anticipado, y «concentrado» para siempre en el don eucarístico. En este
don, Jesucristo entregaba a la Iglesia la actualización perenne del misterio pascual.
Con él instituyó una misteriosa «contemporaneidad» entre aquel Triduum y el
transcurrir de todos los siglos.
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