Domingo XXII del tiempo Ordinario del ciclo C.
"No te des importancia ante el rey,
no te coloques en el sitio de los grandes;
porque es mejor que te digan: «Sube acá»,
que ser humillado delante del príncipe" (CF. PR. 25, 6-7).
Ejercicio de lectio divina de LC. 14, 1. 7-14.
1. Oración inicial.
Iniciemos este encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del
Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
Orar es disponernos a acoger la Palabra de Dios predicada por Jesús contenida en
los Evangelios, no con el propósito de buscar razones por las que despreciar al Hijo
de Dios y María porque sus puntos de vista no son coincidentes con los nuestros
como hicieron los fariseos que coprotagonizaron el Evangelio que vamos a
considerar en esta ocasión, sino para aplicarla a nuestra vida, a fin de que podamos
cumplir, la voluntad de Nuestro Padre común.
Orar es esforzarnos para ocupar los primeros puestos, no en este mundo sediento
de poder, riquezas y prestigio, sino en el Reino de Dios, donde tantas carencias
espirituales y materiales características de nuestros prójimos los hombres creyentes
y no creyentes, deben ser extinguidas, a fin de que todos podamos alcanzar, la
plenitud de la dicha.
Las apariencias son muy importantes en nuestro medio. Según un antiguo refrán,
"la mujer del César no solo debe ser honrada, sino que también debe parecerlo."
Dado que en este mundo, -aunque afirmemos lo contrario-, valemos el monto del
dinero que acumulamos, y el valor de los bienes terrenales que conseguimos,
quienes desean aparentar, deben valerse de su alta posición para ello, o se ven
obligados a mentir, fingiendo tener una posición, un dinero y ciertos bienes, que,
probablemente, jamás conseguirán.
Los cristianos, en vez de preocuparnos por aparentar, tenemos que ocuparnos,
en cumplir la voluntad de Dios. En este terreno, contamos con la ventaja de que, la
gente sencilla, suele tener muy buena prensa, salvo que se dé el caso de que,
quienes no saben qué hacer para escalar una posición superior a la que ostentan,
pretendan humillarla, por si persigue sus mismos logros. Quienes desean superarse
aunque sea costa de explotar a los más débiles, conocen un gran repertorio de
técnicas psicológicas, para quitarse a los tales de en medio.
Al considerar el Evangelio correspondiente a la Misa del Domingo XXII del tiempo
Ordinario del ciclo C, tendremos la oportunidad de decidir si queremos destacar en
este mundo, o si queremos destacar en nuestra tierra, como miembros del Reino de
Dios. En el primer caso, si no tenemos dinero para conseguir ascender a una
posición superior a la que ocupamos, tendremos que soportar sufrimientos
estériles, y, si conseguimos superarnos, nos encontraremos con que querremos
alcanzar otra posición superior, a la que alcancemos. En el segundo caso, por
medio de la adquisición del conocimiento de Dios, el cumplimiento de la voluntad de
Nuestro Padre celestial, y la práctica de la oración, alcanzaremos la plenitud de la
felicidad, aunque ello nos suponga llevar a cabo grandes esfuerzos, por los que
seremos debidamente recompensados.
Si nos ensalzamos a costa de no colaborar en la extinción de las carencias
psíquicas y físicas de nuestros prójimos los hombres, seremos excluidos del Reino
de Dios.
Si nos humillamos renunciando a las riquezas que no nos son indispensables para
poder vivir, y las invertimos en beneficiar a nuestros prójimos los hombres,
seremos aceptos en el Reinado divino, aunque por ello tengamos que situarnos
entre quienes no destacan por acumular muchas riquezas.
Jesús no se opone a que participemos en banquetes y fiestas con aquellos que
podrán devolvernos lo que les demos con creces, pues el Señor no se muestra
contrario a que nos relacionemos con nuestros familiares, amigos, compañeros de
trabajo, y hermanos en la fe, pero nos pide que sentemos a nuestra mesa, a
quienes, por su indigencia, jamás podrán devolvernos, el dinero que invirtamos en
ellos.
El hecho de ayudar a quienes no podrán devolvernos los favores que les
hagamos, nos hará merecedores de la recompensa divina, que es la satisfacción, de
hacer el bien.
Oremos:
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Oh Espíritu Santo!, alma de mi alma, te adoro; ilumíname, guíame, fortifícame,
consuélame, dime qué debo hacer, ordéname.
Concédeme someterme a todo lo que quieras de mí, y aceptar todo lo que permitas
que me suceda. Hazme solamente conocer y cumplir tu voluntad.
(Desconozco el autor).
2. Leemos atentamente LC. 14, 1. 7-14, intentando abarcar el mensaje que San
Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido
U Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 1. 7-14
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y
ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta
parábola:
—«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que
hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y
al otro y te dirá:
"Cédele el puesto a éste."
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando
venga el que te convidó, te diga:
"Amigo, sube más arriba."
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido.»
Y dijo al que lo había invitado:
—«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos,
ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y
quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú,
porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos»"
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 14, 1. 7-14.
3-1. El mejor puesto que podemos alcanzar desde la óptica de Dios.
"Y sucedió que, habiendo ido en sábado a casa de uno de los jefes de los fariseos
para comer, ellos le estaban observando" (LC. 14, 1).
3-1-1. Celebremos el Día del Señor debidamente.
Los judíos comían antes de que amaneciera y después de que se pusiera el sol los
días laborales, y celebraban los días festivos, comiendo reunidos con sus familiares
y amigos, después de celebrar el culto sinagogal. Las comidas eran oportunidades
de mantener conversaciones sobre temas importantes, y tomar decisiones,
relativas a las tribus.
¿Cómo son nuestras celebraciones familiares?
No es malo comer viendo una película, pero sí lo es el hecho de que pase el
tiempo, y no encontremos oportunidades para compartir con nuestros familiares,
nuestros deseos, proyectos e inquietudes.
Cuando Jesús vivió en Israel, no existía lo que hoy conocemos como clase media.
En Israel había una pequeña cantidad de gente inmensamente rica, y, la mayoría
de habitantes del país, estaban tan sumidos en la pobreza, que muchos se veían
obligados a venderse como esclavos, con tal de poder sobrevivir. A pesar de que
vivían explotados por sus amos, dichos hermanos de raza del Señor, dedicaban el
Domingo a orar, y a relacionarse con sus familiares.
Dado que este trabajo será leído por hermanos cristianos de diferentes
denominaciones, deseo decirles que, aunque no logramos ponernos de acuerdo a la
hora de celebrar el Día del Señor el Sábado o el Domingo, deberíamos vivir el
citado día, imitando la actitud de los hermanos de raza del Señor, que oraban, y
comían con sus familiares y amigos.
3-1-2. ¿Cuál es el puesto que deben ocupar los hijos de Dios en la sociedad?
Quienes eran influyentes en las ciudades o pueblos en que vivían, invitaban a
quienes pertenecían a su status social, a que les acompañaran en las celebraciones
sabáticas. Los asistentes a dichas celebraciones, intentaban ocupar los puestos más
cercanos a los de los organizadores de los banquetes, con el fin de destacar, ante
quienes no tenían más remedio que situarse, en puestos inferiores.
Ya que en el medio en que vivimos, tenemos el valor del dinero que acumulamos,
y de los bienes que conseguimos, quienes desean destacar, tienen que demostrar
que están mejor situados que sus familiares, vecinos, amigos y hermanos en la fe,
aunque, en muchas ocasiones, ello sea, totalmente incierto.
Afortunadamente, los cristianos estamos exentos de guardar las apariencias, a no
ser que nos dejemos arrastrar por la manera de ser de la mayoría de la gente.
Necesitamos tener mucha fe en Dios y muy alta la autoestima, para no dejarnos
arrastrar por una mentalidad destinada a atraernos sufrimientos innecesarios.
3-1-3. Jesús fue espiado por los fariseos.
Dado que Jesús contradecía abiertamente a los fariseos, y muchos de entre los
tales despreciaban a quienes no observaban escrupulosamente sus preceptos
religiosos, el Señor fue espiado tanto por el organizador del banquete, como por los
demás invitados al mismo. Los fariseos tenían la misión de demostrar que Jesús
tenía que ser socialmente marginado, por cuanto no se amoldaba a sus criterios.
¿Por qué asistió Jesús al citado banquete, si sabía que fue invitado al mismo a fin
de que sus persecutores aumentaran su deseo de eliminarlo, por cuanto no se
adaptaba a sus exigencias? Para responder esta pregunta, debemos pensar en las
ocasiones en que nos conducimos de acuerdo a nuestras convicciones políticas y/o
religiosas, aunque ello moleste a nuestros prójimos.
No imitemos la conducta de los fariseos que espiaron a Jesús. No despreciemos a
quienes tomen la decisión de no amoldarse plenamente a nuestras creencias,
porque, tal como nos sucede a nosotros, deben tomar decisiones, tener aciertos y
cometer errores, a fin de que, sus experiencias personales y comunitarias, les
enseñen el arte de vivir.
3-2. Seamos humildes.
"Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola:
«Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto,
no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el
que os convidó a ti y a él, te diga: “Deja el sitio a éste”, y entonces vayas a ocupar
avergonzado el último puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte
en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga:
“Amigo, sube más arriba.” Y esto será un honor para ti delante de todos los que
estén contigo a la mesa" (LC. 14, 7-10).
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la humildad es:
1. Una "virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y
debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.
2. Bajeza de nacimiento o de otra cualquier especie.
3. Sumisión, rendimiento."
Ateniéndonos a los tres conceptos citados del término humildad, quizás tenemos
la impresión, de que, ser humildes, consiste en ser apocados, o, peor aún, en
empeñarnos en que somos perfectos inútiles, y por ello carecemos de valor, y no
merecemos ninguna dádiva buena. Estas creencias, no son características de gente
humilde, sino, de gente sin autoestima, o que pretende empequeñecerse, a fin de
que otros le engrandezca, y le eleve a posiciones de la que piensa que, por sí
misma, no podrá alcanzar.
Humildad es conocer la Palabra de Dios, y aplicarla a nuestra vida.
Humildad es conseguir dinero y bienes, sin atentar contra la dignidad de nuestros
familiares, vecinos, amigos, compañeros de trabajo, y, hermanos en la fe.
Humildad es vestir trajes limpios característicos de quienes son más pobres que
nosotros, a fin de que, cuando nos relacionemos con ellos, nos traten con
confianza, y no se sientan apocados, viendo que, de nuestro aspecto físico, se
deduce que somos superiores a ellos.
"Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico,
por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza" (2 COR.
8, 9).
A propósito del deseo de los fariseos de ocupar los primeros puestos, recuerdo
una anécdota que le sucedió a un señor muy mayor, a quien le gustaba presumir,
de que se relacionaba con los personajes más influyentes de España. En cierta
ocasión, al saber que el Rey Juan Carlos I visitaría un pueblo que frecuentaba, fue
al Ayuntamiento del mismo, a pedirle al alcalde, que lo dejara saludar al Rey,
porque ambos se conocían. El alcalde no lo atendió, pero, quienes trabajaban en el
Ayuntamiento, al verlo sucio y desarrapado, lo obligaron a que se fuera, diciéndole
que el alcalde no le permitiría saludar al monarca.
Si aparentamos tener una posición social que jamás podremos alcanzar, nos
sucederá que ello nos aportará muchos dolores de cabeza, porque encontraremos a
quienes nos hagan ver nuestra realidad, y no tendremos más remedio que
reconocerla.
Os cuento otra historia de uno de mis amigos, quien presumía de tener la familia
perfecta, las mejores amistades, un trabajo muy bien remunerado, e iba a heredar
una casa de sus padres. En cierta ocasión que estuve con él en casa de sus padres,
su hermano menor se enfrentó con la madre, mi amigo intentó defenderla, y tanto
la madre como el hermano, lo trataron como si careciera de valor personal. Por mi
parte, viendo que mi presencia podía ser molesta e inoportuna en aquel infierno,
quise irme, pero mi amigo no me dejó salir de la casa. Rato después, cuando
salimos de allí, empezó a llorar, y me dijo que su familia era muy desagradable y lo
sometía a maltratos, no tenía amigos, y apenas conseguía trabajo. Un día después,
fingió que no había sucedido nada, y siguió aparentando que era totalmente feliz.
Años después, cuando necesitó vivir en la casa de sus padres con su mujer, ellos se
lo impidieron, y no le heredaron la casa, argumentando que tendrá que compartirla
con sus hermanos, cuando fallezcan.
3-3. Los Ensalzados y los humillados.
"Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será
ensalzado»" (LC. 14, 11).
Jesús no se mostró contrario al hecho de que sus seguidores adquirieran
riquezas, pero no deseó que ello sucediera a costa de que los más indefensos de su
país fueran explotados inmisericordemente. Por otra parte, el Señor no estaba de
acuerdo con la conducta de quienes atesoraban grandes cantidades de dinero y
bienes materiales, porque ello contribuía al empobrecimiento de la mayoría de sus
hermanos de raza.
Si nos ensalzamos en este mundo obviando el cumplimiento de la voluntad de
Dios, seremos excluidos de su Reino, no porque somos odiados por Nuestro Padre
común, sino porque no deseamos formar parte del mismo.
Si nos humillamos renunciando a acumular dinero y bienes no por el hecho de
guardarlos por si nos faltan, sino por el placer de tenerlos, e invertimos parte de
nuestras riquezas en hacer el bien, formaremos parte de la familia de Dios.
3-4. ¿A quiénes podemos sentar a nuestra mesa?
"Dijo también al que le había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no
llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos;
no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un
banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás
dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la
resurrección de los justos»" (LC. 14, 12-14).
Jesús no se mostró contrario a que sus seguidores banquetearan con quienes
podían pagarles con creces las invitaciones que les hicieran. Ello no tenía sentido
que sucediera en una sociedad en que eran tan importantes las celebraciones de
banquetes comunitarias, en la que, al mismo tiempo, se excluía de tales
celebraciones, a los pobres, los enfermos, y, los desamparados, ya que, los tales,
eran considerados, como reprobados por Dios, por causa de sus supuestos pecados,
o los de sus antepasados.
¿En qué medida son nuestros compromisos familiares consecuencias de que
amamos y somos amados? En la medida que nos sea posible, no invitemos a
nuestros familiares y amigos porque ello es un deber, sino porque los amamos, y
deseamos estar con ellos. Tal como les sucedía a muchos fariseos que vivieron en
el tiempo de Jesús, hemos llegado a valorarnos tanto como se remonta el costo de
nuestros bienes, que hemos convertido en meros compromisos, las ocasiones que
tenemos, para demostrarnos que nos amamos.
¿Qué sentido tiene el hecho de sentar a nuestra mesa a quienes, además de que
jamás pagarán nuestras invitaciones, tienen costumbres y creencias diferentes a las
nuestras? Jesús nos pide que seamos abiertos de mente, a fin de que
comprendamos que cada cual busca la felicidad siguiendo su propio camino, y
aprende el arte de vivir, por medio de sus aciertos y errores.
Hagamos el bien, no esperando que Dios nos lo pague, sino para contribuir a la
eliminación de las barreras sociales que nos separan por causas injustificables,
desde el punto de vista de Dios.
3-5. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos,
individualmente.
3-6. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico
y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de
asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en LC. 14, 1. 7-14 a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
3-1-1.
¿Cuántas veces comían los hermanos de raza de Jesús los días laborales?
¿Cuántas veces comían los judíos los días festivos?
¿Qué hacían los judíos mientras celebraban los banquetes característicos de los
días festivos?
¿Cómo son nuestras celebraciones familiares?
¿Aprovechamos dichas celebraciones para dialogar con nuestros familiares?
¿Qué podemos compartir con nuestros familiares en tales ocasiones?
¿Por qué se vendían muchos indigentes como esclavos?
¿Qué hacían los hermanos de raza de Jesús los días festivos, a no ser que se
diera el caso de que por su indigencia y marginación social se vieran obligados a
trabajar?
¿Cómo deberíamos celebrar los cristianos el Día del Señor?
3-1-2.
¿A quiénes invitaban los personajes influyentes a participar en los banquetes que
organizaban los días festivos?
¿Por qué no invitaban a quienes pertenecían a un status social inferior al de ellos?
¿Están nuestras comunidades cristianas abiertas a ricos y pobres, o son guetos
en que se congrega una sola clase social?
¿Por qué querían los fariseos ocupar los puestos más cercanos a los de los
organizadores de los banquetes?
¿Qué deben hacer quienes deseen destacar en nuestro entorno materialista?
¿Qué sentido tiene intentar hacer creer que se tiene una posición social más
elevada que la que se ha logrado alcanzar?
¿Podemos los cristianos librarnos del cumplimiento del deber de guardar las
apariencias?
¿Qué necesitamos los cristianos para no dejarnos arrastrar por el deseo de
superioridad?
3-1-3.
¿Por qué espiaron los fariseos a Jesús?
¿Con qué intención fue espiado Jesús por los fariseos?
¿Por qué asistió Jesús al citado banquete, si sabía que fue invitado al mismo a fin
de que sus persecutores aumentaran su deseo de eliminarlo, por cuanto no se
adaptaba a sus exigencias?
¿Por qué nos conducimos independientemente de que seamos cristianos de
acuerdo a nuestras convicciones políticas y/o religiosas, aunque ello moleste a
nuestros prójimos?
¿Por qué nos conviene no despreciar a quienes no observan nuestras
prescripciones religiosas?
3-2.
¿Qué es la humildad según el diccionario de la R. A. E?
¿Qué actitudes depresógenas quizás vividas para manipular a los demás
pretenden ser humildes y no lo son?
¿Qué es la humildad cristiana?
¿Son compatibles los conceptos de humildad generalizados en el mundo y la
definición de la humildad cristiana? ¿Por qué?
¿Qué nos sucederá si vivimos aparentando tener una posición social que quizás
jamás nos caracterizará?
3-3.
¿Bajo qué condiciones quiere Jesús que sus seguidores consigan dinero y bienes
materiales?
¿Es posible conseguir riquezas sin humillar a quienes trabajen para nosotros?
¿En qué sentido se autoexcluirán del Reino de Dios quienes se ensalcen en este
mundo incumpliendo la voluntad divina?
¿Cómo podemos humillarnos los cristianos para cumplir la voluntad de Dios y
beneficiar a los hombres?
¿Qué conseguiremos a cambio de humillarnos?
¿Debemos servir a Dios por amor a Él y a nuestros prójimos los hombres, o para
sobornarlo, a fin de que nos conceda una buena posición en su Reino?
3-4.
¿Se mostró Jesús contrario al hecho de que sus seguidores banquetearan con sus
familiares y amigos?
¿Por qué carece de sentido el hecho de que Jesús se opusiera a las celebraciones
familiares y comunitarias?
¿Por qué se excluían de dichos banquetes a los pobres, los enfermos, y los
desamparados?
¿En qué medida son nuestros compromisos familiares consecuencias de que
amamos y somos amados?
¿Por qué invitamos a nuestros familiares y amigos?
¿Acogemos a los tales porque los amamos, o porque nos vemos comprometidos a
invitarlos?
¿Qué hemos hecho para convertir en compromisos las ocasiones que tenemos de
demostrarnos que nos amamos?
¿Qué sentido tiene el hecho de sentar a nuestra mesa a quienes, además de que
jamás pagarán nuestras invitaciones, tienen costumbres y creencias diferentes a las
nuestras?
¿Por qué quiere Jesús que seamos abiertos de mente con quienes no comparten
nuestras creencias?
¿Qué debemos esperar cuando hagamos el bien?
5. Lectura relacionada.
Leamos y meditemos MT. 23, pensando si nuestra profesión de fe es auténtica, o
si se asemeja a la de aquellos de quienes Jesús dijo que su conducta no debía ser
imitada.
6. Contemplación.
Jesús fue invitado por un fariseo a un banquete sabático, no porque lo apreciaba
como Maestro, sino para recabar los puntos en que la doctrina del Señor se
distanciaba de sus creencias. Este hecho debe hacernos reflexionar sobre las
razones por las que nos acercamos al Señor. ¿Nos acercamos al Hijo de Dios y
María porque queremos cumplir su voluntad, ya que hemos comprendido que ello
es lo mejor que nos puede suceder, o porque queremos adaptarlo al cumplimiento
de nuestros deseos?
¿Nos gusta destacar de alguna manera?
¿Realizamos en nuestras comunidades parroquiales las actividades que nos hacen
relacionarnos con la gente para que se sepa lo que hacemos, y rehuimos las
actividades que han de realizarse en soledad o con poca gente?
Es fácil tener mucho dinero y una gran cantidad de bienes materiales, pero no
nos es fácil ser los primeros en servir a quienes necesitan nuestros dones
espirituales y materiales, ora porque somos orgullosos y egoístas, ora porque
tenemos malas experiencias en ese terreno, que nos desaniman a la hora de
ejercitar la virtud teologal de la caridad.
No deseemos ocupar el primer puesto social, si el Señor estima que debemos
ocupar otra posición humanamente inferior, para poder servirlo. Si Dios quiere que
lo sirvamos teniendo una posición alta, nos la concederá.
No aparentemos tener un estado social que no nos caracteriza, para que nadie
nos recuerde nuestra realidad, y nos cause sufrimientos estériles.
Situémonos en el último puesto, -el del servicio-, y Dios nos concederá la
posición, en la que mejor podamos servirlo, solventando las carencias, de nuestros
prójimos los hombres.
No pretendamos ser ensalzados para ser humillados, sino humillarnos, para ser
ensalzados, si Dios nos juzga dignos de ello.
Que nuestros compromisos familiares sean ocasiones de amar, y no deberes que
cumplir, ni días de guardar la apariencia de una realidad ficticia.
Cuando organicemos un banquete, invitemos al mismo a quienes amamos, y
tengamos presentes a quienes nunca podrán pagarnos el bien que les hagamos.
Dios nos recompensará por ello, con la satisfacción de haber hecho el bien.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 14, 1. 7-14.
Comprometámonos a aplicarnos las siguientes palabras de San Pablo:
"Efectivamente, siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar
a los más que pueda. Con los judíos me he hecho judío para ganar a los judíos; con
los que están bajo la Ley, como quien está bajo la Ley -aun sin estarlo- para ganar
a los que están bajo ella. Con los que están sin ley, como quien está sin ley para
ganar a los que están sin ley, no estando yo sin ley de Dios sino bajo la ley de
Cristo. Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. Me he hecho todo
a todos para salvar a toda costa a algunos. Y todo esto lo hago por el Evangelio
para ser partícipe del mismo" (1 COR. 9, 19-23).
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Señor Jesús: Hoy me comprometo a conocerte, a cumplir tu voluntad, y a estar
en contacto contigo por medio de la oración, porque no quiero que, el afán de
riquezas perecederas, me separe del Dios Uno y Trino, ni de mis prójimos los
hombres.
9. Oración final.
Leamos y meditemos el Salmo 66, pensando en la obra purificadora y salvadora,
que dios está llevando a cabo en nosotros.
Nota: He utilizado en esta meditación el leccionario de la Misa y la Biblia de
Jerusalén.
José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com