Encuentros con la Palabra
Domingo Ordinario XIX – Ciclo C (Lucas 12, 32-48)
Dichosos ellos, si los encuentra despiertos aunque llegue a la medianoche”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Hablando de lo que es la iluminación, Anthony de Mello dice lo siguiente: “Es como un
vagabundo de Londres que se estaba acomodando para pasar la noche. A duras penas
había conseguido un pedazo de pan para comer. Entonces llegó a un malecón, junto al río
Támesis. Estaba lloviznando, y se envolvió en su viejo abrigo. Ya iba a dormirse cuando
de repente se acercó un Rolls-Royce manejado por un conductor. Una hermosa joven
descendió del automóvil y le dijo: – Mi pobre hombre, ¿va a pasar la noche en este
malecón? – Sí – le contestó el vagabundo. – No lo permitiré – le dijo ella –. Usted se viene
conmigo a mi casa y va a pasar la noche cómodamente y a tomar una buena cena. La
joven insistió en que subiera al automóvil. Bien, salieron de Londres, y llegaron a un lugar
en donde ella tenía una gran mansión con amplios jardines. Los recibió el mayordomo, a
quien la joven le dijo: “Jaime, cerci￳rese de que a este hombre lo lleven a las habitaciones
de los sirvientes y lo traten bien”. Y Jaime obr￳ como le dijo ella. La joven se había
preparado para dormir y estaba a punto de acostarse cuando recordó a su huésped.
Entonces se puso algo encima y fue hasta las habitaciones de los sirvientes. Vio una
rendija de luz en la habitación en la que acomodaron al vagabundo. Llamó suavemente a
la puerta, la cual abrió, y encontró al hombre despierto. Le dijo: – ¿Qué sucede, buen
hombre, no le dieron una buena cena? – Nunca había comido tan bien en mi vida, señora
– le contestó el vagabundo. – ¿Está usted bien caliente? – Sí, la cama es hermosa y está
tibia. – Tal vez usted necesita compañía – le dice ella –. Córrase un poquito. Se le acercó,
y él se movió hacia un lado, y cayó directo al Támesis...
Eso es la iluminación. Estar despiertos. Vivimos muchas veces sumidos en nuestros
sueños y olvidamos la bella y cruda realidad. Quisiéramos que las cosas fueran distintas,
que los problemas no existieran, que los conflictos se resolvieran de una vez y para
siempre. Pero este tipo de vida hace que no seamos capaces de reconocer el paso de
Dios por nuestras vidas. Por esto hay que mantenerse despiertos. Esto es lo que quería
decir el Se￱or cuando le dice a sus discípulos: “Sean como criados que están esperando
a que su amo regrese de un banquete de bodas, preparados y con las lámparas
encendidas, listos para abrirle la puerta tan pronto como llegue y toque. Dichosos los
criados a quienes su amo, al llegar, encuentre despiertos. Les aseguro que el amo mismo
los hará sentarse a la mesa y se dispondrá a servirles la comida. Dichosos ellos, si los
encuentra despiertos aunque llegue a la medianoche o de madrugada”.
No sabemos ni el día ni la hora. Con frecuencia el Se￱or nos sorprende. “Si el due￱o de una
casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría que nadie se metiera en su casa a
robar. Ustedes también estén preparados; porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos
lo esperan”. El Se￱or nos invita a estar preparados para saber descubrir las se￱ales de su
presencia que todos los días nos rayan la pupila de tanto mirarlas. Y todavía preguntamos,
¿dónde está el Señor? ¿cómo descubrirlo? ¿cómo sentir su presencia? Por estar soñando,
no vemos lo evidente. Pidamos al Señor que nos regale la gracia de permanecer despiertos,
que no vivamos anestesiados y adormilados ante la vida. No sea que nos suceda lo que le
sucedió al mendigo, que por estar cómodamente viviendo en nuestros sueños, caigamos
directamente al Támesis...
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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