Comentario al evangelio del Martes 06 de Agosto del 2013
Queridos amigos:
Hoy la humanidad no puede olvidar que también hoy conmemoramos el aniversario del bombardeo de
Hiroshima, que es como decir el aniversario de una de las páginas más antihumanas del siglo XX.
Hiroshima es el símbolo, no de una trans-figuración, sino de una horrible des-figuración.
Despertados por la memoria de todas las desfiguraciones que nos ofrece la historia pasada y reciente,
fijemos ahora nuestros ojos en la escena de la transfiguración de Jesús. La tradición ha situado la
escena en el monte Tabor. El texto de Mateo se limita a decir que "en un monte alto". ?Imaginemos la
escena en tres tiempos: subida, estancia y bajada.
Mientras suben, los discípulos llevan en su mochila el desconcierto causado por las palabras que Jesús
les ha dicho un poco antes (cf Mt 16,24-28). No saben qué significa cargar con la cruz o perder la vida
para ganarla. Nosotros subimos también a ese Tabor con nuestras dudas y aflicciones. Y la ascensión
se nos hace pesada. El camino da vueltas y vueltas.
En la cima del monte tiene lugar una experiencia de la belleza de Dios. Debió de ser de tal magnitud
que Pedro, en nombre de los otros, exclama: "¡Qué bueno/bello es estar aquí". También podría haber
dicho: "Si seguirte a ti consiste en esto, yo me apunto en seguida". Es la experiencia de ver que "todo
concuerda": Moisés (la ley) y Elías (los profetas) levantan acta de que Jesús no es un impostor sino el
Mesías anunciado ("conversaban con Jesús"). Por si fuera insuficiente el testimonio de estos dos
notarios del Reino, se oye la voz del que todo lo puede: "Este es mi Hijo amado". Tanta concordancia
produce miedo. Y otra vez, como en el relato de ayer, Jesús tiene que repetir el mismo mensaje: "No
tengáis miedo". Pero añade algo: "No se lo contéis a nadie".?La bajada debió de ser en silencio. Hay
experiencias para las cuales no disponemos de palabras adecuadas. Y, sin embargo, se trata de
experiencias que nos permiten seguir caminando en el llano con más sentido y con más esperanza.
¿No os parece que es imposible acercarse a los rostros desfigurados sin haber experimentado la
transfiguración de Jesús? ¿O acaso en los rostros desfigurados es donde se produce hoy la verdadera
transfiguración?
CR