XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Los de lejos y los de cerca
La Palabra: “Jesús acoge a los pecadores y come con ellos” (evangelio).
1. Es muy frecuente que los dioses y las religiones, lejos de sostener y dar
confianza en sí mismos a los seres humanos, acentúen sentimientos de culpa y
miedo al castigo. Así ocurría en buena parte de la sociedad judía donde actuó Jesús
de Nazaret. Aunque a lo largo de la historia bíblica Dios se había manifestado
clemente y misericordioso, defensor de los pobres y siempre dispuesto a perdonar,
en tiempo de Jesús algunos daban excesivo realce a los preceptos religiosos y a los
cumplimientos legales, y olvidaban lo más peculiar del Dios revelado en la Biblia:
lento a la hora del castigo y rico en misericordia; a este Dios, padre bueno con el
hijo desquiciado, pastor solícito de la oveja descarriada, que se preocupa de cada
uno con el mismo afán de una mujer buscando la moneda perdida y que necesita
para comprar alimentos.
2. Ante esta visión novedosa de Dios y de su amor inaudito a favor de los seres
humanos, valorados no por su buena conducta sino por su dignidad inviolable, hay
unos que se mantienen y “miran de lejos”. Desconfían de esa dignidad y rechazan
la conducta de Jesús. En aquella sociedad judía eran “los fariseos y letrados que
murmuraban”. Hoy en nuestra sociedad, si no en teoría que no les preocupa gran
cosa, sí en la práctica, miran de lejos y escépticos; no creen en la compasión ni en
la misericordia. Incluso siguen pensando, como algunos filósofos, que tales
sentimientos son el vano recurso de los débiles.
3. Otros, en cambio, se acercan a Jesús, escuchan la buena noticia, se sienten
acogidos por esa misericordia, y encuentran ahí un motivo para seguir viviendo con
esperanza. Ellos en este domingo tienen la oportunidad de afianzar esa fe. Todos
hemos abandonado con frecuencia la casa del padre, y nos hemos entregado a
dioses de la tierra que a la larga no nos satisfacen: aparentar lo que no somos, ser
centro de todas las miradas, satisfacer inmediatamente nuestros deseos a costa de
quien sea y de lo que sea. El miedo al castigo por nuestros pecados no es el
evangelio de Jesús en estas parábolas de la misericordia. La buena noticia que de
verdad nos pone en pie es saber que Alguien nos ama, no porque seamos buenos
sino porque él es bueno y no sabe más que amar. Nos ama incluso cuando somos
pecadores; desde lo más íntimo de nosotros mismos nos está llamando para que,
abandonando la esclavitud, volvamos como hijos a la casa del Padre.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net