DOMINGO XXII. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.
Lc. 14, 1.7-14
Entró Jesús un sábado en casa de uno de los principales fariseos para
comer, y ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso este
ejemplo:
- Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no
sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que
os convidó a ti y al otro, y te dirá: «Cédele el puesto a éste». Entonces,
avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que
cuando venga el que te convidó, te diga: «Amigo, sube más arriba».
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será
enaltecido.
Y dijo al que lo había invitado:
- Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus
hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos; porque corresponderán
invitándote y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso
tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.
CUENTO: LO IMPORTANTE NO ES EL DINERO, SINO EL CORAZÓN
Durante su estadía en la ciudad de París, el poeta alemán Reinero María
Rilke pasaba todos los días por un lugar donde se hallaba una mendiga. Ella
estaba sentada, espaldas a un muro de una propiedad privada, en silencio y
aparentemente sin interés en aquello que solía ocurrir a su alrededor.
Cuando alguien se acercaba y depositaba en su mano una moneda,
rápidamente con un ademán furtivo guardaba ese tesoro en el bolsillo de su
desgarbado abrigo. No daba nunca las gracias y nunca levantaba la vista
para saber quién fue el donante. Así estaba, día tras día, echada de
espaldas contra aquella pared.
Un día, Reinero María pasó con un amigo y se paró frente de la mendiga.
Sacó una rosa que había traído y la depositó en su mano. Aquí pasó lo que
nunca había ocurrido: la mujer levantó su mirada, agarró la mano de su
benefactor y, sin soltarla, la cubrió de besos. Enseguida se levanta, guarda
la rosa entre sus manos y lentamente se aleja del lugar.
Al día siguiente no se encontraba la mujer en su lugar habitual y tampoco
durante el día siguiente y el subsiguiente; y así durante toda una semana.
Con asombro, el amigo le consulta a Reinero María acerca del resultado tan
angustiante de su dádiva.
Rilke le dice:
- "Se debe regalar a su corazón, no a su mano."
Tampoco se aguantó el amigo la otra pregunta acerca de cómo haya vivido
la mendiga durante todos estos días, ya que nadie ha depositado ninguna
moneda en sus manos.
Reinero María le dijo:
- "De la rosa".
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Jesús está comiendo invitado por uno de los principales fariseos de la
región. Lucas nos indica que los fariseos no dejan de espiarlo. Jesús, sin
embargo, se siente libre para criticar a los invitados que buscan los
primeros puestos e, incluso, para sugerir al que lo ha convidado a
quiénes ha de invitar en adelante.
Es esta interpelación al anfitrión la que nos deja desconcertados. Con
palabras claras y sencillas, Jesús le indica cómo ha de actuar: «No invites
a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos» .
Pero, ¿hay algo más legítimo y natural que estrechar lazos con las
personas que nos quieren bien? ¿No ha hecho Jesús lo mismo con Lázaro,
Marta y María, sus amigos de Betania?
Al mismo tiempo, Jesús le señala en quiénes ha de pensar: «Invita a los
pobres, lisiados, cojos y ciegos» . Los pobres no tienen medios para
corresponder a la invitación. De los lisiados, cojos y ciegos, nada se
puede esperar. Por eso, no los invita nadie. ¿No es esto algo normal e
inevitable?
Jesús no rechaza el amor familiar ni las relaciones amistosas. Lo que no
acepta es que ellas sean siempre las relaciones prioritarias, privilegiadas
y exclusivas. A los que entran en la dinámica del reino de Dios buscando
un mundo más humano y fraterno, Jesús les recuerda que la acogida a
los pobres y desamparados ha de ser anterior a las relaciones interesadas
y los convencionalismos sociales.
¿Es posible vivir de manera desinteresada? ¿Se puede amar sin esperar
nada a cambio? Estamos tan lejos del Espíritu de Jesús que, a veces,
hasta la amistad y el amor familiar están mediatizados por el interés. No
hemos de engañarnos. El camino de la gratuidad es casi siempre duro y
difícil. Es necesario aprender cosas como éstas: dar sin esperar mucho,
perdonar sin apenas exigir, ser más pacientes con las personas poco
agradables, ayudar pensando sólo en el bien del otro.
Siempre es posible recortar un poco nuestros intereses, renunciar de vez
en cuando a pequeñas ventajas, poner alegría en la vida del que vive
necesitado, regalar algo de nuestro tiempo sin reservarlo siempre para
nosotros, colaborar en pequeños servicios gratuitos.
Jesús se atreve a decir al fariseo que lo ha invitado: «Dichoso tú si no
pueden pagarte» . Esta bienaventuranza ha quedado tan olvidada que
muchos cristianos no han oído hablar nunca de ella. Sin embargo,
contiene un mensaje muy querido para Jesús: "Dichosos los que viven
para los demás sin recibir recompensa. El Padre del cielo los
recompensará". ( José Antonio Pagola)