CONTRACORRIENTE
Padre Javier Leoz
Optar por el reino de Dios no es una cosa cualquiera. Nos hemos habituado, de tal
manera, a vestir el manto de la religiosidad que, sin darnos cuenta, ¿no habremos
perdido un poco el espíritu y el encanto de persuasión evangelizadora? Porque,
creer en Jesús, es mucho más que decir “soy cat￳lico” y, a continuaci￳n, vivir como
si no lo fuera. Y, desgraciadamente, surgen dudas, miles de excusas. Pero, el fuego
del cual nos habla Jesús, la división de la cual habla el Señor, es aquella que viene
como consecuencia de un compromiso firme y real por el evangelio. Para ello, y es
bueno recordarlo una vez más, es necesario un encuentro personal con Jesús. A
veces ¿no os parece que decimos estar inmersos en la iglesia, ser cristianos
pero…nos falta una experiencia profunda de fe?
1.- El fuego, la división de la cual nos habla Jesús, viene cuando nos posicionamos
en el lado de la fe. Cuando el anuncio de la Buena Noticia significa para nosotros
mucho más que la repetición de unos ritos.
Por poner un ejemplo. Actualmente, en la coyuntura de la vida social y política de
Espa￱a, comprobamos como “el tema religioso” levanta ampollas. Como hay un
intento de aparcarlo a un lado porque según dicen “la fe pertenece al ámbito de lo
privado”. Mientras que, otros, mantenemos que la fe se demuestra y se vive en el
camino de la vida. Sin imposiciones pero con un objetivo: teñir todo el
conglomerado con esa gran escuela de valores humanos y divinos que están
dispersos a lo largo de todo el evangelio.
Lógico, pues, que esto no deje indiferente a nadie; a unos, porque no les gusta y
les parece “poco moderno” y a otros, porque nos parece injusto el trato que recibe
la iglesia o cualquier aspecto relativo a la religión.
Por ello mismo, la dulzura de la fe (simbolizada por ejemplo en el Corazón de
Jesús) dista mucho de la proclamación y de la reflexión del evangelio de este día.
Pero, es que el fuego del cual nos habla Jesús, es el mismo que ardió en el corazón
de Cristo: el fuego del Espíritu.
2.- La fe, cuando se vive radicalmente, crea estos contrastes: adhesión e
indiferencia; aplausos y reproches; caminos abiertos y dificultades; reconocimiento
y martirios. Sí, amigos, es la realidad. Una fe, llevada a feliz término, no significa
vivir la fe felizmente. Entre otras cosas porque estaríamos traicionando el espíritu
evangélico. Por eso, cuando a la iglesia se le ataca de que divide, de que no se deja
domesticar, de que no está a la altura de los tiempos…habría que responder con el
evangelio en mano: “no he venido a traer paz sino divisi￳n, y ojala estuviera el
mundo ardiendo”. Ardiendo, por supuesto, por el fuego de la justicia, de la paz, del
amor de Dios, de la fraternidad, del perdón, del bienestar general y no particular.
3.- ¿Qué nos asusta el conflicto y la división? Puede que sí. Pero el reinado de Dios
no se instaura sin oposición. El reino de Dios tiene mucho que ver y mucho que
denunciar dentro de las estructuras del mundo; de la injusticia; de la pobreza; de la
paz o de la guerra; del hambre o del confort; de la vida o de las muertes;
Y, por ello mismo, porque hay muchos intereses creados, siempre padeceremos las
divisiones, las presiones para que “esa opci￳n por el reino de Dios” sea mucho más
suave y más descafeinada.
Es bueno recordar la división que, Jesús, creó en los primeros cristianos. Hasta el
mismo San Francisco de Asís tuvo que luchar en contra de su propio padre.
Nuestra situación es muy distinta. Yo diría que escandalosamente distinta.
Quisiéramos una religión sin conflictos; una predicación sin contrarréplica; una
evangelización sin escollos; un sacerdocio sin cruz; una iglesia sin martirologio.
Pidamos al Señor, en este domingo, que no seamos tan prudentes ni tan cobardes
a la hora de presentar su mensaje.
¿Quieres saber si has predicado bien el evangelio? Preguntaba un gran santo a su
discípulo. Si la gente sale de la iglesia alabándote o indiferente, es que el Señor no
ha hablado.
4.- PASIÓN POR EL REINO ENAMORADO
Tú te has acercado,
has soplado sobre los rescoldos
de mi corazón,
y luz, calor, fuego y vida
han surgido gratis
inundando todo mi ser.
Derribaré cuanto se interponga
entre nosotros:
mis miedos, mis apegos, mis trampas,
mis seguridades, mis murallas,
mis pecados, mis conciertos,
mi insensatez...
y hasta mis pensamientos sobre ti.
Te dejaré entrar
hasta las alcobas más íntimas.
No te retendré en el umbral.
Despojado de todo,
excepto de mi deseo por ti,
te esperaré despierto,
arado,
desnudo,
limpio,
enamorado...
Sólo quiero la brisa de tu presencia
y el abrazo de tu amor.