EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
miércoles 14 Agosto 2013
Miércoles de la decimonovena semana del tiempo ordinario
Deuteronomio 34,1-12.
Moisés subió de las estepas de Moab al monte Nebo, a la cima del Pisgá, frente a
Jericó, y el Señor le mostró todo el país: Galaad hasta Dan,
todo Neftalí, el territorio de Efraím y Manasés, todo el territorio de Judá hasta el
mar Occidental,
el Négueb, el Distrito y el valle de Jericó - la Ciudad de las Palmeras - hasta Soar.
Y el Señor le dijo: "Esta es la tierra que prometí con juramento a Abraham, a Isaac
y a Jacob, cuando les dije: "Yo se la daré a tus descendientes". Te he dejado verla
con tus propios ojos, pero tú no entrarás en ella".
Allí murió Moisés, el servidor del Señor, en territorio de Moab, como el Señor lo
había dispuesto.
El mismo lo enterró en el Valle, en el país de Moab, frente a Bet Peor, y nadie,
hasta el día de hoy, conoce el lugar donde fue enterrado.
Cuando murió, Moisés tenía ciento veinte años, pero sus ojos no se habían
debilitado, ni había disminuido su vigor.
Los israelitas lloraron a Moisés durante treinta días en las estepas de Moab. Así se
cumplió el período de llanto y de duelo por la muerte de Moisés.
Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había
impuesto sus manos sobre él; y los israelitas le obedecieron, obrando de acuerdo
con la orden que el Señor había dado a Moisés.
Nunca más surgió en Israel un profeta igual a Moisés - con quien el Señor departía
cara a cara -
ya sea por todas las señalas y prodigios que el Señor le mandó realizar en Egipto
contra el Faraón, contra todos sus servidores y contra todo su país,
ya sea por la gran fuerza y el terrible poder que él manifestó en presencia de todo
Israel.
Salmo 66(65),1-3.5.8.16-17.
Aclamen a Dios en toda la tierra,
canten salmos a su glorioso nombre,
hagan alarde de sus alabanzas.
Digan a Dios: ¡Qué terribles son tus obras! Tu fuerza es tal que tus enemigos se
convierten en tus aduladores.
Vengan a ver las obras de Dios:
sus milagros que a los hombres espantan.
Bendigan, pueblos, a nuestro Dios,
que se escuchen sus voces, que lo alaban,
Vengan a oírme los que temen a Dios,
les contaré lo que hizo por mí.
Mi boca le gritaba alabanzas
pues estaban debajo de mi lengua.
Evangelio según San Mateo 18,15-20.
Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu
hermano.
Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por
la declaración de dos o tres testigos.
Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la
comunidad, considéralo como pagano o publicano.
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y
lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi
Padre que está en el cielo se lo concederá.
Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio
de ellos".
Comentario del Evangelio por:
Concilio Vaticano II
Sacrosanctum Concilium, Constitución sobre la Liturgia, 7
"Yo estoy allí, en medio de ellos"
Cristo está siempre presente en su Iglesia, principalmente en los actos litúrgicos.
Está presente en el sacrificio de la misa, no sólo en la persona del ministro,
“ofreciéndose ahora por el ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se
ofreció en la cruz”, sino también, sobre todo, bajo las especies eucarísticas. Está
presente con su virtud en los sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza,
es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues es El mismo el que habla
cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura. Está presente, finalmente, cuando
la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: Donde están dos o tres
congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18,20).
Realmente, en una obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y
los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a la Iglesia, su esposa
amadísima, que invoca a su Señor y por El rinde culto al Padre Eterno.
Así, pues, con razón se considera la liturgia como el ejercicio de la función
sacerdotal de Jesucristo en la que, mediante signos sensibles, se significa y se
realiza, según el modo propio de cada uno, la santificación del hombre y, así, el
Cuerpo místico de Cristo, esto es, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto
público.
Por ello, toda celebración litúrgica, como obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo,
que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia cuya eficacia, con el mismo
título y en el mismo grado, no iguala ninguna otra acción de la Iglesia.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”