EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 1,39-56.
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel,
llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu
vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del
Señor".
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las
generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo
temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su
descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Comentario del Evangelio por:
Concilio Vaticano II
Lumen Gentium 68-69 - Copyright © Libreria Editrice Vaticana
María, signo de esperanza cierta y de consuelo para el Pueblo peregrinante
de Dios
Mientras tanto, la Madre de Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en
los cielos en cuerpo y en alma, es imagen y principio de la Iglesia que habrá de
tener su cumplimiento en la vida futura, así en la tierra precede con su luz al
peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta
que llegue el día del Señor (cf. 2 P 3,10).
Es motivo de gran gozo y consuelo para este santo Concilio el que también
entre los hermanos separados no falten quienes tributan el debido honor a la Madre
del Señor y Salvador, especialmente entre los Orientales, que concurren con
impulso ferviente y ánimo devoto al culto de la siempre Virgen Madre de Dios.
Ofrezcan todos los fieles súplicas apremiantes a la Madre de Dios y Madre de los
hombres para que ella, que ayudó con sus oraciones a la Iglesia naciente, también
ahora, ensalzada en el cielo por encima de todos los ángeles y bienaventurados,
interceda en la comunión de todos los santos ante su Hijo hasta que todas las
familias de los pueblos, tanto los que se honran con el título de cristianos como los
que todavía desconocen a su Salvador, lleguen a reunirse felizmente, en paz y
concordia, en un solo Pueblo de Dios, para gloria de la Santísima e indivisible
Trinidad.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”