“La corrección fraterna”
Mt 18, 15-20
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. ¿QUE ES LA CORRECCION FRATERNA?
Muchas veces nos enfrentamos a lo que llamamos la “Corrección Fraterna”, o
porque nos vemos en la necesidad de hacerla o porque alguien nos quiere
ayudar. Pero también es cierto que en muchas ocasiones esta corrección no
es tal, en especial cuando observamos que no se hace por amor y es un
cierto juzgamiento velado en una falsa corrección y se apela a este concepto
con una disfrazada caridad.
El ideal del hombre que quiere ser apóstol eficaz es cultivar con la gracia las
cualidades humanas: Corazón noble, ser humano, compasivo y generoso.
Tener una conciencia recta, una actitud social impecable y una voluntad
inflexible, decidida, firme y perseverante.
La verdad es la verdad y hemos de profesar un culto ferventísimo a la
verdad, salvada siempre la prudencia y la caridad. Lo que no está bien hecho
no está bien hecho aunque lo haga el más amigo que yo tenga, pero
manteniendo la cordialidad y dulzura.
“Que predomine siempre la razón sobre el corazón. Así diremos las palabras
convenientes y no las que halaguen o para que nos halaguen. Hay personas
tan deseosas de causar buena impresión, de que se los tenga en mayor
estima que aun sin darse cuenta, callan lo que deben decir o no hablan lo que
deberían. Importa mucho que por nuestra acción todos sean más santos,
todos vivan más plenamente la fe y practiquen más las virtudes. Que por
nosotros nadie descienda en la humildad. Que ayudemos con nuestros
consejos y con nuestra entereza a que los nuestros vivan mejor la caridad, la
mortificación, la vocación, la obediencia, la vida cristiana. Obrar guiándose
por la razón, no por el corazón; por la fe, no por el amor de la carne y de la
sangre. Aunque quien pague las consecuencias sea tu padre o tu madre, tus
propios familiares... o tú mismo. (Comenta el Padre Jesús Martí Ballester en
su libro Caminos de Luz)
2. LO QUE DICE EL EVANGELIO
“Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te
escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía
contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos
o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la
comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano.” (Mateo (SBJ)
18, 15-17)
3. UN ACTO DE CARIDAD
Este “repréndele” es acto de caridad, por amor a un hermano, y aplicamos la
corrección fraterna, porque estamos buscando su bien y lo hacemos como
nos lo pide Jesús, en primera instancia, en privado y no divulgamos lo
conversado. Ahora bien, si a quien queremos corregir no nos oye, nos pide
Jesús aplicar la corrección con dos testigo y en último caso junto a la
comunidad.
No debemos olvidar, que esta corrección fraterna, está contenida en el
mandato del servicio a los más pequeños y del perdón sin límites. También se
enmarca en la condena del escándalo, como de la falta de misericordia.
Muchas veces oímos y expresamos la palabra caridad, esto nos invita a
reflexionar en profundidad el significado de esta a fin de no olvidar su
sentido, es una palabra muy bella, con mucho sentimiento, caridad es la
actitud solidaria con el sufrimiento ajeno, es así como damos una limosna por
caridad, porque queremos ir en auxilio de quien lo necesita y lo hacemos por
amor a Dios. Caridad es la virtud sobrenatural infusa (gracias y dones que
Dios infunde en el alma) por la que la persona ama a Dios sobre todas las
cosas por sí mismo (no por interés) y ama al prójimo por Dios.
La caridad no es indecorosa, ni busca lo suyo propio. No se irrita, ni lleva
cuentas del mal. (Cor.1- 13,5)
4. UN ACTO DE AMOR FRATERNO
Toda nuestra vida, como hijos de Dios, tenemos que hacerla de la mejor
forma, con y por la caridad, en ella se expresa fielmente el amor fraterno, es
así como Jesús siempre nos enseña que hemos de dar y buscar el amor al
prójimo.
Ciertamente, la corrección fraterna, debe efectuarse con la amabilidad con la
cual la haría Cristo, no exentos de franqueza y sinceridad, pero
fundamentalmente con sentimientos profundos de amor al hermano que ha
caído en falta, y su fin no es otro que desear su bien, sobre todo su bien
eterno.
El amor fraterno, nos debe impedir el permanecer indiferentes, es decir no
nos encojamos de hombros si sabemos que alguien está en peligro porque no
va por el camino justo o camina por sendas del error. No tengamos temor, es
precisamente la palabra de Cristo la que nos exige a no dejar caer en falta a
un hermano.
5. CRISTO CORRIGE A SUS APOSTOLES
Los Apóstoles convivían a diario con Cristo, eran hombres sencillos, por
tantos se manifestaban tal como eran a un Jesucristo que los amaba como
ama Dios, pero que vive como hombre y con un corazón humano que no
pierde ocasión para corregirle y enseñarles el buen camino. Como sabemos,
el Señor los quiere santos.
6. CRISTO LOS CORRIGE ANTE EL CELO Y LA ENVIDIA.
Juan le dijo: - Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu
nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía
con nosotros. Pero Jesús dijo: - No se lo impidáis, pues no hay nadie que
obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal
de mí. (Marcos (SBJ) 9)
Jesús no autoriza esa prohibición. Si hay una delegación suya para ello en los
apóstoles, también otros pueden invocar su nombre, con reverencia,
apelando a su poder, lo que no es estar lejos de su discipulado, pues, al
menos, está con él. Que no se lo prohíban. Quien así obró, no sólo no hablará
mal de Él, sino que se aproximará cada vez más a su reino, al ver el gran
signo del mesianismo y del Mesías: la expulsión y triunfo sobre Satán.
Lo que ha hecho Jesús, es hacerle ver a sus discípulos que es no partidario de
los celos que ellos tienen, hoy a nosotros nos dice que no debemos confundir
los intereses de El Hijo de Dios, con los nuestros. Lo que nos debe interesar
es la Gloria del Señor, no la nuestra.
En efecto, en algunas ocasiones nos confundimos, estamos celosos y la
verdad es que estamos envidiosos, porque nos sentimos postergados, como
si estuviéramos en segundo lugar, como si otros nos opacaran y nos hacen
sombra y nos duele esta situación.
7. APOYAR AL QUE HACE EL BIEN.
Es importante saber ver que lo que importa en la lucha contra el mal y la
maldad, sin importar quien la realiza, ni donde ni como se hace. Debemos
sentirnos gozosos cuando otros están trabajando por el bien de los demás.
Debemos apoyar a los que hace el bien, no envidiarlos. No debemos
confundirnos, y oremos por los que en nombre del Señor trabajan por su
gloria, sin preocuparnos si ellos brillan más que nosotros.
8. JESUCRISTO NOS SORPRENDE.
En otra ocasión, el Señor nos sorprende, porque reprende con dureza a
Pedro. Entonces Pedro se lo llevó aparte (a Jesús) y trató de disuadirlo, (a
que suba a Jerusalén) diciéndole: No lo permita Dios, Señor; eso no te puede
suceder a ti. Pero Jesús se volvió y le dijo a Pedro: - ¡Apártate de mí,
Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de
pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!-
La respuesta de Jesús a Pedro es que no sea para El un Satanás, el gran
enemigo del reino. Por eso, la proposición de Pedro, nacida de ignorancia y
de afecto, era para el Señor un obstáculo de seguirla, para no cumplir el
mesianismo de dolor, que era el plan del Padre. No es de extrañar en Pedro
una dificultad para aceptar aquellas profecías de Jesús. Pedro conocía y
confesaba la mesianidad de Jesús, pero algo deformada por los prejuicios
rabínicos que el antes había oído sobre un Mesías triunfador y nacionalista,
entonces no le era fácil aceptar la imagen de un Mesías doliente, humillado y
crucificado por los jefes de la nación. Así es como Jesús le hace ver que habla
al modo humano y, que elude el dolor.
Jesús debía padecer y morir, ese era el Plan de Dios, pero ese sufrimiento
había de ser la causa de nuestra salvación. Como a Pedro, nos sucede lo
mismo, el no entendía las cosas de Dios, del mismo modo, por no situarnos
en el Plan del Padre, se nos hace difícil entender sus obras. Tenemos
necesidad de despojarnos de los criterios del hombre y adoptar solo y
únicamente el de Jesucristo.
9. CUIDADO CON CONFUNDIRSE, CORREGIR POR AMOR.
A menudo sucede que nos confundimos en el concepto de la corrección
fraterna, y esta se extiende más allá de lo que nos pide el Señor, y en vez de
corregir, solo causamos heridas y dolor, por tanto debemos ser muy
prudentes al hacerla, es decir esta debe hacerse siempre con caridad y como
respuesta a cariño que tenemos a quien se la pedimos.
Nos enseña San Agustín: corregir por amor; no con deseos de hacer daño,
sino con la cariñosa intención de lograr su enmienda Si así lo hacemos,
cumpliremos muy bien el precepto: "si tu hermano pecare contra ti,
repréndelo estando a solas con él" ¿Por qué lo corriges? ¿Porque te apena
haber sido ofendido por él? No lo quiera Dios. Si lo haces por amor propio,
nada haces. Si es el amor lo que te mueve, obras excelentemente. Las
mismas palabras enseñan el amor que debe moverte, si el tuyo o el suyo: "si
te oyere -dice- habrás ganado a tu hermano" Luego has de obrar para
ganarle a él. (Sermón 2, 4.)
10. LA CORRECCIÓN FRATERNA NO DEBE TENER
SENTIMIENTOS DE ENVIDIA.
A muchos les gusta ocupar los primeros puesto y sentirse más que los de
atrás, pero mayor falta tiene aquel que se siente envidioso por no estar
delante. La envidia produce un sentimiento de disgusto a quien la siente, le
quita paz en el corazón y es atrapado por el rencor consigo mismo por no
lograr lo que tiene otro.
Es así como la envidia es entristecerse por el bien ajeno. Es un mal desde
todo punto de vista censurable. Es una costumbre difícil de comprender, y
nos aterroriza que nos atribuyan ser poseedor de ese defecto. La envidia
destruye el corazón de quien la padece y por tanto no puede gozar de la
felicidad que debiera.
El envidioso, no disfruta de la vida, por estar pensando que su prójimo está
disfrutando algo más que él. Pero lo más triste, es el sufrimiento que siente
por la felicidad ajena. El envidioso desprecia el éxito de los demás, y está
convencido que se las están quitando injustamente a él.
Por los labios del envidioso, siempre está el desprestigio de los que se
destacan, siempre están echando a tierra a todo el que sobresale. Pero
además, invita a los otros a pensar mal del modo como ha tenido éxito cierta
persona. Es así como el envidioso critica duro y sin fundamento al que es
admirado por alguna cualidad.
11. LA CORRECCIÓN FRATERNA, DEBE LLEVAR IMPLÍCITA LA
GENEROSIDAD.
Nuestra actitud cristiana, debe ser espejo del carácter de Nuestro Señor
Jesús, debe tener incluida toda la generosidad que tiene el corazón de Cristo.
Si le amamos, debemos dar testimonio con nuestra conducta, para que más
hombres se entusiasmen seguir a Jesús. Si mostramos una actitud digna de
ejemplo, si entre nosotros nos tratamos como si estuviéramos tratando con
Cristo, no me cabe la menor duda que más hombres buscarían sentirse
nuestro prójimo de la forma como nos enseña el Señor.
Si mostramos egoísmo, ¿Cómo podemos al mundo que queremos atraer
convencer del gran amor de Dios? ¿Cómo podemos explicar la generosidad de
Dios? “Porque de tal manera Amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida
eterna” (Juan 3,16)
Estábamos en un mal camino, habíamos condenado nuestra existencia a unas
tinieblas, sin embargo a través de Jesús, hoy recibimos la vida eterna y vida
abundante. Por la generosidad de Dios, fuimos rescatados de una vida sin
esperanza, por el sacrifico de Jesucristo nos fueron perdonados nuestros
pecados, fuimos sanados de nuestras enfermedades y fuimos liberados del
mal. Esa es la gran generosidad del corazón de Dios. A nosotros nos compete
demostrar lo mismo.
“Por tanto, sed imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 5,1),
Dios es generosidad, es el corazón de Dios. A Dios, se le habita en el corazón,
ese es su lugar preferido, por lo tanto la generosidad debe comenzar en
nuestros corazones.
12. AL CORREGIR, CUIDÉMONOS DE NO JUZGAR.
El pecado más grande que cometemos, es juzgar al prójimo, ¿existirá algo
peor?.. Si tenemos la convicción de que Dios habita en el corazón de los
hombres, ¿Quién es el más próximo a nosotros? Para algunos el pecado es la
infracción a la Ley, pero no es solo eso, sino el rechazo de la voluntad de
Dios, el vivir a espaldas de Dios, la disposición mental que lleva al pecador a
hacer la propia voluntad en oposición a la de Dios. ¿Hay algo que moleste
más a Dios que oponerse a su voluntad? ¿Tiene derecho el hombre asumir la
responsabilidad de Juzgar a su prójimo?
Qué fácil es criticar, juzgar y de esta forma llegar a despreciar a los demás.
Se critica censurando negativamente a las personas y sus actos, se juzga a
las personas valorando sus acciones o sus condiciones y se emite un
dictamen o sentencia sobre ellas pensando que se tiene autoridad para ello,
desde allí, el desprecio al criticado y juzgado es el paso siguiente. Sin
embargo juzgar es un pecado grave. Jesucristo mismo ha dicho: Hipócrita,
sácate primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver claro para sacar la
paja del ojo de tu hermano (Lc 6, 42). Las faltas y los pecados que más
conocemos íntimamente, son los nuestros, y nosotros sabemos mejor que
nadie lo soberbios que somos. También sabemos cuáles son las cosas buenas
que hacemos. Así mismo, conocemos el fariseo que llevamos dentro.
El fariseo que oraba y agradecía a Dios por sus buenas acciones; (Lc 18-11):
--OH Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son
ladrones, injustos, adúlteros, o como ese publicano---. El no mentía, decía la
verdad; pero no es por eso por lo que fue condenado. En efecto, debemos
agradecer a Dios por cualquier bien que podamos realizar, puesto que lo
hacemos con su asistencia y su ayuda. Luego, no fue condenado por haber
dicho: no soy como demás hombres ni fue condenado cuando, vuelto hacia
el publicano, agregó: ni como ese publicano. Sin embargo él fue culpable,
porque juzgaba a la persona misma de ese publicano, la disposición misma
de su alma, en una palabra su vida entera. Y así Jesús nos dice; “Yo les digo
que este último estaba en gracia de Dios cuando volvió a su casa, pero el
fariseo no”
Entonces no existe nada más grave, que juzgar o despreciar al prójimo. ¿Por
qué mejor no nos juzgamos a nosotros mismos, ya que conocemos
íntimamente nuestras faltas, pecados y defectos, de los cuales sabemos que
deberemos rendir cuenta a Dios? ¿Para qué pretender hacer lo que le
corresponde a Dios al juzgar a los hombres? ¿A caso, a nosotros nos
corresponde autorizar o cerrar las puertas del cielo a los hombres?
Si bien es cierto nosotros hacemos bien en llevar el mensaje de salvación a
nuestro prójimo, es una preocupación muy agradecida, tenemos que
preocuparnos por nosotros mismos, por nuestras faltas, nuestras propias
miserias. Sólo a Dios le corresponde el juzgar, hacer justicia y condenar. El
conoce el estado del alma de cada uno, Él sabe de nuestras fuerzas, a Él le
consta nuestro comportamiento, Él sabe cuáles son nuestros dones, y nos va
a juzgar a cada uno de forma diferente.
13. LA CORRECCIÓN FRATERNA, NO ES UN JUICIO
La corrección fraterna, no es un juicio, es una observación, un consejo de
profundo amor y delicadeza, un deseo verdadero de salvar al hermano,
buscando que esta se transforme en delicada fraternidad, donde este
presente el amor para oír y comprender.
No debemos ser autoritarios para corregir, tampoco debemos hacerla con
hipocresía ni escudándonos en frases de buena crianza, algo que es habitual,
comenzamos disculpándonos por hacerla, algo que no hace falta.
No debemos tratar de desahogarnos, solo buscar el bien del hermano.
Tampoco es buena la actitud paternalista ni menos la que se hace por
sentirse con el derecho o el poder de corregir, sino que por amor.
Tampoco debemos caer en el hecho de que nos sentimos mejor que el
hermano que estamos corrigiendo, es decir es bueno tener siempre presente
que yo tampoco puedo tirar la primera piedra; y que si corrijo al hermano es
por hacerle el regalo de un sentimiento mío negativo que me cuesta expresar
(me resultaría más cómodo y fácil callar), pero que, al compartirlo aclarará
nuestra relación y estrechará, a la larga, lazos más fuertes.
Debemos cuidarnos de no decir tu siempre haces esto, tu tiene que hacer
esto otro, o tú tienes que actuar de esta manera, es mejor, siempre que sea
así de sincero, “me causa dolor cuando te veo en esta actitud o sufro porque
te veo caer en tal cosa, a fin de mostrar verdadera inquietud por el hermanos
que deseamos ayudar a corregir.
El Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant