XX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Jueves
Lecturas bíblicas
a.- Jc. 11, 29-39: El voto de Jefté.
b.- Mt. 22, 1-14: Parábola del banquete nupcial.
Esta parábola refleja el rechazo a la invitación de Dios, concretamente a participar
en su reino. Este rechazo está representado por aquellos que sólo confían en sus
propias fuerzas, su justicia, en sus esfuerzos por cumplir meticulosamente la Ley de
Moisés, rechazan en cambio, la novedad del reino de Dios y su justicia. Esta
parábola posee elementos alegóricos, donde el rey es Dios; el banquete de bodas
es la felicidad mesiánica, ya que el hijo es el Mesías; los enviados son los profetas y
los apóstoles; los invitados que rechazan la invitación son los judíos; los llamados
en los caminos son los pecadores y los gentiles; el incendio de la ciudad, la caída de
Jerusalén. Mateo, redacta la parábola para describir la historia de la salvación: Dios
envía a su Hijo. Las palabras del rey o de Jesús nos deben hacer pensar: “Entonces
dice a sus siervos: "La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id,
pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda."
(vv. 8-9) o la versión de Lucas, es más fuerte la expresión: “Porque os digo que
ninguno de aquellos invitados probará mi cena.»(Lc. 14, 24). El rechazo de la
invitación no había sido sólo a los mensajeros, los profetas y ahora al Hijo, sino a
Dios Padre. La invitación es a aceptar al Hijo y su mensaje de salvación y la
invitación a la vida eterna. Un segundo momento, es el tema del traje de bodas, se
refiere al juicio final. Al llamado a la fe, es decir, el hombre que responde, debe ir
acompañado de las obras de la fe. Significa, revestirse de Jesucristo, es la acción
de Dios, de su gracia en el interior del hombre que lo transforma y lo hace criatura
nueva (cfr. Is. 61,10; Ap. 19,8; 22,14). Hombre justificado, hombre santo, fruto de
la acción de la gracia santificante; quien no lleve este traje difícilmente entrará en
el banquete de bodas de la eternidad. Final feliz para quien comprende que la
conversión exige despojarnos del hombre viejo y revestirnos en lo interior del
mensaje de la salvación que nos trae Jesús de Nazaret.
La Santa Madre Teresa, tiene la esperanza de alcanzar la vida eterna por la gran
misericordia de Dios que pone en su corazón la confianza en su poder salvador.
“Recuperad, Dios mío, el tiempo perdido con darme gracia en el presente y
porvenir, para que comparezca delante de Vos con vestiduras de bodas, pues, si
queréis, podéis (Mt. 22, 11)” (Excl. 4,2)..