EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 12,49-53.
Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera
ardiendo!
Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla
plenamente!
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he
venido a traer la división.
De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra
dos y dos contra tres:
el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija
contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".
Comentario del Evangelio por :
Concilio Vaticano II
Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual “Gaudium et spes”, § 78 -
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“Les doy mi paz” (Jn 14,27)
La paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las
fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda
exactitud y propiedad se llama obra de la justicia (Is 32, 7). Es el fruto del orden
plantado en la sociedad humana por su divino Fundador, y que los hombres,
sedientos siempre de una más perfecta justicia, han de llevar a cabo… La paz jamás
es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo quehacer. Dada la fragilidad de la
voluntad humana, herida por el pecado, el cuidado por la paz reclama de cada uno
constante dominio de sí mismo y vigilancia por parte de la autoridad legítima. Esto,
sin embargo, no basta… Es absolutamente necesario el firme propósito de respetar
a los demás hombres y pueblos, así como su dignidad, y el apasionado ejercicio de
la fraternidad en orden a construir la paz. Así, la paz es también fruto del amor, el
cual sobrepasa todo lo que la justicia puede realizar. La paz sobre la tierra, nacida
del amor al prójimo, es imagen y efecto de la paz de Cristo, que procede de Dios
Padre. En efecto, el propio Hijo encarnado, Príncipe de la paz (Is 9,5), ha
reconciliado con Dios a todos los hombres por medio de su cruz, y, reconstituyendo
en un solo pueblo y en un solo cuerpo la unidad del género humano, ha dado
muerte al odio en su propia carne (Ef 2,16) y, después del triunfo de su
resurrección, ha infundido el Espíritu de amor en el corazón de los hombres. Por lo
cual, se llama insistentemente la atención de todos los cristianos para que, viviendo
con sinceridad en la caridad (Ef 4,15), se unan con los hombres realmente pacíficos
para implorar y establecer la paz… En la medida en que el hombre es pecador,
amenaza y amenazará el peligro de guerra hasta el retorno de Cristo; pero en la
medida en que los hombres, unidos por la caridad, triunfen del pecado, pueden
también reportar la victoria sobre la violencia hasta la realización de aquella
palabra: De sus espadas forjarán arados, y de sus lanzas hoces. Las naciones no
levantarán ya más la espada una contra otra y jamás se llevará a cabo la guerra (Is
2,4).
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”