EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
lunes 19 Agosto 2013
Lunes de la vigésima semana del tiempo ordinario
Libro de los Jueces 2,11-19.
Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos del Señor y sirvieron a los Baales.
Abandonaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había hecho salir de Egipto;
fueron detrás de otros dioses - los dioses de los pueblos vecinos - y se postraron
delante de ellos, provocando así la indignación del Señor.
Abandonaron al Señor para servir a Baal y a Astarté.
Por eso, la ira del Señor se encendió contra Israel: él los puso en manos de
salteadores, que los despojaron; los entregó a los enemigos que tenían a su
alrededor, y no pudieron oponerles resistencia.
En todas las campañas, la mano del Señor se ponía en contra de ellos para hacerles
mal, como el mismo Señor lo había dicho y jurado. Así se encontraron en una
situación muy angustiosa.
Entonces el Señor suscitaba jueces, que salvaban a los israelitas del poder de los
salteadores.
Pero los israelitas no escuchaban a sus jueces, sino que se prostituían, yendo
detrás de otros dioses y postrándose delante de ellos. Se desviaban muy pronto del
camino seguido por sus padres, que habían obedecido los mandamientos del Señor.
Ellos, en cambio, no hacían lo mismo.
Cuando el Señor les suscitaba jueces, estaba con el juez y los salvaba de las manos
de sus enemigos mientras vivía el juez, porque se compadecía de los gemidos que
les provocaban sus opresores y perseguidores.
Pero cuando moría el juez, volvían a pervertirse más aún que sus antepasados:
iban detrás de otros dioses para servirlos y postrarse delante de ellos, sin renunciar
en nada a sus malas acciones y a su conducta obstinada.
Salmo 106(105),34-35.36-37.39-40.43ab.44.
No acabaron con los pueblos
que el Señor les había ordenado;
se mezclaron con los paganos
y aprendieron sus modos de comportarse.
Sirvieron a los ídolos,
que fueron una trampa para ellos;
sacrificaron sus hijos y
sus hijas a los demonios
Se mancharon con esas acciones,
se prostituyeron con tales prácticas.
La cólera del Señor se encendió contra su pueblo
y tuvo horror de su propia gente.
¡Cuántas veces no los liberó!
Pero ellos, rebeldes a sus consejos,
se sumían en su culpa.
Mas apenas los veía en la miseria
y escuchaba sus clamores.
Evangelio según San Mateo 19,16-22.
Luego se le acercó un hombre y le preguntó: "Maestro, ¿qué obras buenas debo
hacer para conseguir la Vida eterna?".
Jesús le dijo: "¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el
Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos".
"¿Cuáles?", preguntó el hombre. Jesús le respondió: "No matarás, no cometerás
adulterio, no robarás, no darás falso testimonio,
honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo".
El joven dijo: "Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?".
"Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los
pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.
Comentario del Evangelio por:
Papa Francisco
Homilía del 14/04/2013- Copyright © Libreria Editrice Vaticana
“El joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes”
¿Adoramos al Señor? ¿Acudimos a Dios sólo para pedir, para agradecer, o nos
dirigimos a él también para adorarlo? Pero, entonces, ¿qué quiere decir adorar a
Dios? Significa aprender a estar con él, a pararse a dialogar con él, sintiendo que su
presencia es la más verdadera, la más buena, la más importante de todas. Cada
uno de nosotros, en la propia vida, de manera consciente y tal vez a veces sin
darse cuenta, tiene un orden muy preciso de las cosas consideradas más o menos
importantes. Adorar al Señor quiere decir darle a él el lugar que le corresponde;
adorar al Señor quiere decir afirmar, creer – pero no simplemente de palabra – que
únicamente él guía verdaderamente nuestra vida; adorar al Señor quiere decir que
estamos convencidos ante él de que es el único Dios, el Dios de nuestra vida, el
Dios de nuestra historia. Esto tiene una consecuencia en nuestra vida: despojarnos
de tantos ídolos, pequeños o grandes, que tenemos, y en los cuales nos
refugiamos, en los cuales buscamos y tantas veces ponemos nuestra seguridad.
Son ídolos que a menudo mantenemos bien escondidos; pueden ser la ambición, el
carrerismo, el gusto del éxito, el poner en el centro a uno mismo, la tendencia a
estar por encima de los otros, la pretensión de ser los únicos amos de nuestra vida,
algún pecado al que estamos apegados, y muchos otros. Esta tarde quisiera que
resonase una pregunta en el corazón de cada uno, y que respondiéramos a ella con
sinceridad: ¿He pensado en qué ídolo oculto tengo en mi vida que me impide
adorar al Señor? Adorar es despojarse de nuestros ídolos, también de esos más
recónditos, y escoger al Señor como centro, como vía maestra de nuestra vida.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”