EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Mateo 19,16-22.
Luego se le acercó un hombre y le preguntó: "Maestro, ¿qué obras buenas debo
hacer para conseguir la Vida eterna?".
Jesús le dijo: "¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el
Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos".
"¿Cuáles?", preguntó el hombre. Jesús le respondió: "No matarás, no cometerás
adulterio, no robarás, no darás falso testimonio,
honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo".
El joven dijo: "Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?".
"Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los
pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.
Comentario del Evangelio por:
Papa Francisco
Homilía del 14/04/2013- Copyright © Libreria Editrice Vaticana
“El joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes”
¿Adoramos al Señor? ¿Acudimos a Dios sólo para pedir, para agradecer, o nos
dirigimos a él también para adorarlo? Pero, entonces, ¿qué quiere decir adorar a
Dios? Significa aprender a estar con él, a pararse a dialogar con él, sintiendo que su
presencia es la más verdadera, la más buena, la más importante de todas. Cada
uno de nosotros, en la propia vida, de manera consciente y tal vez a veces sin
darse cuenta, tiene un orden muy preciso de las cosas consideradas más o menos
importantes. Adorar al Señor quiere decir darle a él el lugar que le corresponde;
adorar al Señor quiere decir afirmar, creer – pero no simplemente de palabra – que
únicamente él guía verdaderamente nuestra vida; adorar al Señor quiere decir que
estamos convencidos ante él de que es el único Dios, el Dios de nuestra vida, el
Dios de nuestra historia. Esto tiene una consecuencia en nuestra vida: despojarnos
de tantos ídolos, pequeños o grandes, que tenemos, y en los cuales nos
refugiamos, en los cuales buscamos y tantas veces ponemos nuestra seguridad.
Son ídolos que a menudo mantenemos bien escondidos; pueden ser la ambición, el
carrerismo, el gusto del éxito, el poner en el centro a uno mismo, la tendencia a
estar por encima de los otros, la pretensión de ser los únicos amos de nuestra vida,
algún pecado al que estamos apegados, y muchos otros. Esta tarde quisiera que
resonase una pregunta en el corazón de cada uno, y que respondiéramos a ella con
sinceridad: ¿He pensado en qué ídolo oculto tengo en mi vida que me impide
adorar al Señor? Adorar es despojarse de nuestros ídolos, también de esos más
recónditos, y escoger al Señor como centro, como vía maestra de nuestra vida.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”