Comentario al evangelio del Viernes 23 de Agosto del 2013
Algunas personas, probablemente con buena voluntad, acostumbran a preguntar a los niños si quieren
más a papá o a mamá, al abuelo o a la abuela. Dejando de lado esa buena intención se trata de una
práctica que nunca he entendido. Me parece que hace escaso bien a los niños y que a no pocos incluso
les perjudica. ¿Qué sentido tiene enfrentar a los pequeños a ese tipo de disyuntivas?
Mi comentario viene a cuenta del evangelio que hoy escuchamos. También tengo la impresión de que
con demasiada frecuencia los cristianos, incluso los más ‘cultivados’, contraponemos realidades que
en el plan de Dios van de la mano y las presentamos como si unas excluyeran a las otras. Eso nos pasa
con binomios como gracia y esfuerzo, acción y contemplación, dedicación a lo espiritual e implicación
en las cosas de cada día, inserción local y catolicidad, estudio y compromisos concretos, e incluso (y
este es el caso que hoy la Palabra nos plantea) amor al Señor y amor al prójimo.
El texto evangélico ya nos advierte de que esta vez a Jesús se le cuestionó con la intención de ponerle a
prueba. De todos modos la pregunta puede ser también bien intencionada: ¿cuál es el mandamiento
principal?, ¿qué hay que poner por delante? Pero la palabra y el ejemplo de Jesús son bien claros: el
amor al Señor y el amor a los hermanos (a sus hijos) van de la mano. Más aún, el segundo -sobre todo
en lo que concierne a los más pequeños- es el mejor termómetro del primero.
Gracias a Dios no nos han faltado testigos de esa unidad: hombres y mujeres que han vivido con una
enorme intensidad ambos amores, que en realidad son uno solo. Como Iglesia celebramos hoy a Rosa
de Lima, un referente singular para toda América Latina y el Caribe al tiempo que ejemplo e
intercesora para todos, una de las mejores aportaciones de las tantas que la familia dominicana y las
mujeres han hecho a la historia de la Iglesia. Pidamos, por su intercesión, vivir cada vez más ambos
amores y no disociarlos en el discurrir de cada día.
Rosa de Lima, ¡intercede por nosotros!
Pedro Belderrain, cmf