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Domingo 21C TO
“Hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos”
(Lc 13, 22-30)
Diálogo sobre el Evangelio de hoy: Puerta estrecha
José Martínez de Toda, S.J. ( martodaj@gmail.com )
Hoy le preguntan a Jesús: ¿ Serán pocos los que se salven ? ¿Qué respondió
Jesús?
Entre los judíos había una gran preocupación sobre quiénes se salvaban e iban al cielo
y quiénes se condenaban. Ellos imaginaban que una gran muchedumbre de todo pueblo y raza
se apiñaba a la puerta del cielo para entrar.
Y alguien le hizo a Jesús la pregunta equivocada: ¿Serán pocos los que se salven?
Jesús no contesta directamente a esta pregunta de simple curiosidad. Él va al grano.
Como buen pedagogo, Él aprovecha estos momentos para responder a las verdaderas
preguntas que le debían hacer:
¿Cómo salvarse? ¿Quiénes serán recibidos y quiénes rechazados? ¿Qué necesito para
ser salvado? ¿Cómo puedo servir a Dios mejor en mi presente situación en la vida? ¿Cómo
usar mejor las oportunidades que Dios me da aquí y ahora para mi salvación eterna? Éstas son
las preguntas verdaderas.
¿Y qué responde Jesús?
Jesús podía decir en general que todos los hombres del mundo son llamados por Dios
a entrar en su Reino, y a todos se les concede de hecho la posibilidad de entrar en él. Pero
Jesús especifica además:
< Esfuércense en entrar por la puerta estrecha... Ustedes querrán entrar, pero no
podrán... En cambio verán allí en el Reino de Dios a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los
profetas. Y vendrán muchos de Oriente y Occidente, y del Norte y del Sur, y se sentarán a la
mesa en el Reino de Dios .>
Jesús habla de entrar por la puerta estrecha. ¿Qué significa que la puerta
sea estrecha?
La puerta estrecha de Jesús significa esfuerzo y sacrificio.
Es ayudarnos mutuamente a nacer de nuevo y acercarnos a todos con amor.
Es una vida entera puesta al servicio de la liberación humana y espiritual de todos.
La puerta tiene exigencias concretas:
- Vivir alerta y estar siempre preparados.
- Hacer un serio esfuerzo: sólo los que se hacen violencia entran en el Reino de los
cielos. Hay que apreciar el Reino por encima de todo: hay que amarlo más que a
nada, ‘venderlo todo’ por él, sacrificar todo lo terreno (Mateo 6, 21; 13, 44).
- Ser comprometidos con los hombres: “el que no ama al hermano a quien ve,
¿cómo va a amar a Dios a quien no ve?” (I Juan 4, 20; Mateo 25).
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El amor de Dios es un amor exigente.
Es una invitación a la lucha, al compromiso, a la resistencia.
Requiere una opción fundamental y, sobre todo, un esfuerzo continuado.
Pero Jesús no nos pide nada que Él no haya hecho primero. Contamos con su gracia
ayudadora; Dios no nos pide nunca algo que no nos haya dado primero.
Él fue el primero en entrar por la puerta estrecha.
Pero hay una amenaza de ‘puerta cerrrada’.
¿Hay algún boleto de entrada?
El criterio de selección será solamente la fe con obras.
Mateo pone como criterio o boleta de entrada, la fe (Mt 8, 11-12); Lucas, en cambio,
pone como pasaporte las ‘obras de justicia’ (vv. 23-27).
Juntando las dos respuestas, podemos decir: el único signo seguro será ‘ambos
unidos’: la fe que se manifiesta en las obras, el tener verdadera fe en Cristo, que lleve a
practicar la justicia (cf. Mt 25), porque para Dios no hay acepción de personas.
El criterio de salvación es vivir una fe viva, ‘operante por la caridad’ (cfr. Gal 5, 6)
Es ser y considerarse gratuitamente ‘hijos verdaderos’, junto con las obras de cada
uno.
Es cumplir el “Ámense los unos a los otros” y el “Sírvanse unos a otros”.
Es ser pobre en el sentido bíblico, es decir: tener humildad radical y vaciarse de sí
mismo ante el Todo-Otro, que es Dios. Quien no recibiere como un niño el Reino de Dios, no
podrá entrar en él (Mateo 18, 1-4; 19, 14). La actitud propia del niño es la de fe, confianza,
docilidad, sencillez…
En una palabra: es cumplir la voluntad del Padre, especialmente el gran mandamiento
del amor.
¿Es exigente la búsqueda del Reino de Dios?
El amor a Dios y el amor a los hermanos es el único pasaporte válido para entrar en el
Reino de Dios.
A todos los que presentan otro pasaporte, les dirá: "No sé quiénes son ustedes".
Y el festín del Reino se llenará con los que aquí sirvieron y amaron.
<Hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos.>
Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. El Reino de Dios ya
está presente entre nosotros. Pero mientras llega en plenitud hay que ir construyéndolo día a
día, en nosotros y en los demás. Nada será tan eficaz para ello como celebrar la Eucaristía,
donde se come y se bebe ‘el Pan y el Vino del Reino’, que nos dará energía para cumplir sus
exigencias y para extender nuestra misión a toda la creación, mientras llega el Señor. La
Eucaristía es la garantía, las arras dadas por Cristo de que un día nos sentaremos con él en su
Reino.