Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Agosto 28
San Agustín de Hipona, Obispo
--------------------------------------------------------------------------------
Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en
nosotros * Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. * Que
el mayor de ustedes sea su servidor
Textos para este día:
Juan 4, 4-16:
Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios y
todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a
Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene, se ha manifestado en que
envió al mundo a su Hijo unigénito para que vivamos por él.
El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que
él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros
pecados.
Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los
otros. A Dios nadie lo ha visto nunca; pero si nos amamos los unos a los otros, Dios
permanece en nosotros y su amor en nosotros es perfecto.
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado
su Espíritu. Nosotros hemos visto y de ello damos testimonio, que el Padre envió a
su Hijo como salvador del mundo. Quien confiesa que Jesús es el Hijo de Dios,
permanece en Dios y Dios en él.
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en ese amor.
Dios es amor y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él.
Salmo 89 :
Tú reduces el hombre a polvo, / diciendo: "Retornad, hijos de Adán." / Mil años en
tu presencia / son un ayer, que pasó; / una vela nocturna. R.
Los siembras año por año, / como hierba que se renueva: / que florece y se
renueva por la mañana, / y por la tarde la siegan y se seca. R.
Enséñanos a calcular nuestros años, / para que adquiramos un corazón sensato. /
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? / Ten compasión de tus siervos. R.
Por la mañana sácianos de tu misericordia, / y toda nuestra vida será alegría y
júbilo. / Baje a nosotros la bondad del Señor / y haga prósperas las obras de
nuestras manos. R.
Mateo 23, 8-12:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
«No dejen que los llamen “maestros”, porque no tienen más que un Maestro y
todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen “padre”,
porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar “guías”,
porque el guía de ustedes es solamente Cristo.
Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será
humillado y el que se humilla será enaltecido».
Homilía
Temas de las lecturas: Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en
nosotros * Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. * Que
el mayor de ustedes sea su servidor
1. Uno de los grandes
1.1 ¿Por dónde empezar a hablar de Agustín de Hipona, si se trata de un gigante de
la cultura de Occidente, un baluarte de la teología, la mística, la filosofía, la vida
religiosa...?
1.2 Su mirada es intensa y profunda; su inteligencia, prodigiosa; su capacidad de
afecto y de expresión, sobresalientes; tiene el balance entre la hondura del
introvertido y el liderazgo del extrovertido; entre sabiduría y amor; entre el valor
del pasado y el anhelo por un mejor futuro, y todo ello lo enmarca en una prolija
labor, a la vez pastoral, intelectual y espiritual.
2. Testigo de dos mundos
2.1 Agustín, podemos decir, fue el hombre preciso para un momento preciso. Ante
sus ojos se desmoronaba el Imperio Romano, al que culturalmente él mismo
pertenecía. Ante los ojos de su alma se desplegaba a la vez un nuevo modo de
existencia humana, iluminada no por las historias fabulosas de la mitología antigua,
ni por el enorme esfuerzo de la razón filosófica sola. Esa nueva manera de ser y esa
nueva manera de esperar del futuro se llama la fe cristiana.
2.2 Especialmente en su obra La Ciudad de Dios Agustín hace el contraste--a veces
doloroso, siempre dramático--entre esos dos mundos, el de la grandeza humana,
ejemplificada en Roma que se derrumba, y el de la humildad divina, ejemplificada
en Cristo y en sus mártires. A precio de inmolar sus propios sueños de otro tiempo
en su juventud, su elección no conoce duda: la fastuosidad clásica impresiona, pero
no es menos fugaz que el placer o el ansia de poder.
3. El Doctor de la Gracia
3.1 Elegir al profeta de Nazareth por encima de la sensatez augusta de un Cicerón o
de un Séneca no fue fácil para Agustín, que, como es sabido, tuvo amplios
devaneos tanto en lo intelectual como en lo sentimental. Su búsqueda apasionada
de la verdad, tan larga y en cierto sentido dolorosa, lo convenció también de cómo
es fácil extraviarse, y por consiguiente, de cuánta conmiseración hay que tener con
todos los que buscan.
3.2 Encontrar al Dios vivo no puede considerarse entonces una proeza del talento
humano sino más bien una condescendencia de la compasión divina.
3.3 Este pensamiento conmovió de tal manera a Agustín que en cierto sentido se
convirtió en el centro de su doctrina y su predicación. Por eso se le llama "Doctor--o
sea, Maestro--de la Gracia." Gracia es aquí de la misma raíz que "gratis;" es la
misma idea de "regalo," algo que no puedes calcular con tu mente ni alcanzar con
tu dinero o esfuerzo pero que cuando llega, da alegría y es irreemplazable.