LAS GAFAS DE LA HUMILDAD
Padre Javier Leoz
Cuando uno tiene la oportunidad de viajar hasta Tierra Santa y visitar la
Basílica de la Natividad no tiene otra opción, si desea entrar hasta la gruta
donde nació Cristo, sino agacharse para poder acceder por una pequeña
puerta denominada precisamente “la puerta de la humildad”. Abrir el
evangelio de este domingo es caer en la cuenta que a Dios se le gana y se
llega mejor con una de las actitudes más sublimes y más escasas en la vida
del ser humano: la humildad. El orgullo lo adquirimos por naturaleza y, la
humildad, es bendición de Dios.
1.- Sólo los humildes fueron capaces de reconocer y de ver al Salvador. Los
engreídos levantaron tan gigantescos muros de preceptos y de prejuicios delante de
sí mismos que se quedaron petrificados en su propia arrogancia. Fueron incapaces
de sentarse a compartir el festín por pensar que eran los primeros en todo y que no
había nada que se les escapara a su entendimiento. Tan en primera línea
pretendieron estar que, otros desde más atrás, contemplaron, gustaron y
presenciaron la novedad que les traía Jesús con mayor nitidez y acogida.
A Jesús se llega y se le ve más rápidamente con las gafas de la humildad; cuando
somos capaces de confrontarnos a nosotros mismos con valentía y reconociendo
equivocaciones o errores. Nuestra postura ante Dios no puede ser de orgullo o
autosuficiencia. Alguien con cierta razón sentenció: “el orgullo es una lente sucia
que nos impide sentir, seguir y vivir a Dios”. Lo intuyeron, precisamente por todo lo
contrario, María, José, El Bautista y tantos hombres y mujeres de bien que supieron
vestir la humildad no por apariencia y sí con el convencimiento de que, ese gran
don, era el camino privilegiado para seguir las huellas de Jesús Maestro. Y es que
es así; cuando somos gigantes en humildad estamos más cerca de lo
auténticamente grande. Es un camino hacia la grandeza de Dios.
2. -Qué bien lo expresó todo esto el cantautor argentino Facundo Cabral cuando
dice que la humildad es dejarse mover por la mano de Dios:
Aprende del agua porque el agua es humilde y
generosa con cualquiera, aprende del agua que toma
la forma de lo que la abriga: en el mar es ancha,
angosta y rápida en el río, apretada en la copa, sin
embargo, siendo blanda, labra la piedra dura.
Aprende del agua que por graciosa se te escurre entre
tus dedos, tan graciosa como la espiga que se somete
a los caprichos del viento y se dobla hasta tocar con
su punta la tierra, pero pasado el viento la espiga
recupera su erguida postura, mientras el roble, que
por duro no se doblega, es quebrado por el viento.
Sé blando como el agua para que el Señor pueda
moverte graciosamente en cumplimiento de tu destino,
y serás eterno como EL, porque sólo el que se
deja trascender por lo trascendental será trascendente
La humildad, bien entendida, es hermana de la sinceridad y de la valentía.
3.- Ser los últimos, al estilo de Jesús, tal vez implica ser los primeros en defender a
tiempo y a destiempo (guste o no guste) ciertos valores cristianos y humanos que,
por ser rechazados es sinónimo de una etapa en clara decadencia. Y por ello
mismo….tal vez conlleve el que seamos los últimos en el mundo para, según los
parámetros de Dios, estar un poco más adelante en los asientos del cielo.
Sólo así podremos identificarnos más a Cristo, ser exaltados por El en el momento
oportuno y ser abrazados con un cuidado definitivo
4.- ¡QUIERO TUS GAFAS, SEÑOR!
Para ver, en la pequeñez, aquello que dices
que es grande al corazón
aunque, a los ojos, parezca miseria.
Para sentir que, tus caminos, son alegría y vida
esfuerzo y superación, valentía y salvación
¡QUIERO TUS GAFAS, SEÑOR!
Para saber que, en la humildad,
está la escalera para llegarme hasta Ti
y, brindándome con empeño
señale que tus senderos son futuro y fiesta
abrazo y perdón, eternidad y justicia
Para comprender que, si sólo miro,
por las lentes del mundo
me quedaré sin asomarme
a ese otro horizonte de paz y de esperanza
de ilusión y de amor
de hermandad y de fraternidad
¡QUIERO TUS GAFAS, SEÑOR!
Para ver como Tú; perdón frente al odio
Para ver como Tú; cielo después de la tierra
Para ver como Tú; alegría antes que tristeza
Para ver como Tú; humildad ante la soberbia
Por eso, y por tantas cosas, Señor
quiero ver, sentir y caminar como Tú.
Con tus gafas del Evangelio, Señor