XXII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Lunes
“Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres”
I. Contemplamos la Palabra
Primera lectura., Tesalonicenses 4, 13-17
Hermanos: No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os
aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto
resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con
Él.
Lectura evangélica: Lucas, 4,16-30
En aquel tiempo Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; entró en la
sinagoga, como era costumbre los sábados, y se pudo en pie para hacer la
lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y desenrollándolo, encontró el
pasaje donde estaba escrito: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me
ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, a los cautivos
la libertad y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos para anunciar
el año de gracia del Señor"
II. Compartimos la Palabra
“Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, así también, a los que
durmieron en Jesús, los llevará Dios contigo”
Pablo sale al encuentro en el temor de los fieles de Tesalónica, sobre la suerte
de los muertos, hablándoles con claridad de la resurrección; es el tema más
importante de esta carta. Les anima a no afligirse por sus muertos, como lo
hacen los que no tienen esperanza. Hay un dolor legítimo por la muerte de
nuestros seres queridos, lloramos su ausencia (Jesús, ante la tumba de Lázaro
también lloró), pero el dolor cristiano es un dolor esperanzado. Los cristianos
creemos en la resurrección de Cristo y en la nuestra: “Si morimos con Él
resucitaremos con El”. Aquí radica el sentido de nuestra esperanza. Jesús mismo
nos lo ha prometido: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna,
y yo, lo resucitaré en el último día”.
Si vivimos unidos a Él en la vida, no hay duda de que seguiremos unidos para
siempre en la parusía, resucitaremos con Él. Hay quien piensa más en lo
inmanente que en lo trascendente, pero no olvidemos que ante la importancia
de la vida terrena, es mucho más importante nuestro futuro en Cristo. Sólo en Él
está nuestra esperanza sabemos que resucitaremos con Él.
“Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres”
El Evangelio de hoy nos presenta consideraciones importantes: El anuncio de la
Buena Noticia, la importancia de la acogida de la Palabra “Cristo” cuyo Espíritu
actúa en nosotros.
Jesús, en la Sinagoga, proclama la Buena Noticia leyendo la Palabra de Dios
escrita en el libro de Isaías. Ante esta proclamación: unos le aplauden, otros lo
persiguen.
Sin duda, Jesús, es el profeta ungido por el Espíritu que lleva a anunciar la
Buena Noticia a los pobres, enfermos, desvalidos, cautivos, es buena noticia la
liberación de sus males: Jesús, cura a quien sufre la enfermedad, ha venido para
salvar a la persona humana en todos los aspectos, pero viene también a
anunciar la Buena Nueva de la Salvación en Cristo, que es, no sólo para los
judíos, es universal, para toda la humanidad.
La implantación del Reino en su doble dimensión: aquí y en el más allá.
Jesús, anuncia con autoridad, los que no acepta su doctrina lo quieren despeñar,
pero Él se abre camino y se va.
Aprendamos a trabajar por el Reino, curando las dolencias de este mundo,
atendiendo a los necesitados, pero alentándolos a vivir con un sentido
trascendente. El papa Francisco lo dijo claramente,”Si nos olvidamos del anuncio
del Evangelio, seremos una ONG piadosa”.
Hna. María Pilar Garrúes El Cid
Misionera Dominica del Rosario
Con permiso de dominicos.org