XXII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Martes
Lecturas bíblicas
a.- 1Tes. 5,1-6.9-11: Murió por vosotros para que vivamos con Él.
b.- Lc. 4, 31-37: Jesús enseña en Cafarnaún y sana a un endemoniado.
Este evangelio nos muestra a Jesús, que enseña una doctrina nueva (vv.31-32), y
la autoridad que tiene sobre los demonios y su victoria sobre sobre el mal (vv.33-
37). En la primera parte, encontramos que Jesús baja de Nazaret a Cafarnaún, a la
orilla del lago. Rechazado en su ciudad, Nazaret escoge esta segunda ciudad; la
palabra viene de Galilea, allí se reúnen los primeros creyentes. Los palanes de Dios,
siguen adelante a pesar de la oposición de los hombres (cfr. Hch. 2, 7). En
Cafarnaún actúa como en su pueblo, enseña en la sinagoga durante la liturgia,
interpreta la Palabra como realidad cumplida de las antiguas promesas. La palabra
de Jesús tiene poder, autoridad, el Espíritu da vida a su palabra para convertirla en
fuerza creadora. “La palabra de Dios es viva y operante” (Heb. 4,12). En un
segundo momento, vemos a la palabra sigue la acción poderosa. El espíritu maligno
domina al poseso, lo vuelve impuro. El demonio no soporta la presencia de Jesús,
grita, confesando su identidad: es el Santo de Dios (v.34; cfr. Jn.6, 69; Lc. 1,35).
El tiempo de la salvación, trae la ruina a los demonios. A la confesión de ángeles y
demonios se une la de los hombres que hacen su camino hacia esa profesión de fe
(cfr. Flp.2, 9ss). Ya se habían enfrentado Jesús y Satanás en el episodio de las
tentaciones (cfr. Lc. 4, 1-13). Jesús le manda callar, expulsa al demonio, se da un
signo de la expulsión como es la caída del poseído, es decir, sin daño físico, y la
gente queda admirada (vv. 36-37). La amenaza de Jesús tiene fuerza divina, los
demonios se inclinan ante ÉL, pues sus palabras son la amenaza de Dios. La
profesión de fe del demonio, es rechazada por Cristo, puesto que ella debe ir
acompañada de buenas obras que agraden a Dios (cfr. Sant. 2, 17-20). Si bien el
demonio se resiste, no causa ningún daño al hombre (v.35). Lo extraordinario de
Jesús, está en la autoridad con que expulsa los demonios, pues estos le reconocen,
como un profeta, con una misión específica: destruir el poder del mal. El
evangelista, quiere dejar en claro que el prodigio se realizó con el poder de Dios, lo
mismo, cuando devuelve la salud, por la santidad de su vida y su doctrina
verdaderamente salvadora, rescata al hombre del mal, de la enfermad y de la
muerte. Se confirman las palabras de Juan el Bautista, cuando anunciaba que Jesús
es más fuerte que él, que hasta las fuerzas del mal le obedecen (cfr. Mt. 3,11).
Dios actúa por medio de ÉL, el Santo de Dios, por lo cual, Dios se muestra como el
Santo, el totalmente distinto, el Otro, poderoso. La acción poderosa de Jesús,
provoca la admiración, el asombro, el respeto; las gentes hablan entre sí, con
temor quizás, de romper ese ambiente de manifestación de la gloria de Dios. Todos
esos sentimientos son los preliminares de la fe, es decir, reconocer a Dios y su
revelación en Jesús. Se admira la palabra de Jesús, que tiene poder, autoridad
divina, y su mejor eco de su mensaje, es la buena fama se difunde por todos los
rincones de la región.
Recomienda la Santa Madre Teresa mucha oración para no ser tentados por el
demonio de dejar la oración, primer modo de alejar al cristiano de Jesucristo. “Este
modo de traer a Cristo con nosotros aprovecha… para… andar seguros de los
peligros que el demonio puede poner en la oración” (V 12,3)..