XXII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Sábado
Lecturas bíblicas
a..- Col. 1,21-23: Habéis sido reconciliados.
b.- Lc. 6, 1-5: ¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?
Este pasaje del evangelio, se refiere a las tradiciones judías, a la correcta
interpretación de la Ley. El texto, compara a Jesús con David, y sus discípulos sus
con militares, demostrando así que, si el rey obró legalmente, también lo hizo Jesús
con sus seguidores. En los dos casos, la Ley aparece como servidora de los
hombres, y no al revés, los hombres servidores de la ley. Jesús camina con sus
discípulos, atraviesa unos campos de trigo, y como tenían hambre, cogieron
espigas, las frotaban en las manos, y comían los granos, pero los fariseos que sus
obrar, reprochan al Maestro el actuar de sus discípulos. Se permitía coger espigas
de un campo ajeno, siempre que no se metiera la hoz (cfr. Dt. 23, 26; Ex. 34,21).
La crítica no estaba en haber cogido las espigas, sino en haberlas frotado,
considerado ese acto como un trabajo en sábado, día de reposo, día del Señor;
estaba prohibido preparar comida en ese día de descanso, pero los discípulos, por
su itinerancia no la pudieron preparar el día anterior. Jesús usando el mismo
método de ellos, el de la dialéctica, para defender su causa, trae a la memoria el
episodio de David y sus compañeros, que regresado de una batalla, cansados y
hambrientos, usó el pan consagrado para alimentar a sus soldados, pan que le
concedió el sacerdote Ajimélek y que se acababa de retirar del altar; alimento que
sólo comían los sacerdotes del templo. Les exigió eso sí, que estuvieran limpios de
mujer, antes de comer el pan. Jesús sabe que lo que hizo David no era legal, pero
lo interpreta correctamente, y espera que los fariseos cambien de actitud, pero
éstos no consideran a Jesús uno de los suyos. La frase última del texto sobre el Hijo
del Hombre, se refiere a que ÉL, es Señor del sábado, darle su sentido original al
sábado como tiempo sagrado, para hacer el bien, sanar a los enfermos, escuchar su
palabra, en definitiva alabar y bendecir a Dios (cfr. Gn.2,3; Lc.6,9; 4,3; 13,16).
Pronto la comunidad cristiana dejó el sábado por el domingo, día de la Resurrección
del Señor Jesús, para celebrar la palabra de Dios, alimentarse de la Eucaristía y
hacer obras de misericordia con el prójimo.
Teresa de Jesús, descubre en el misterio de la Eucaristía, una de las
manifestaciones de la kénosis de Cristo Jesús, es decir, ese abajamiento suyo para
estar cerca del hombre pecador, del redimido hasta hacerse alimento sustancioso
para su vida. “Cuando yo veo una Majestad tan grande disimulada en cosa tan poca
como es la Hostia…me admira sabiduría tan grande” (V 38, 21).