Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Impar,
Semana No. 22, Lunes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: A los que han muerto, Dios, por medio Jesús, los llevará
con Él * El Señor llega a regir la tierra. * Me ha enviado para anunciar el Evangelio
a los pobres... Ningún profeta es bien mirado en su tierra
Textos para este día:
1 Tesalonicenses 4,13-18:
Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os
aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y
resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los
llevará con él. Esto es lo que os decimos como palabra del Señor: Nosotros, los que
vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos.
Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la
trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer
lugar. Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la
nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
Salmo 95:
Cantad al Señor un cántico nuevo, / cantad al Señor, toda la tierra. / Contad a los
pueblos su gloria, / sus maravillas a todas las naciones. R.
Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza, / más temible que todos los
dioses. / Pues los dioses de los gentiles son apariencia, / mientras que el Señor ha
hecho el cielo. R.
Alégrese el cielo, goce la tierra, / retumbe el mar y cuanto lo llena; / vitoreen los
campos y cuanto hay en ellos. R.
Aclamen los árboles del bosque, / delante del Señor, que ya llega, / ya llega a regir
la tierra: / regirá el orbe con justicia / y los pueblos con fidelidad. R.
Lucas 4,16-30:
En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga,
como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le
entregaron el libro del profeta Isaías y, desarrollándolo, encontró el pasaje donde
estaba escrito: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha
enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la
libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el
año de gracia del Señor." Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se
sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él.
Y él se puso a decirles: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír." Y todos
le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de
sus labios. Y decían: "¿No es éste el hijo de José?" Y Jesús les dijo: "Sin duda me
recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo"; haz también aquí en tu tierra
lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún." Y añadió: "Os aseguro que ningún
profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas
en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo
una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado
Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos
había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue
curado, más que Naamán, el sirio".
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron
fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con
intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
Homilía
Temas de las lecturas: A los que han muerto, Dios, por medio Jesús, los llevará
con Él * El Señor llega a regir la tierra. * Me ha enviado para anunciar el Evangelio
a los pobres... Ningún profeta es bien mirado en su tierra
1. ¿Qué será de los que ya murieron?
1.1 Hemos comentado en otras ocasiones que la Primera Carta a los Tesalonicenses
es con muy alta probabilidad el primer documento escrito del Nuevo Testamento. Y
vemos en la primera lectura de hoy que uno de los temas que ocupan a estos
cristianos de las primeras horas es el destino de los difuntos.
1.2 ¿Por qué esa cuestión parece tan importante para ellos? La pregunta puede
revertirse y hacer que apunte hacia nosotros: ¿en nombre de qué o de quién hemos
convertido la religión en un asunto fundamentalmente para esta vida? ¿No será que
hemos llegado a pensar que el cristianismo es una manera de pasar por esta tierra,
o una manera de hacer vivible el mundo, o una manera decente de no dañar a los
otros mientras uno busca lo que le gusta?
1.3 Lo cierto es que aquellos cristianos necesitaban una luz sobre su destino final, y
sobre el destino final de los que ya se han ido. Y lo esencial de cuanto leemos hoy
es: Pablo anuncia que la victoria de Cristo sobre la muerte significa también la
victoria de los cristianos sobre la muerte. Aunque los ribetes específicos de su
enseñanza quedan un poco velados por el uso generoso de metáforas, una cosa es
clara, ante todo: allí donde la fe ha encontrado a Cristo no hay lugar para el temor.
2. ¿A qué vino?
2.1 Es reconfortante y gratísimo escuchar a Nuestro Señor en el evangelio del día
de hoy. Oír que hay alguien, por lo menos alguien, que sabe para qué está en el
mundo y a qué ha venido a este planeta.
2.2 Y en verdad es grande la misión del profeta de Nazareth: "llevar a los pobres la
buena nueva... anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos... dar
libertar a los oprimidos... proclamar el año de gracia del Señor". Palabras capaces
de despertar viva gratitud y encendida admiración pero también incredulidad,
envidia, incomodidad, desprecio o incluso odio.
2.3 Y esas dos facetas, la del aplauso y la del rechazo, aparecen de manera
consecutiva en el pasaje de hoy. Es posible que los hechos como tales no se
hubieran dado cronológicamente tal como están descritos en el texto que nos ha
llegado y que hace norma para nuestra fe. Lo importante es reconocer que Jesús
despierta esas dos reacciones y que tal vez en nosotros mismos pueden darse esos
dos modos de abordar el misterio de la misión del Señor.
2.4 Así aprendemos que el entusiasmo, aunque es impulso para el alma, no lo es
todo. Las multitudes, por ejemplo, suelen "padecer" el entusiasmo con la misma
irracionalidad con que se dejan arrastrar al odio, la destrucción, la burla o la
crueldad. Hace bien recibir la energía de un momento cargado de emoción, pero no
podemos hacer de la emoción la única estrella o guía de nuestra fe.