CICLO C
TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO XXV
Dios es uno , proclama la segunda lectura. Esta verdad central de la fe
cristiana resume el mensaje de la Palabra de Dios en este domingo. No
tenemos varios dioses. Creemos en un único Dios, que es eterna comunión
de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres personas distintas. Pero un
solo Dios verdadero. No son tres divinidades diferentes. Dios es uno.
Dios es único. No hay más que un Dios al que servir con todo nuestro ser.
Con todo lo que somos y tenemos. No podéis servir a Dios y al dinero , dice
el Evangelio de hoy. Para nosotros nada ni nadie puede estar por encima de
Dios. No hay que intentar tener dos señores, silenciando a nuestra
conciencia, que ni se compra ni se vende. Sólo a Dios hay que amar con
todo el corazón.
Creo en un solo Dios Padre Todopoderosos , comienza el credo niceno. El
amor de Dios no tiene límites: «no se reservó a su propio Hijo, sino que lo
entregó por todos nosotros» (Rm 8, 32). “La omnipotencia del amor de Dios
es la del don total, y Jesús, el Hijo de Dios, revela al mundo la verdadera
omnipotencia del Padre dando la vida por nosotros, pecadores. He aquí el
verdadero, auténtico y perfecto poder divino: responder al mal no con el
mal, sino con el bien” (Benedicto XVI).
Este Dios uno y único , quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad (segunda lectura). Quiere nuestra salvación,
nuestra liberación del mal, del pecado y de la muerte. Siempre busca lo
mejor para nosotros en toda nuestra vida: nuestra única vida, vivida en el
tiempo y, traspasada la muerte, en la eternidad. Entre los muchos
significados que encierra el término “salvación” Benedicto XVI destaca que
expresa “algo fundamental y universal del anhelo humano de felicidad y
plenitud”.
Para conseguir nuestra salvación Dios envía a su Hijo, el único mediador
entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate
por todos (segunda lectura). Y prosigue el credo: Creo en un solo Señor
Jesucristo . Él es el autor y guía de nuestra salvación. Es el único Salvador.
Cristo, "siendo rico, por vosotros se hizo pobre, a fin de que os
enriquecierais con su pobreza" (2 Co 8, 9), cantamos hoy en el Aleluya. Al
entregarse totalmente por amor, está invitando a sus discípulos a seguir su
mismo camino. El cristiano ha de elegir entre la lógica del lucro y la lógica
del compartir, de la solidaridad y del amor.
El Evangelio nos dice también cómo debe ser nuestra relación con el dinero
y con los bienes de este mundo. Se nos invita a una decisión radical. Ningún
siervo puede servir a dos amos: porque, o bien aborrecerá a uno y amará al
otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. En
definitiva, dice Jesús: No podéis servir a Dios y al dinero. Se trata de una
decisión a tomar permanentemente entre el amor y el egoísmo, entre el
bien y el mal, entre la justicia y la injusticia, entre Dios y Satanás.
Nuestra fe en un único Dios, que es Padre, tiene otra consecuencia para
nuestra vida real: Todos somos hermanos, hijos de un mismo Padre. Que
hemos de amarnos como Cristo nos amó y se entregó por nosotros. No
podemos abusar de los demás ni explotarlos. Ni exprimir al pobre ni
comprarle por dinero ni despojar a los miserables ni aprovecharse de sus
necesidades (primera lectura). En el amor a Dios y al prójimo ha puesto la
plenitud de la ley el Padre Todopoderoso, nuestro único Dios (oración
colecta).
MARIANO ESTEBAN CARO