XXII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Martes
Jesús nos libera de nuestras enfermedades, y con su Espíritu nos hace
conocer las profundidades de la Verdad y de Dios
“En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los
sábados enseñaba a la gente. Se quedaban asombrados de su
doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un
hombre que tenla un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces: -
«¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar
con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.» Jesús le intimó: -
«¡Cierra la boca y sal!» El demonio tiró al hombre por tierra en
medio de la gente, pero salió sin hacerle daño. Todos comentaban
estupefactos: -«¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y
poder a los espíritus inmundos, y salen.» Noticias de él iban
llegando a todos los lugares de la comarca” (Lucas 4,31-37).
1 . Rechazado en su pueblo, Nazaret, Jesús va a Cafarnaún.
-“ Jesús enseñaba... Estaban asombrados de su enseñanza,
porque hablaba con autoridad”. No dice cosas vacías ni sin vida, sino
que del fondo de sí mismo surge un pensamiento magistral revestido de
autoridad... y que, más que apoyarse en tradiciones de escuela, apela
directamente a la conciencia de sus interlocutores. Jesús, yo quisiera
también dejarme fascinar por tu palabra soberana, llegar a ser un mejor
oidor tuyo y tu discípulo.
-“ En la sinagoga había un hombre que tenía un demonio
inmundo, y se puso a gritar a voces: ¿Qué tienes Tú con nosotros,
Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? "” Un hombre "no
libre"... "alienado"... (de “alien”, que vive la vida de otro dentro, es decir
que no tiene vida propia). ¡El demonio es siempre hoy el que gravita sobre
la libertad del hombre, para encadenarlo, para "poseerlo"! ¿Cuáles son mis
alienaciones? ¿Qué es lo que me encadena? ¿Cuál es el mal que pesa sobre
mi libertad? Costumbres o hábitos, pecados, aficiones... Por ejemplo, el
domino de sí, “que es una pedagogía de la libertad humana. La alternativa
es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja
dominar por ellas y se hace desgraciado” (Catecismo 2339), que sigue
diciendo con palabras del Vaticano II: «La dignidad del hombre requiere, en
efecto, que actúe según una elección consciente y libre, es decir; movido e
inducido personalmente desde dentro y no bajo la presión de un ciego
impulso interior o de la mera coacción externa» (2339).
- "Sé muy bien quién eres: el "Santo", el "Santo de Dios. " Jesús
es conocido por ese demonio. ¡Tú, que eres “el santo”: intercede siempre,
sálvanos, libéranos!
-“ Jesús le intimó: "¡Cállate la boca y sal de ese hombre!" El
demonio tiró al hombre por tierra en medio de los asistentes y salió
de él sin hacerle ningún daño”. Tal es el primer milagro relatado por los
sinópticos. Una liberación. Un hombre "encadenado" que es libertado de la
malévola influencia que pesaba sobre él. Un hombre que vuelve a ser
normal, que vuelve a ser un hombre. "Sin hacerle ningún daño"... La fuerza
malévola es verdaderamente dominada. El demonio ha encontrado a otro
más fuerte que él. Tal es Jesús. Desde el primer día. Un Salvador.
-“ Todos quedaron estupefactos y se decían unos a otros:
"¿Qué tendrá esa palabra, que manda con autoridad y poder a los
espíritus inmundos?"” Otra vez vemos que esa autoridad llega hondo en
sus oyentes, que es alguien que habla más allá de -Y su fama se extendía
por toda la región. Hoy también Jesús "está de moda". La opinión pública le
es favorable. Pero, ¿sabremos ir más allá de las publicidades superficiales
para descubrirle, a Él, en el secreto de su Persona viviente? (Noel Quesson).
Para el sediento sólo hay una obsesión: beber. Y cuando la "sed de
Dios" atenaza con fuerza el corazón humano, toda la existencia se torna en
búsqueda ardiente y apasionada. No vale lo que ya se sabía ni lo que se
sabe aún. La persona entera se convierte en ansia enardecida, en sed
abrasadora de encuentro…Yo sólo sé que, cuando miro el horizonte, cuando
contemplo lo que me rodea, cuando adivino un amor más grande en la
entrega de una madre, en la inmolación personal de un misionero, en la
abnegación de quien, sin aspavientos y en silencio da la vida por otro...
cuando una luz diferente asoma a los ojos transparentes de un niño o se
deja adivinar en la serenidad reposada y madura de un anciano, todo mi ser
se lanza hacia ese "algo más" que desvelan o que velan estas realidades y
una sed abrasadora me tortura y, al mismo tiempo, me calienta el corazón.
En esos momentos, creo tener la certeza de haber nacido sólo para un
encuentro que no sabrá de fin, para un encuentro donde todo será pleno,
para un encuentro en el que no cabrán de angustias ni temores... Y el
silencio del corazón grita llamando a un Dios que se revela y que se vela, al
que conocemos en penumbra hasta que llegue el día de verlo cara a cara.
San Agustín decía: "Mi alma es como tierra reseca frente a ti, porque
así como no puede iluminarse con su propia luz, tampoco puede saciarse de
sus propios recursos".
Luis Rosales también decía: "De noche iremos, de noche, /que, para
encontrar la fuente, / sólo la sed nos alumbra" (Olga Elisa Molina).
2. Termina hoy la lectura de Tesalonicenses, con la venida última de
Cristo y la resurrección de los muertos: " el día del Señor llegará como
un ladrón en la noche ", o " como los dolores de parto a la que está
encinta ", y por eso no podemos vivir distraídos y en la oscuridad: " no
durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y vivamos
sobriamente ". Estas palabras de Pablo no quieren producir en nosotros
angustia: Dios nos tiene destinados, no al castigo, " sino a obtener la
salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo ".
A todos nos hace bien pensar en el futuro. Como a un viajero no se le
olvida el destino que está marcado en el billete. Como al estudiante no le
resulta superfluo pensar en el fin del curso y sus evaluaciones. Pablo nos
invita a vivir en vigilancia, con una cierta tensión, aprovechando el
tiempo, como "hijos de la luz", sin dejarnos adormecer por las cosas
del camino. Además, Pablo da un consejo fundamental para que la
comunidad cristiana encare con esperanza su marcha hacia adelante:
" animaos mutuamente y ayudaos unos a otros a crecer, como ya lo
hacéis ". Si cada uno está despierto y vive como "hijo de la luz", sin
trampas ni enredos, y además los hermanos de la comunidad también se
ayudan mutuamente con su ejemplo, seguro que el "día del Señor", sea el
último de la historia como el nuestro particular como las gracias continuas
que se suceden en nuestra vida, nos encontrarán preparados. Seguirá
infundiéndonos respeto la muerte, pero dentro del miedo sentiremos
también confianza. Lo que nos da esperanza es saber que " Dios nos ha
destinado a obtener la salvación por medio de Jesús ", para que
" despiertos o dormidos, vivamos con él " (J. Aldazábal).
Junto a la vigilancia, hay una referencia al encuentro con el Señor
cara a cara… “Hijos de Dios. —Portadores de la única llama capaz de
iluminar los caminos terrenos de las almas, del único fulgor, en el que
nunca podrán darse oscuridades, penumbras ni sombras.
”—El Señor se sirve de nosotros como antorchas, para que esa luz
ilumine… De nosotros depende que muchos no permanezcan en tinieblas,
sino que anden por senderos que llevan hasta la vida eterna” (J. Escrivá,
Forja 1 ).
3. Como nos ha hecho decir el salmo: "espero gozar de la dicha
del Señor en el país de la vida", pues “ el Señor es mi luz y mi
salvación (...); es la defensa de mi vida ”; de ahí la confianza: "¿ A
quién temeré? (...) ¿Quién me hará temblar? (...) Mi corazón no
tiembla. (...) Me siento tranquilo ". San Pablo nos decía: " Si Dios está
con nosotros, ¿quién contra nosotros ?" (Rm 8,31). La serenidad
interior, la fortaleza de espíritu y la paz son un don que se obtiene en la
oración y confianza en Dios, que nos lleva a " habitar en la casa del Señor
por años sin término ". El monje Isaías en su Asceticon aplica este salmo
a la oración durante la tentación: "Si vemos que los enemigos nos rodean
con su astucia, es decir, con la acidia, sea debilitando nuestra alma con los
placeres, sea haciendo que no reprimamos nuestra cólera contra el prójimo
cuando no obra como debiera; si agravan nuestros ojos para que
busquemos la concupiscencia; si quieren inducirnos a gustar los placeres de
la gula; si hacen que la palabra del prójimo sea para nosotros como un
veneno; si nos impulsan a devaluar la palabra de los demás; si nos inducen
a establecer diferencias entre nuestros hermanos, diciendo: "Este es bueno;
ese es malo"; por tanto, si todas estas cosas nos rodean, no nos
desanimemos; al contrario, gritemos como David, con corazón firme,
clamando: " Señor, defensa de mi vida " (Sal 26,1)".
Es un canto a la esperanza, a la luz de la que Jesús nos habla: “ yo
soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas sino
que tendrá la luz de la vida ” (Jn 8,12), y Jesús resucitado da pleno
sentido a la expresión “tierra de vivos” pues en el cielo está el santuario de
Dios. Dice San Juan de Nápoles: “ El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a
quién temeré ? Dichoso el que así hablaba, porque sabía cómo y de dónde
procedía su luz y quién era el que lo iluminaba. El veía la luz, no esta que
muere al atardecer, sino aquella otra que no vieron ojos humanos. Las
almas iluminadas por esta luz no caen en el pecado, no tropiezan en el mal.
”Decía el Señor: Caminad mientras tenéis luz . Con estas palabras,
se refería a aquella luz que es él mismo, ya que dice: Yo he venido al
mundo como luz, para que los que ven no vean y los ciegos reciban
la luz . El Señor, por tanto, es nuestra luz, él es el sol de justicia que irradia
sobre su Iglesia católica, extendida por doquier. A él se refería
proféticamente el salmista, cuando decía: El Señor es mi luz y mi
salvación, ¿a quién temeré?
”El hombre interior, así iluminado, no vacila, sigue recto su camino,
todo lo soporta. El que contempla de lejos su patria definitiva aguanta en
las adversidades, no se entristece por las cosas temporales, sino que halla
en Dios su fuerza; humilla su corazón y es constante, y su humildad lo hace
paciente. Esta luz verdadera que viniendo a este mundo alumbra a todo
hombre, el Hijo, revelándose a sí mismo, la da a los que lo temen, la
infunde a quien quiere y cuando quiere.
”El que vivía en tiniebla y en sombra de muerte, en la tiniebla del mal
y en la sombra del pecado, cuando nace en él la luz, se espanta de sí
mismo y sale de su estado, se arrepiente, se avergüenza de sus faltas y
dice: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? Grande es,
hermanos, la salvación que se nos ofrece. Ella no teme la enfermedad, no
se asusta del cansancio, no tiene en cuenta el sufrimiento. Por esto,
debemos exclamar, plenamente convencidos, no sólo con la boca, sino
también con el corazón: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién
temeré? Si es él quien ilumina y quien salva, ¿a quién temeré?
Vengan las tinieblas del engaño: el Señor es mi luz. Podrán venir pero sin
ningún resultado, pues, aunque ataquen nuestro corazón, no lo vencerán.
Venga la ceguera de los malos deseos: el Señor es mi luz . Él es, por
tanto, nuestra fuerza, el que se da a nosotros, y nosotros a él. Acudid al
médico mientras podéis, no sea que después queráis y no podáis”.
Comentando este salmo, Orígenes escribe: "Si un hombre busca el
rostro del Señor, verá sin velos la gloria del Señor y, hecho igual a los
ángeles, verá siempre el rostro del Padre que está en los cielos". Y san
Agustín, en su comentario a los salmos, continúa así la oración del salmista:
"No he buscado de ti ningún premio que esté fuera de ti, sino tu rostro. "Tu
rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en
efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte
gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso. (...) "No rechaces
con ira a tu siervo", para que, al buscarte, no encuentre otra cosa. ¿Puede
haber una tristeza más grande que esta para quien ama y busca la verdad
de tu rostro?".
Llucià Pou Sabaté