CICLO C
TIEMPO ORDINARIO
V DOMINGO
El evangelio de hoy nos relata cómo aquellos pescadores, dejándolo todo, siguieron
a Jesús. Seguir a Cristo significó para ellos ponerse a su disposición, abandonando
su vida anterior. Daban a su existencia una nueva orientación.
En los evangelios creer en Cristo es seguirlo. El verbo “seguir” expresa una realidad
importante: es una descripción de la existencia cristiana (aparece 79 veces en los
evangelios). Aquellos discípulos fueron el arquetipo del cristiano de todos los
tiempos. También para nosotros, que seguimos no a un personaje muerto, sino a
Cristo Jesús vivo y activo en el hoy de nuestras vidas. Es nuestro contemporáneo.
Seguir a Cristo no es seguir una ideología. Ni una costumbre (Tertuliano). Es
seguir a una persona, a Jesús resucitado. Compartiendo con Él su vida, su camino y
su destino. Implica un cambio de vida profundo. Seguir al Señor es caminar por la
vida con Cristo y como Cristo: en comunión existencial con Él. Asimilando sus
sentimientos y teniendo como criterios auténticos la verdad y el amor,
personificados en Cristo. Hasta que lleguemos al hombre perfecto a la medida de
Cristo Jesús en su plenitud de vida y de gloria.
La resurrección gloriosa de Cristo es la primera verdad que debemos creer
(segunda lectura). Constituye la plena perfección del hombre Cristo Jesús en cuanto
a su naturaleza humana. Y para nosotros también, porque Él “transformará nuestra
condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa” (Flp 3,21). Es
nuestro destino y nuestra meta.
Injertados en Cristo por la fe y el bautismo, su victoria sobre el mal, el pecado y la
muerte es ya nuestra victoria (“en esperanza estamos salvados”). La participación
en el triunfo de Cristo es además nuestra hoja de ruta (“no te dejes vencer por el
mal, vence al mal con el bien”). Cristo Jesús, autor y guía de nuestra salvación, con
su gracia, nos atrae y nos impulsa para que caminemos por la vida con Él y como
Él, “que pasó haciendo el bien”.
MARIANO ESTEBAN CARO