VIGÉSIMO TERCER DOMINGO ORDINARIO C
Sabiduría 9:13-19; Filemón 9-10.12-17; Lucas 14:25-33)
Las dos parejas eran buenas gentes. Una había sido los encargados de su
movimiento evangélico unos años anterior. La otra era los encargados de ese año.
Su movimiento tenía que ver con la reconciliación familiar. Sin embargo, las
parejas no podían llevarse bien. Una cosa pequeña -- una interpretación de las
reglas -- las separaba. Cuando los ex encargados se distanciaron del movimiento,
el sacerdote-asesor del movimiento les sugirió a ambas parejas que se esforzaran a
entender la posición de una y otra. Así encontramos a san Pablo en la segunda
lectura hoy pidiendo a Filemón, su hijo en el Señor.
Filemón tiene derecho de ser desilusionado con su esclavo Onésimo por haberle
huido. Sin embargo, recibe la carta de Pablo pidiéndole no sólo que acepte a
Onésimo de nuevo en su servicio sino que le conceda la emancipación. Se puede
imaginar fácilmente el lío que se le presenta al dueño de esclavo. ¿Cómo va a
mantener el orden entre sus otros esclavos si sólo tendrían que arrimarse a Pablo
para ganar la libertad? También ¿qué pensarían de él los otros dueños de la región
si no disciplina a sus esclavos por un delito tan grande como tratar de escapar? A
lo mejor Filemón quiere darle a Onésimo un latigazo, no la libertad. Al fondo del
dilema queda el orgullo del hombre. Filemón no quiere verse como ni tonto ni
débil. Al contrario, le importa mucho que todos lo consideren como hombre tanto
astuto como fuerte. Le cuesta entender que la verdadera inteligencia comprende
de determinar lo recto en cualquier situación y la verdadera fortitud en hacerlo
cueste lo que cueste.
Jesús ilumina la situación en el evangelio hoy. Cuando dice que para ser su
discípulo, uno tiene que amar a él más que sí mismo, significa que tenemos que
superar el orgullo. Eso es, tenemos que hacer la justicia a pesar de que no nos
guste lo que envuelva en el momento. Es una lucha continua. Pero pidiendo el
apoyo de Jesús mismo poco a poco vamos a vencer las tendencias vanas para
ponernos cuadradamente en la fila detrás de Jesús. No hace mucho un cirujano
oncólogo hizo un error desafortunado. Durante una operación él tomó una tajada
de la octava costilla de su paciente cuando debería haberla tomado de la novena.
Aunque se arriesgó una demanda, este cirujano noblemente reconoció su falta al
paciente y le pidió perdón. Este es el comportamiento que Jesús tiene en cuenta en
el evangelio.
Y ¿qué hace Filemón con Onésimo? No se reporta en ningún récord histórico. Pero
se puede suponer que sí lo perdonó y lo liberó. Pues, si no, a lo mejor no habría
querido compartir la carta con el pueblo cristiano. De todos modos el Señor Jesús
nos llama a todos nosotros a rebajar nuestra preocupación con cómo nos vemos
para colaborar mejor con los hermanos y hermanas para crear un mundo mejor.
Eso es, tenemos que despreocuparnos de lo que los otros piensan de nosotros y
preocuparnos de servir a Dios en todo. Sí, que nos preocupemos de servir al
Señor.
Padre Carmelo Mele, O.P.