POR EL SEÑOR, ¡LO QUE HAGA FALTA!
Padre Javier Leoz
Caminaban un discípulo y su maestro espiritual por un desierto y,
mirándole el segundo al primero, le preguntó: ¿hasta qué punto me
consideras importante en tu vida? El discípulo le contestó: ¿Hasta dónde?
Te aprecio tanto que, esta pequeña cantimplora con el poco agua que
tengo y necesito, te la doy para ti.
1.- “Obras son amores y no buenas razones”. Las lecturas, sobre todo la primera y
el evangelio, ponen delante de nosotros varios interrogantes:
-¿Buscamos a Dios de verdad?
-¿Anhelamos su sabiduría?
-¿Se nota, no solo de palabra, que el Señor es nuestra riqueza?
Hacer algo por Dios no significa, en su sentido literal, dejar padres o familia, tierra
o riqueza porque el evangelio lo dice. Nuestra pertenencia a la gran familia de los
hijos de Dios. Nuestro servicio hacia Él, se manifiesta en un dato: que nada de
orden natural se anteponga u obstaculice lo sobrenatural.
Con frecuencia solemos escuchar “Dios sabe cómo soy” “Lo importante es ser
buena persona” “No todos los que van a misa son mejores que yo”. En el fondo
subyace una justificación: lo centramos todo en nosotros. Cuando dejamos de mirar
a Dios, cuando lo relativizamos o lo rebajamos a nuestros propios esquemas,
corremos el serio peligro de un Dios a la carta, de n Evangelio a nuestra medida:
sin exigencias, sin esfuerzos, sin sacrificios, sin detalles que demuestren que,
nuestro seguimiento a Jesús, es auténtico, verdadero y sin fisuras.
2.- Cuando uno vive como Dios manda, las cruces de cada día, se soportan con más
garbo y hasta con más valentía. El Señor no nos ha prometido a sus amigos
eximirnos de pruebas, caídas o sufrimientos. Pero sí que nos dijo “yo estaré con
vosotros todos los días hasta el final del mundo”. No es cuestión pues de querer
abrazar cruces para agradar a Dios (no quiere masoquistas). Tampoco es bueno
rechazarlas o huir de ellas (la cobardía no es un distintivo de la vida cristiana).
La cruz, la de cada día, se manifiesta en nuestros ideales (cuando los mantenemos
firmes), en nuestra fe (cuando la defendemos y purificamos), en nuestra adhesión
al Señor (cuando no nos postramos a otros dioses humanos) o en nuestra ofrenda
continuada y sincera hacia los más necesitados.
Que el Señor nos haga sentir su presencia de tal modo y con tal fuerza para que
nada ni nadie se anteponga al inmenso amor que Él nos tiene.
3.- SOLO TÚ, SEÑOR
Eres riqueza que me da la posibilidad
de hacerme con un futuro eterno y mejor
Eres grandeza, que en mi pobreza,
me hace mirarte con ojos agradecidos
sentirme pequeño ante Ti
gigante, frente a los que creen poderosos.
con un corazón necesitado de ti,
con la seguridad de que Tú, eres lo mejor
SOLO TÚ, SEÑOR
Eres capaz de despertar en mí
sentimientos de alegría profunda y verdadera
de conversión y de encuentro
de fe y de esperanza
de ilusión por trabajar por tu reino.
SOLO TÚ, SEÑOR
Mereces todo honor y toda gloria
Toda alabanza y todo júbilo
SOLO TÚ, SEÑOR
Enciendes en nuestras almas
los deseos de seguirte dejando lo que estorba
apartando lo que nos humilla
olvidándonos lo que empaña nuestra mirada
SÓLO TÚ, SEÑOR