XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO C
Sb 9, 13-19; Sal 89; Flm 1, 9-10.12-17; Lc 14, 25-33
Caminaba con él mucha gente y, volviéndose, les dijo: "Si alguno viene junto a mí
y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus
hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío. El que no lleve su
cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío. "Porque ¿quién de vosotros,
que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos y ver si
tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo
terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: 'Este comenzó
a edificar y no pudo terminar.' O ¿qué rey, antes de salir contra otro rey, no se
sienta a deliberar si con diez mil puede salir al paso del que viene contra él con
veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía una embajada para
pedir condiciones de paz. Pues de igual manera, cualquiera de vosotros que no
renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío."
El Evangelio de esta semana nos desvela que Jesucristo es el centro de nuestra
existencia. Es así que en el evangelio se nos expresa: si no lo ponemos a Él por
encima de nuestros intereses y proyectos, si no nos disponemos a ver nuestra cruz
a la luz de la cruz gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo, si los bienes materiales que
poseemos en este mundo es la finalidad de nuestra vida, y no un motivo de
agradecimiento y reconocimiento a Dios como nuestro Señor; entonces no podemos
ser de sus discípulos, no podemos llamarnos cristianos. Se trata de un
cuestionamiento esencial a nuestra identidad de bautizados, porque efectivamente
seguir a Jesús significa vivir una vida radical al evangelio que introduce al hombre
ya a vivir en este mundo la vida nueva como un anticipo de la vida eterna.
Según como ha terminado el evangelio, donde dice si no se calcula los gastos; o si
un rey no tiene en cuenta que para salir al combate no puede ir en desventaja del
que viene contra él, el Salmo 127 nos dice ᆱ…si el Se￱or no construye la casa en
vano se cansan los constructores…ᄏ; y también el pasaje del evangelio del
sembrador dice que la semilla que cae entre abrojos muere porque se enreda entre
los espinos, o sea como dice el mismo evangelio las preocupaciones del mundo y
las seducciones de la riqueza agostan el fruto y se seca. Es así que el evangelio nos
está diciendo lo que San Pablo en la carta a los corintios dice: ᆱ…si Cristo no ha
resucitado vana es nuestra esperanza y entonces somos los hombres más
desgraciados del mundo… pero no, Cristo ha resucitado…ᄏ (1Cor 15).
De esta manera, el que busca su vida como nos lo está diciendo el evangelio de
esta semana, nuestro actual Papa lo dice de una manera sencilla y clara: ᆱ…ser
infecundo…ᄏ (28 de agosto de 2013, Misa de apertura al Capítulo General de los
Agustinos). Pues muchas veces entendemos mal cuando pensamos que el buscar
nuestra propia vida, es solamente rechazar a Dios y no vivir según el evangelio;
pues el buscar nuestra propia vida, vivir según como uno desea, la vida es
infecunda, porque la fecundidad de la vida está en el que el hombre no vive para sí
mismo o se pone como centro del universo, sino en que ama al hermano, sirve al
hermano y vive en comunión con los hermanos, porque la fuente y la roca de su
vida es el mismo Cristo.
Es así que cuando el evangelio dice ᆱ…el que pierda su vida la encontrará…ᄏ, San
Pablo esta expresi￳n la dice de la siguiente manera: ᆱ…ya no soy yo es Cristo que
vive en mí…ᄏ. Pues para que el creyente sea otro Cristo, debe abrir su coraz￳n para
que Dios sea uno con él, el hombre sea morada de Dios, el hombre sea templo de
Dios. Solamente de esta experiencia el hombre puede aceptar el sufrimiento, la
muerte, porque en Cristo el hombre hace Pascua, por el sufrimiento o a través de la
muerte el hombre experimenta el encuentro con Dios y la vida que es un don de
Dios. Por eso que la vida no se pierde, por eso que cuando el evangelio dice: ᆱ…el
que pierda su vida…ᄏ, nos está diciendo el evangelista morir a uno mismo para
encontrar la vida verdadera que viene de Dios, pues para que el creyente sea sal y
luz del mundo, Cristo en nosotros debe ser el primero, nuestra luz y la sal de
nuestra vida.
El ser discípulo como dice el evangelio, es un don de Dios y una gracia que la
podemos vivir como fruto del Espíritu Santo. El mandamiento nuevo es amar a Dios
y al prójimo como a uno mismo, y pareciera que el evangelio del presente domingo
sería un poco contradictorio, pero no es así, tenemos el pasaje de Abraham con
Isaac en el monte Moira; pues muchas veces los afectos nos pueden llevar a no
amar correctamente y más aún pueden desviar nuestro corazón del verdadero
amor a Dios y al prójimo. Por eso las palabras de San Agustín tan elocuentes:
ᆱ…ama y haz lo que quieras…ᄏ. Pero este ama en las palabras de San Agustín tiene
como fuente e inspiración el amor de Dios en su vida.
Al respecto tenemos también las palabras de nuestro actual Papa Francisco:
ᆱ…seguir a Jesús incluye renunciar al mal, al egoísmo y elegir el bien, la verdad, la
justicia, también cuando eso exige sacrificio y renuncia a los propios intereses. (…)
eso llega a dejar, inclusive los vínculos más estrechos y por ello se dice que Cristo
es signo de contradicción. Pero atención: ¡no es Jesús el que divide!, él pone el
criterio: vivir para sí mismo, o vivir para Dios y para los demás; hacerse servir, o
servir; obedecer al propio yo, u obedecer a Dios…ᄏ (Ángelus, 18 de agosto de
2013).
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar